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arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo

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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 97Tanto la prensa como la comisión investigadora parlamentaria llegaron aproximadamente a lamisma conclusión: la Compañía se hallaba en bancarrota desde hacía varios años. De Lesseps,aseguraron, había vivido con la esperanza de un milagro, acariciando el sueño de que, de algunamanera, llegarían nuevos capitales con <strong>los</strong> que poner manos a la obra. Para conseguir la aprobacióna <strong>los</strong> nuevos préstamos se había visto obligado a sobornar a la prensa, a medio Parlamento y a todos<strong>los</strong> altos funcionarios. Esto, sin embargo, había exigido el empleo de intermediarios, quienes, a suvez, habían demandado exorbitantes comisiones. Así, precisamente lo que inspiró originariamentela confianza pública en la empresa, es decir, el apoyo <strong>del</strong> Parlamento a <strong>los</strong> préstamos, resultó ser alfinal el factor que convertía un no demasiado ortodoxo negocio privado en un chanchullo co<strong>los</strong>al.No había judíos ni entre <strong>los</strong> miembros sobornados <strong>del</strong> Parlamento ni en el Consejo deAdministración de la Compañía. Jacques Reinach y Cornélius Herz, sin embargo, rivalizaron por elhonor de distribuir <strong>los</strong> sobornos entre <strong>los</strong> miembros de la Cámara, el primero entre el ala derecha de<strong>los</strong> partidos burgueses y el segundo en <strong>los</strong> radicales (partidos anticlericales de la pequeñaburguesía) 19 . Reinach fue consejero financiero secreto <strong>del</strong> Gobierno durante la década de <strong>los</strong> años80 20 , y por eso se encargó de sus relaciones con la Compañía de Panamá, mientras que el papel deHerz era doble. Por un lado, servía Reinach como enlace con <strong>los</strong> sectores radicales <strong>del</strong> Parlamento a<strong>los</strong> que el mismo Reinach no tenía acceso. Por otro, esta tarea le proporcionó tal conocimiento <strong>del</strong>alcance de la corrupción, que pudo chantajear constantemente a su jefe y envolverle aún más afondo en el embrollo 21 .Como es natural, al servicio de Herz y de Reinach trabajaban cierto número de pequeñoshombres de negocios judíos. Sus nombres, empero, pueden descansar muy bien en el olvido en elque merecidamente cayeron. Cuanto más incierta era la situación de la Compañía, más elevado,lógicamente, era el interés de la comisión, hasta que al final la Compañía recibía muy escasaporción <strong>del</strong> dinero que se le anticipaba. Poco antes de la bancarrota, Herz recibió por una solatransacción en el Parlamento un anticipo de nada menos que 600.000 francos. El anticipo, sinembargo, fue prematuro. El préstamo no fue otorgado, y <strong>los</strong> accionistas se quedaron sencillamentesin 600.000 francos 22. Todo este sucio asunto acabó desastrosamente para Reinach. Acosado por elchantaje de Herz, acabó por suicidarse 23 .Pero poco antes de su muerte había dado un paso cuyas consecuencias para la judería francesadifícilmente pueden ser exageradas. Había entregado a La Libre Parole, el diario antisemita deEdouard Drumont, su lista de <strong>los</strong> parlamentarios sobornados, <strong>los</strong> llamados «pensionados»,imponiendo como única condición que el diario debería abstenerse de mencionar su nombre cuandopublicara su información. La Libre Parole, un periódico oscuro y políticamente insignificante, setransformó súbitamente en uno de <strong>los</strong> diarios más influyentes <strong>del</strong> país, con una tirada de 300.000ejemplares. La dorada oportunidad que le había proporcionado Reinach fue explotada con uncuidado y una destreza notables. La lista de culpables fue publicada en pequeños fragmentos, deforma tal que centenares de políticos permanecían con el alma en un hilo mañana tras mañana. Eldiario de Drumont, y con él todo el movimiento y la prensa antisemitas, acabaron por convertirse enuna peligrosa fuerza dentro de la III República.El escándalo de Panamá, que, en frase de Drumont, tornó visible lo invisible, aportó consigo dosrevelaciones. En primer lugar, reveló que <strong>los</strong> parlamentarios y <strong>los</strong> altos funcionarios se habíanconvertido en hombres de negocios. En segundo lugar, mostró que <strong>los</strong> intermediarios entre laempresa privada (en este caso, la Compañía) y la maquinaria estatal eran casi exclusivamente19 Véase GEORGES SUAREZ, La Vie orgueilleuse de Clemenceau, París, 1930, página 156.20 Así lo afirmó, por ejemplo, el ex ministro Rouvier ante la Comisión investigadora.21 Barrès (citado por BERNANOS, op. cit., p. 271) comenta la tensión sucintamente: «Si Reinach se había tragado algo,era Cornélius Herz quien sabía cómo hacérselo vomitar.»22 Véase FRANK, op. cit., en el capítulo titulado «Panama»; véase SUÁREZ, obra citada, p. 155.23 La pugna entre Reinach y Herz proporciona al escándalo de Panamá un aire de gangsterismo poco corriente en elsiglo XIX. En su resistencia al chantaje de Herz, Reinach llegó tan lejos como para reclutar la ayuda de ex inspectoresde policía, poniendo un precio de diez mil francos por la cabeza de su rival; véase SUÁREZ, op. cit., Página 157.

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