arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo
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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 335su política de despoblación en <strong>los</strong> territorios orientales, pese a la pérdida de mano de obra y a lasserias consecuencias militares, e introdujeron una legislación con la que con carácter retroactivoexportaron parte <strong>del</strong> Código Penal <strong>del</strong> III Reich a <strong>los</strong> países ocupados de Occidente 78 . Apenasexistía una manera más eficaz de hacer pública la reivindicación nazi de una dominación nazi comoel castigar por alta traición cualquier manifestación o acción contra el III Reich, no importandocuándo, dónde o por quién hubiera sido realizada. La ley nazi trataba a todo el mundo como sipotencialmente hubiera caído bajo su jurisdicción, de forma tal que el Ejército ocupante ya no eraun instrumento de conquista que la llevaba a cabo con la nueva ley <strong>del</strong> conquistador, sino un órganoejecutivo que aplicaba una ley, a la que se suponía ya vigente para todo el mundo.La presunción de que la ley nazi obligaba más allá de la frontera alemana y el castigo de <strong>los</strong> noalemanes fueron más que simples recursos de opresión. Los regímenes totalitarios no temen lasimplicaciones lógicas de la conquista mundial aunque operen en otro sentido y resultenperjudiciales para <strong>los</strong> intereses de sus propios pueb<strong>los</strong>. Lógicamente, es indiscutible que un planpara la conquista mundial implica la abolición de las diferencias entre la madre patria conquistadoray <strong>los</strong> territorios conquistados, tanto como la diferencia entre la política exterior y la interior, sobre laque están basadas las instituciones no totalitarias existentes y todas las relaciones internacionales. Siel conquistador totalitario se comporta en todas partes como si estuviese en su propio país, de lamisma forma debe tratar a su propia población como si fuera un conquistador extranjero 79 . Y esperfectamente cierto que el movimiento totalitario se apodera <strong>del</strong> poder muy de la misma maneraque como un conquistador extranjero puede ocupar un país, al que gobierna no verdaderamente enel propio beneficio de éste, sino en el de algo o alguien. Los nazis se condujeron en Alemania comoconquistadores extranjeros cuando, contra to dos <strong>los</strong> intereses nacionales, intentaron, y a mediaslograron, convertir su derrota en una catástrofe final para toda la población alemana; similarmente,en caso de victoria, pretendían extender su política de exterminio a las filas de <strong>los</strong> alemanes«racialmente incapaces» 80 .Una actitud semejante parece haber inspirado después de la guerra la política exterior soviética.El coste de su agresividad es prohibitivo para el mismo pueblo ruso: le privó de <strong>los</strong> grandespréstamos norteamericanos de la posguerra que hubieran permitido a Rusia reconstruir zonasdevastadas e industrializar el país de una forma racional y productiva. La extensión de <strong>los</strong>Gobiernos de la Komintern a través de <strong>los</strong> Balcanes y la ocupación de amplios territorios orientalesno aportó beneficios tangibles, sino que, al contrario, sangró aún más <strong>los</strong> recursos rusos. Pero estapoli-tica servía ciertamente a <strong>los</strong> intereses <strong>del</strong> movimiento bolchevique, que se había extendidosobre más de la mitad <strong>del</strong> mundo habitado.Como un conquistador extranjero, el dictador totalitario considera a las riquezas naturales eindustriales de cada país, incluyendo las <strong>del</strong> propio, como una fuente de botín y un medio depreparar el siguiente paso dentro de una expansión agresiva. Como esta economía de expoliosistemático es realizada en beneficio <strong>del</strong> movimiento y no de la nación, sin ningún pueblo ni ningúnterritorio como su beneficiario potencial, no puede alcanzar posiblemente un punto de saturación en78 En 1940, el Gobierno <strong>del</strong> Reich decretó que <strong>los</strong> <strong>del</strong>itos comprendidos entre la alta traición contra el Reich a las«declaraciones maliciosas y agitadoras contra personalidades destacadas <strong>del</strong> Estado o <strong>del</strong> partido nazi» deberían sercastigados con efecto retroactivo en todos <strong>los</strong> territorios ocupados por Alemania, tanto si habían sido cometidos poralemanes o por naturales de estos países. Véase GILES, op. cit. Por lo que se refiere a las desastrosas consecuencias <strong>del</strong>a Siedlungspolitik en Polonia y Ucrania, véase Trial, op. cit., vols. XXVI y XXIX.79 La expresión se encuentra en Kravchenko, op. cit., p. 303, que, al describir las condiciones en Rusia tras lasuperpurga de 1936-1938, señala: «Si un conquistador extranjero se hubiese apoderado de la maquinaria de la vidasoviética..., difícilmente habría sido más profundo y cruel el cambio.»80 Hitler, durante la guerra, pensó en promulgar una Ley de Sanidad Nacional: «Después de un reconocimiento nacionalpor rayos X, se entregaría al Führer una lista de personas enfermas especialmente de las afectadas por enfermedadespulmo nares y cardíacas. Sobre la base de esta nueva Ley de Sanidad <strong>del</strong> Reich..., a esas familias ya no se les permitiríapermanecer entre el público ni se les dejaría que tuvieran hijos. Lo que suceda a esas familias será objeto de órdenesfuturas <strong>del</strong> Führer.» No se requiere mucha imaginación para suponer cuáles hubieran sido esas futuras órdenes. Elnúmero de personas a las que ya no se les hubiera permitido «permanecer entre el público» habría formado unaconsiderable porción de la población alemana (Nazi Conspiracy, VI, p. 175).