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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 281numerosos ejemp<strong>los</strong> en <strong>los</strong> que Hitler fue completamente sincero y brutalmente inequívoco en ladefinición de <strong>los</strong> verdaderos objetivos <strong>del</strong> movimiento, que, simplemente, no eran reconocidos porun público carente de preparación para semejante consistencia 5 . Pero, básicamente hablando, ladominación totalitaria trata de restringir exclusivamente <strong>los</strong> métodos de la propaganda a su políticaexterior o a <strong>los</strong> sectores <strong>del</strong> movimiento en el exterior con el propósito de proporcionarles unmaterial adecuado. Allí donde el adoctrinamiento totalitario en el interior llega a estar en conflictocon la línea de propaganda para el consumo en el exterior (lo que sucedió en Rusia durante laguerra, no cuando Stalin firmó su alianza con Hitler, sino cuando la guerra con Hitler le llevó alcampo de las democracias) la propaganda es explicada en el interior como una «maniobra tácticatemporal» 6 . Tanto como sea posible, esta distinción entre la doctrina ideológica para <strong>los</strong> iniciadosen el movimiento, que ya no necesitan de la propaganda, y la pura propaganda para el mundoexterior queda ya establecida durante la existencia de <strong>los</strong> movimientos antes de la conquista <strong>del</strong>poder. La relación entre la propaganda y el adoctrinamiento depende normalmente, por una parte,de las dimensiones de <strong>los</strong> movimientos y, por otra, de la presión exterior. Cuanto más pequeño seaun movimiento, más energía gastará en la propaganda; cuanto mayor sea sobre <strong>los</strong> regímenestotalitarios la presión <strong>del</strong> mundo exterior —una presión que no puede ser enteramente ignorada,incluso tras <strong>los</strong> telones de acero—, más activamente se lanzarán a la propaganda <strong>los</strong> dictadorestotalitarios. El punto esencial es que las necesidades de la propaganda están siempre dictadas por elmundo exterior y que <strong>los</strong> mismos movimientos no hacen realmente propaganda, sino queadoctrinan. A la inversa, el adoctrinamiento, emparejado inevitablemente con el terror, aumenta conla fuerza de <strong>los</strong> movimientos o el aislamiento de <strong>los</strong> Gobiernos totalitarios y su seguridad ante laintervención exterior.La propaganda es, desde luego, parte inevitable de la «guerra psicológica», pero el terror lo esmás. El terror sigue siendo utilizado por <strong>los</strong> regímenes totalitarios incluso cuando ya han sidologrados sus objetivos psicológicos: su verdadero horror estriba en que reina sobre una poblacióncompletamente sometida. Allí donde es llevado a la perfección el dominio <strong>del</strong> terror, como en <strong>los</strong>campos de concentración, la propaganda desaparece por completo; quedó incluso enteramenteprohibida en la Alemania nazi 7 . La propaganda, en otras palabras, es un instrumento, yposiblemente el más importante, <strong>del</strong> <strong>totalitarismo</strong> en sus relaciones con el mundo no totalitario; elterror, al contrario, constituye la verdadera esencia de su forma de Gobierno. Su existencia dependetan poco de <strong>los</strong> factores psicológicos o de otros factores subjetivos como la existencia de las leyesdepende en un país gobernado constitucionalmente <strong>del</strong> número de personas que las violan.El terror, como contrapartida de la propaganda, desempeñó un papel más grande bajo el nazismoque bajo el comunismo. Los nazis no liquidaron a figuras prominentes, como había sucedidodurante la primera oleada de crímenes políticos en Alemania (<strong>los</strong> asesinatos de Rathenau y de5 En relación con ello existe un informe muy interesante, que lleva fecha <strong>del</strong> 16 de julio de 1940, acerca de laconversación en el cuartel general <strong>del</strong> Führer, en presencia de Rosenberg, Lammers y Keitel, iniciada por Hitler con laformulación de <strong>los</strong> siguientes «principios básicos»: «Ahora es esencial no exhibir nuestro objetivo último ante el mundoentero... Por eso no debe resultar obvio que (<strong>los</strong> decretos para el mantenimiento de la paz y <strong>del</strong> orden en <strong>los</strong> territoriosocupados) apuntan a un arreglo final. Todas las medidas necesarias —ejecuciones, desplazamientos— pueden ser yserán realizadas a pesar de ello.» A esto siguió una conversación de la que no ha quedado referencia de palabras deHitler y en la que Hitler no participó. Obviamente no había sido «comprendido» (Documento L 221, en el «Centre deDocumentation Juive»).6 Por lo que se refiere a la confianza de Stalin en que Hitler no atacaría a Rusia véase Stalin: A political Biography, deISAAC DEUTSCHER, Nueva York y Londres, 1949, pp. 454 y ss., y especialmente la nota al pie de la página 458:«Sólo en 1948 reveló el viceprimer ministro, N. Voznesensky, jefe de la Comisión Planificadora <strong>del</strong> Estado, que <strong>los</strong>planes económicos para el tercer trimestre de 1941 estaban basados en la presunción de que habría paz y que, tras elestallido de las hostilidades, se elaboró un nuevo plan, orientado hacia la guerra.» La estimación de Deutscher quedósólidamente confirmada por el informe de Kruschev sobre la reacción de Stalin ante el ataque alemán a la UniónSoviética (véase su «Speech on Stalin» ante el XX Congreso, tal como fue publicado por el Departamento de Estado,The New York Times, 5 de junio de 1956).7 «La educación (en <strong>los</strong> campos de concentración) consiste en disciplina, nunca en ningún tipo de instrucción sobre unabase ideológica, porque la mayoría de <strong>los</strong> prisioneros tienen almas semejantes a las de <strong>los</strong> esclavos» (HEINRICHHIMMLER, Nazi Conspiracy, IV, pp. 616 y ss.).

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