12.07.2015 Views

arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo

arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo

arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo

SHOW MORE
SHOW LESS
  • No tags were found...

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 44o escritores judíos, que apenas lo mencionaron excepto para expresar su sorpresa ante las absurdassospechas alzadas contra el<strong>los</strong>. En las Memorias de <strong>los</strong> políticos <strong>del</strong> último siglo hay muchasobservaciones al respecto en las que se señala que no habrá una guerra porque no la desean <strong>los</strong>Rothschild de Londres, <strong>los</strong> de París o <strong>los</strong> de Viena. Incluso historiador tan sobrio y serio como J. A.Hobson podía declarar en fecha tan tardía como 1905: «¿Puede alguien suponer seriamente quealgún Estado europeo podría emprender una gran guerra, o que se podría suscribir un granempréstito público, si la casa de Rothschild y sus conexiones se opusieran?» 18 . Este error de juicioresulta tan divertido en su ingenua presunción de que todo el mundo es como uno mismo, como lasincera opinión de Metternich según la cual «la casa de <strong>los</strong> Rothschild ha desempeñado en Franciaun papel más importante que cualquier otro Gobierno extranjero», o como su confiada predicciónformulada a <strong>los</strong> Rothschild de Viena poco antes de la revolución austríaca de 1848: «Si mearrojaran a <strong>los</strong> perros, ustedes vendrían conmigo.» La verdad de la cuestión es que <strong>los</strong> Rothschild,como cualquier otro banquero judío, tenían escasa idea política de lo que querían hacer en Francia,por no hablar de un bien definido objetivo que al menos remotamente apuntara a una guerra. Por elcontrario, como sus correligionarios judíos, jamás se aliaron con ningún Gobierno determinado,sino más bien con Gobiernos, con autoridad como tales. Si en esta época y posteriormentemostraron una marcada preferencia por <strong>los</strong> Gobiernos monárquicos contra las Repúblicas, fue sóloporque acertadamente sospechaban que las Repúblicas estaban basadas en mayor grado en lavoluntad popular, de la que instintivamente desconfiaban.En <strong>los</strong> últimos años de la República de Weimar, cuando, ya razonablemente asustados por elfuturo, trataron por una vez de intervenir en política, se reveló cuán profunda era su fe en el Estadoy cuán fantástica su ignorancia de las condiciones de Europa. Con la ayuda de unos pocos no judíosfundaron entonces ese partido de la clase media que denominaron «partido <strong>del</strong> Estado»(Staatspartei), cuyo nombre constituía una contradicción en sus términos. Estaban taningenuamente convencidos de que su «partido», que aparentemente les representaba en la luchapolítica y social, debería ser el mismo Estado, que jamás llegaron a comprender la relación <strong>del</strong>partido con el Estado. Si alguien se hubiera molestado en tomar en serio a ese partido de respetablesy aturdidos caballeros, hubiera podido deducir tan sólo que la lealtad a cualquier precio era unafachada tras la que se conjuraban siniestras fuerzas para apoderarse <strong>del</strong> Estado.De la misma manera que <strong>los</strong> judíos ignoraron completamente la creciente tensión entre el Estadoy la sociedad, fueron también <strong>los</strong> últimos en ser conscientes de que las circunstancias les habíanconducido al centra <strong>del</strong> conflicto. Por eso nunca supieron cómo valorar el antisemitismo o, másbien, nunca reconocieron el momento en el que la discriminación social se transformó en argumentopolítico. Porque durante más de cien años el antisemitismo se había abierto camino lenta ygradualmente en casi todos <strong>los</strong> estratos sociales de casi todos <strong>los</strong> países europeos hasta que emergiórepentinamente como el único tema sobre el que podía lograrse una opinión casi unificada. La leyconforme a la cual se desarrolló este proceso era simple: cada clase de la sociedad que llegó a estaren conflicto con el Estado se tornó antisemita porque <strong>los</strong> judíos eran el único grupo social queparec í a representar al Estado. Y la única clase que demostró ser casi inmune a la propagandaantisemita fue la de <strong>los</strong> trabajadores, que, absorbidos en la lucha de clases y equipados con unainterpretación marxista de la Historia, jamás llegaron a un conflicto directo con el Estado, sino sólocon otra clase de la sociedad, la burguesía, a la que <strong>los</strong> judíos ciertamente no representaban y de laque nunca fueron parte significativa.La emancipación política de <strong>los</strong> judíos en algunos países a fines <strong>del</strong> siglo XVIII y su discusiónen el resto de la Europa central y occidental originaron, en primer lugar, un cambio decisivo en suactitud hacia el Estado, que fue de alguna manera simbolizado en el encumbramiento de la casa de<strong>los</strong> Rothschild. La nueva política de estos banqueros palaciegos que fueron <strong>los</strong> primeros enconvertirse en banqueros totalmente estatales se hizo evidente cuando ya no se contentaron conservir a un determinado príncipe o Gobierno a través de sus relaciones internacionales con judíospalaciegos de otros países, sino que decidieron establecerse el<strong>los</strong> mismos internacionalmente y18 J. H. HOBSON, Imperialism, 1905, p. 57 de la edición no revisada de 1938.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!