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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 145tiene la fuerza tiene la razón necesitó varios sig<strong>los</strong> (<strong>del</strong> XVII al XIX) para conquistar la ciencianatural y producir la «ley» de la supervivencia de <strong>los</strong> más aptos. Y si, por tomar otro ejemplo, lateoría de De Maistre y de Schelling acerca de las tribus salvajes como vestigios decadentes deantiguos pueb<strong>los</strong> hubiera convenido a <strong>los</strong> medios políticos <strong>del</strong> siglo XIX tanto como la teoría <strong>del</strong>progreso, probablemente nunca hubiéramos podido hablar de <strong>los</strong> «primitivos» y ningún científicohabría perdido su tiempo buscando el «eslabón perdido» entre el mono y el hombre. La culpa no esde ninguna ciencia como tal, sino más bien de ciertos científicos que no se sintieron menoshipnotizados por las ideologías que sus contemporáneos.El hecho de que el racismo es la principal arma ideológica de las políticas imperialistas es tanobvio que parece como si muchos estudiosos prefirieran evitar el frecuentado sendero de la verdadindiscutible. En vez de ello, todavía tiene crédito una antigua y errónea concepción <strong>del</strong> racismocomo un género de exagerado nacionalismo. Y se ignoran generalmente valiosas obras deestudiosos, especialmente en Francia, que han demostrado que el racismo no es sólo un fenómenocompletamente diferente, sino que tiende a destruir el cuerpo político de la nación. Testigos de lagigantesca lucha entre el pensamiento racial y el pensamiento de clase por el dominio de las mentesde <strong>los</strong> hombres modernos, algunos se han mostrado inclinados a ver en uno la expresión de lastendencias nacionales y en otro la expresión de las tendencias internacionales, a creer que uno es lapreparación mental para las guerras nacionales y el otro la ideología de las guerras civiles. Esto hasido posible por obra de la curiosa mezcla de antiguos conflictos nacionales y de nuevos conflictosimperialistas durante la primera guerra mundial, una mezcla en la que <strong>los</strong> viejos slogans nacionalesdemostraron poseer todavía mayor atractivo para las masas de todos <strong>los</strong> países implicados que todos<strong>los</strong> objetivos imperialistas. La última guerra, sin embargo, con sus Quislings y colaboracionistas entodas partes, debería haber demostrado que el racismo puede provocar conflictos civiles en cadapaís y es uno de <strong>los</strong> medios más ingeniosos inventados para la preparación de la guerra civil.Porque la verdad es que el pensamiento racial penetró en la escena de la política activa en elmomento en que <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong> europeos habían preparado y, hasta cierto grado, realizado el nuevocuerpo político de la nación. Desde el mismo comienzo, el racismo, <strong>del</strong>iberadamente, atravesó todaslas fronteras nacionales, tanto si estaban definidas por normas geográficas, lingüísticas,tradicionales, o de cualquier otro tipo, y negó la existencia nacional y política como tal. Elpensamiento racial, más que el pensamiento de clase, fue la sombra siempre presente que acompañóal desarrollo <strong>del</strong> mutuo reconocimiento de las naciones europeas hasta que, finalmente, creció hastaconvertirse en la poderosa arma para la destrucción de estas naciones. Históricamente hablando, <strong>los</strong>racistas tienen un peor historial de patriotismo que todos <strong>los</strong> representantes juntos de las demásideologías internacionales y fueron <strong>los</strong> únicos que, consecuentemente, negaron el gran principiosobre el que se hallan construidas las organizaciones nacionales de <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong>, el principio de laigualdad y la solidaridad de todos <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong>, garantizado por la idea de Humanidad.1. UNA «RAZA» DE ARISTÓCRATAS CONTRA UNA «NACIÓN» DE CIUDADANOSDurante el siglo XVIII, en Francia fue característico el interés por <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong> más diferentes,extraños y aun salvajes. Fue la época en la que las pinturas chinas eran admiradas e imitadas,cuando una de las más famosas obras <strong>del</strong> siglo se tituló Lettres persanes y cuando <strong>los</strong> relatos de <strong>los</strong>viajeros constituían la lectura favorita de la sociedad. La honradez y la sencillez <strong>del</strong> salvaje y de <strong>los</strong>pueb<strong>los</strong> no civilizados significaban un contraste con la complejidad y la frivolidad de la cultura.Mucho antes de que el siglo XIX, con sus oportunidades tremendamente desarrolladas para viajar,llevara a la casa de cada ciudadano medio el mundo no europeo, la sociedad francesa <strong>del</strong> sigloXVIII había tratado de captar espiritualmente el contenido de culturas y de países que se extendíanmucho más allá de las fronteras europeas. Un gran entusiasmo por <strong>los</strong> «nuevos especímenes de laHumanidad» (Herder) henchía <strong>los</strong> corazones de <strong>los</strong> héroes de la Revolución francesa que, junto conla nación francesa, liberaban a cada pueblo de cada color bajo la bandera francesa. Este entusiasmopor <strong>los</strong> países extraños y extranjeros culminó en el mensaje de fraternidad, porque estaba inspirado

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