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arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo

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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 217decirlo suavemente, discutible. En Francia, <strong>los</strong> partidos ahogaron al Gobierno; en Alemania, elEstado castró a <strong>los</strong> partidos.Desde el final <strong>del</strong> siglo pasado, la reputación de estos Parlamentos y partidos constitucionales hadeclinado constantemente. Para el pueblo en general parecían instituciones caras e innecesarias.Sólo por esta razón, cada grupo que afirmaba presentar algo por encima de <strong>los</strong> intereses de partido yde clase y comenzaba al margen <strong>del</strong> Parlamento tenía una gran posibilidad de popularidad. Talesgrupos parecían más competentes, más sinceros y más preocupados por <strong>los</strong> asuntos públicos. Esto,sin embargo, era sólo en apariencia, porque el verdadero objetivo de cada «partido por encima de<strong>los</strong> partidos» consistía en promover un interés particular hasta que hubiera devorado a todos <strong>los</strong>demás y en hacer que un grupo particular se convirtiera en dueño de la maquinaria estatal. Esto eslo que finalmente sucedió en Italia bajo el fascismo de Mussolini, que hasta 1938 no era totalitario,sino simplemente una dictadura nacionalista corriente desarrollada lógicamente a partir de unademocracia multipartidista. Porque existe alguna verdad en el viejo axioma respecto de la afinidadentre la dominación de la mayoría y la dictadura, pero esta afinidad nada tiene que ver con el<strong>totalitarismo</strong>. Es obvio que, después de muchas décadas de dominación multipartidista ineficaz yconfusa, la conquista <strong>del</strong> Estado en favor de un partido puede parecer un gran alivio, porque aseguraal menos, aunque sólo por un tiempo limitado, alguna consistencia, alguna permanencia y un pocomenos de contradicción.El hecho de que la conquista <strong>del</strong> poder por <strong>los</strong> nazis fuera normalmente identificada con ladictadura de un partido mostró simplemente cuán enraizado se hallaba todavía el pensamientopolítico en <strong>los</strong> viejos esquemas establecidos y cuán poco preparado estaba el pueblo para lo querealmente había de llegar. El único aspecto típicamente moderno de la dictadura <strong>del</strong> Partido fascistaes que allí también insistía el Partido en ser un movimiento; que no era nada de ese tipo, sino quesimplemente usurpaba el slogan de «movimiento» para atraer a las masas, se hizo evidente tanpronto como se apoderó de la maquinaria <strong>del</strong> Estado sin alterar drásticamente la estructura de poder<strong>del</strong> país, contentándose con ocupar todas las posiciones <strong>del</strong> Gobierno como miembros <strong>del</strong> Partido.Y fue precisamente a través de la identificación <strong>del</strong> Partido con el Estado, que tanto <strong>los</strong> nazis como<strong>los</strong> bolcheviques evitaron siempre cuidadosamente, cómo el Partido dejó de ser un «movimiento» yse tornó ligado a la estructura básicamente estable <strong>del</strong> Estado.Aunque <strong>los</strong> movimientos totalitarios y sus predecesores, <strong>los</strong> pan-movimientos, no eran «partidospor encima de <strong>los</strong> partidos», aspirantes a la conquista de la maquinaria <strong>del</strong> Estado, sinomovimientos encaminados a la destrucción <strong>del</strong> Estado, <strong>los</strong> nazis hallaron muy conveniente hacersepasar por tales, es decir, pretender que seguían fielmente el mo<strong>del</strong>o <strong>del</strong> fascismo italiano. Asípudieron lograr la ayuda de aquellas élites de las clases altas y empresariales que confundieron a <strong>los</strong>nazis con grupos más antiguos que el<strong>los</strong> habían promovido frecuentemente y que tenían sólo lapretensión más bien modesta de conquistar para un partido la maquinaria <strong>del</strong> Estado 92 . Losempresarios que impulsaron a Hitler al poder creían ingenuamente que estaban apoyando a undictador y a un dictador que era hechura suya y que naturalmente gobernaría en ventaja de su propiaclase y en desventaja de todas las demás.Los «partidos por encima de <strong>los</strong> partidos» de inspiración imperialista jamás supieron cómobeneficiarse <strong>del</strong> odio al sistema de partidos como tal; el frustrado imperialismo alemán de lapreguerra, a pesar de sus sueños de expansión continental y de su violenta denuncia de lasinstituciones democráticas de la Nación-Estado, jamás logró el alcance de un movimiento. Des<strong>del</strong>uego, no bastó que despreciara altivamente <strong>los</strong> intereses de clase, auténtica base <strong>del</strong> sistema departidos de la nación, porque esto le dejaba aún con menos atractivos que <strong>los</strong> que disfrutabantodavía <strong>los</strong> partidos corrientes. De lo que evidentemente carecían, a pesar de todas sus resonantesfrases nacionalistas, fue de una auténtica ideología nacionalista o de otro género. Tras la primeraguerra mundial, cuando <strong>los</strong> pangermanistas alemanes, especialmente Ludendorff y su esposa,92 Tales como la «Kolonialverein», la «Centralverein für Han<strong>del</strong>sgeographie», la «Flottenverein» e incluso la «LigaPangermanista», que, sin embargo, con anterioridad a la primera guerra mundial, no tenían coneXión alguna con lasgrandes empresas. Véase WERTHEIMER, op. cit., p. 73. Típicos representantes de esta posición «por encima de <strong>los</strong>partidos» de la burguesía eran, desde luego, <strong>los</strong> Nationalliberalen. Véase nota 74.

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