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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 58<strong>del</strong> movimiento obrero, que le consideraba como un verdadero radical que había errado en sucamino 46 . Su ventaja principal consistía en que podía basar su propaganda antisemita en hechosdemostrables: como miembro de la Reichsrat austríaca, había luchado por la nacionalización de <strong>los</strong>ferrocarriles austríacos, la mayor parte de <strong>los</strong> cuales habían estado en manos de <strong>los</strong> Rothschilddesde 1836 merced a una concesión estatal que expiró en 1886. Schoenerer consiguió reunir 40.000firmas contra su renovación y colocar a la cuestión judía ante las candilejas <strong>del</strong> interés público. Laestrecha conexión entre <strong>los</strong> Rothschild y <strong>los</strong> intereses financieros de la monarquía se tornó evidentecuando el Gobierno trató de prolongar la concesión bajo unas condiciones que eran patentementedesventajosas tanto para el Estado como para el público. La agitación de Schoenerer en estacuestión significó el comienzo de un claro movimiento antisemita en Austria 47 . La realidad es queeste movimiento, en contraste con la agitación de Stoecker en Alemania, fue iniciado y dirigido porun hombre cuya sinceridad resultaba indudable y que por eso no se detuvo en la utilización <strong>del</strong>antisemitismo como arma propagandística, sino que desarrolló rápidamente una ideologíapangermanista que había de influir sobre el nazismo más que cualquier otro tipo de antisemitismoalemán.Aunque victorioso a la larga, el movimiento de Schoenerer fue temporalmente derrotado por unsegundo partido antisemita, el de <strong>los</strong> socialcristianos, bajo la dirección de Lueger. Mientras queSchoenerer había atacado a la Iglesia católica y a su considerable influencia en la política austríacacasi tanto como había atacado a <strong>los</strong> judíos, el de <strong>los</strong> socialcristianos era un partido católico quedesde el principio trató de aliarse con aquellas fuerzas reaccionarias y conservadoras que habíandemostrado ser tan eficaces en Alemania y en Francia. Como hicieron más concesiones sociales,tuvieron más éxito que en Alemania o en Francia. Junto con <strong>los</strong> socialdemócratas sobrevivieron a lacaída de la monarquía y se convirtieron en el grupo más influyente de la posguerra en Austria. Pero,mucho antes <strong>del</strong> establecimiento de una República austríaca, cuando en la década de <strong>los</strong> 90 Luegerganó la alcaldía de Viena mediante una campaña antisemita, <strong>los</strong> socialcristianos habían ya adoptadola actitud típicamente equívoca hacia <strong>los</strong> judíos en la Nación-Estado —hostilidad hacia laintelligentsia y amistad hacia la clase empresarial judía—. No fue en manera alguna accidental elhecho de que, tras una áspera y sangrienta lucha por el poder contra el movimiento socialistaobrero, llegaran a apoderarse de la maquinaria <strong>del</strong> Estado cuando Austria, reducida a sunacionalidad germana, se estableció como una Nación-Estado. Resultó ser el único partido queestaba preparado para desempeñar exactamente este papel y el que, incluso bajo la antiguamonarquía, había ganado popularidad por obra de su nacionalismo. Como <strong>los</strong> Habsburgos eran unacasa alemana y habían otorgado un cierto predominio a sus súbditos germanos, <strong>los</strong> socialcristianosjamás atacaron a la monarquía. Su función consistía más bien en lograr que amplios sectores de lanacionalidad germana apoyaran a un Gobierno esencialmente impopular. Su antisemitismo siguiócareciendo de consecuencias; las décadas durante las cuales Lueger gobernó Viena fueron unaespecie de Edad de Oro para <strong>los</strong> judíos. No importa hasta dónde llegara ocasionalmente supropaganda para conseguir votos; la realidad es que jamás podrían haber proclamado conSchoenerer y <strong>los</strong> pangermanistas que «consideraban al antisemitismo como el eje de nuestraideología nacional, como la expresión más esencial de una genuina convicción popular y, enconsecuencia, como el logro nacional más importante <strong>del</strong> siglo» 48 . Y aunque se hallaban tansometidos a la influencia de <strong>los</strong> círcu<strong>los</strong> clericales como el movimiento antisemita en Francia, semostraban necesariamente mucho más limitados en sus ataques a <strong>los</strong> judíos porque no atacaban a lamonarquía como <strong>los</strong> antisemitas de Francia atacaban a la Tercera República.Los éxitos y fracasos de <strong>los</strong> dos partidos antisemitas austríacos denotan la escasa importancia de46 Véase Georg Ritter von Schoenerer, de F. A. NEUSCHAEFER, Hamburgo, 1935, y Georg Schoenerer, de EDUARDPICHL, 1938, 6 vols. Incluso en 1912, cuando la agitación de Schoenerer había perdido todo su significado, elArbeiterzeitung vienés manifestaba afectuosos sentimientos por el hombre al que sólo podía referirse en <strong>los</strong> términosformulados una vez por Bismarck a propósito de Lasalle: «Y si intercambiáramos disparos, la justicia exigiría todavíaque admitiéramos durante el tiroteo: es un hombre, y <strong>los</strong> otros son unas viejas.» (NEUSCHAEFER, p. 33.)47 Véase NEUSCHAEFER, op. cit., pp. 22 y ss., y PICHL, op. cit., I, 236.48 48 Cita de PICHL, op. cit., I, p. 26.

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