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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 74eran apoyados y financiados por banqueros judíos, su rebelión fue especialmente violenta contra <strong>los</strong>representantes oficiales de su propio pueblo. Las denuncias antijudías de Marx y de Boerne nopueden ser comprendidas adecuadamente si no es la luz de este conflicto entre <strong>los</strong> judíos ricos y <strong>los</strong>intelectuales judíos.Este conflicto, sin embargo, existió en todo su vigor sólo en Alemania y no sobrevivió almovimiento antisemita <strong>del</strong> siglo. En Austria, propiamente hablando, no existió intelligentsia judíaantes <strong>del</strong> final <strong>del</strong> siglo XIX, cuando sintió inmediatamente todo el impacto de la presiónantisemita. Estos judíos, como sus hermanos ricos, prefirieron confiarse a la protección de lamonarquía de <strong>los</strong> Habsburgo, y se hicieron socialistas sólo después de la primera guerra mundial,cuando el partido socialdemócrata llegó al poder. Excepción más significativa, aunque no la única,a esta norma, fue la de Karl Kraus, el último representante de la tradición de Heine, Boerne y Marx.Las denuncias de Kraus contra <strong>los</strong> hombres de negocios judíos, por una parte, y contra elperiodismo judío como culto organizado de la fama, por otra, fueron quizá aún más amargas que lasde sus predecesores, porque él se sentía tanto más aislado en un país donde no existía una tradiciónrevolucionaria judía. En Francia, donde el decreto de emancipación había sobrevivido a todos <strong>los</strong>cambios de Gobierno y a todos <strong>los</strong> regímenes, el pequeño número de intelectuales judíos no fue niprecursor de una nueva clase ni especialmente importante en la vida intelectual. La cultura comotal, la educación como programa, no constituían normas judías de conducta, como sucedió enAlemania.En ningún otro país existió algo tan decisivo como el corto período de verdadera asimilación lofue para la Historia de <strong>los</strong> judíos alemanes, cuando la auténtica vanguardia de un pueblo no sóloaceptó a <strong>los</strong> judíos, sino que se mostró extrañamente dispuesta a asociarse con el<strong>los</strong>. Tampocodesapareció completamente esta actitud de la sociedad alemana. Hasta el verdadero final pudieronadvertirse rastros de tal actitud, que mostraban, desde luego, que las relaciones con <strong>los</strong> judíos jamásllegaron a darse por supuestas. En el mejor de <strong>los</strong> casos, siguió existiendo como programa; en elpeor, como una experiencia extraña y excitante. La bien conocida observación de Bismarck acercade «aparear sementales germanos con yeguas judías» es tan sólo la más vulgar expresión de unprevaleciente punto de vista.Era sólo natural que esta situación, aunque convirtiera en rebeldes a <strong>los</strong> primeros judíos cultos, ala larga produjera un específico tipo de conformismo más que una efectiva tradición de rebeldía 26 .Conformándose a una sociedad que discriminaba a <strong>los</strong> judíos «ordinarios» y en la que, al mismotiempo, a un judío le resultaba generalmente más fácil que a un no judío de similar condición seradmitido en <strong>los</strong> círcu<strong>los</strong> de moda, <strong>los</strong> judíos tuvieron que diferenciarse el<strong>los</strong> mismos claramente <strong>del</strong>«judío en general» y al mismo tiempo denotar con claridad que eran judíos; bajo ningunacircunstancia se les permitía simplemente desaparecer entre sus vecinos. Para racionalizar unaambigüedad que el<strong>los</strong> mismos no comprendían completamente, podían pretender «ser un hombre enla calle y un judío en casa» 27 . Esto a su vez determinó un sentimiento de ser diferente de <strong>los</strong> demáshombres en la calle porque era judío y una diferencia respecto de <strong>los</strong> demás judíos en casa por noser «judío ordinario».Las normas de conducta de <strong>los</strong> judíos asimilados, determinadas por este continuo y concentradoesfuerzo por distinguirse el<strong>los</strong> mismos, creó un tipo judío que es reconocible en todas partes. Enlugar de ser definidos por la nacionalidad o por la religión, <strong>los</strong> judíos se transformaron en un gruposocial cuyos miembros compartían ciertos atributos y reacciones psicológicas, la suma total de <strong>los</strong>cuales se suponía constitutiva de la «judeidad». En otras palabras, el judaísmo se convirtió en unacualidad psicológica y la cuestión judía en un problema personal para cada individuo judío.26 El «paria consciente» (Bernard Lazare) fue la única tradición de rebelión establecida por sí misma, aunque quienes aella pertenecían eran apenas conscientes de su existencia. Véase, de la autora, «The JeW as Pariah. A HiddenTradition», en Jewish Social Studies, vol. VI, núm. 2 (1944).27 No deja de resultar irónico que esta excelente fórmula, que puede servir como divisa para la asimilación en Europaoccidental, fuese propugnada por un judío ruso Y p ublicada por vez primera en hebreo. Procede <strong>del</strong> poema hebreo deJUDAH Lasa GORDON, Hakitzah ami, 1863. Véase History of the Jew in Russia and Poland, de S. M. DUBNOW,1918, II, 228 y ss.

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