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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 70Esta diferencia a <strong>los</strong> derechos políticos y civiles sobrevivió a las inocentes relaciones deMen<strong>del</strong>ssohn con <strong>los</strong> hombres cultos e ilustrados de su tiempo; trascendió a <strong>los</strong> salones de aquellasmujeres judías en <strong>los</strong> que se reunía la más brillante sociedad que ha visto nunca Berlín. Estaindiferencia se trocó en franco temor sólo tras la derrota de Prusia en 1806, cuando la introducciónde la legislación napoleónica en extensas regiones de Alemania llevó la cuestión de la emancipaciónjudía a la agenda de la discusión pública. La emancipación liberaría a <strong>los</strong> judíos cultos, junto con elpueblo judío «retrasado», y su igualdad eliminaría esta preciosa distinción sobre la cual, como eranbien conscientes, se hallaba basado su status social. Cuando la emancipación estaba a punto desobrevenir, <strong>los</strong> judíos más asimilados escaparon hacia la conversión al cristianismo, quecaracterísticamente resultaba a <strong>los</strong> judíos soportable y no peligrosa antes de la emancipación, perono después de ésta.El más representativo de estos salones, aquel adonde concurría una sociedad más mezclada detoda Alemania, fue el de Rahel Varnhagen. Su inteligencia original, ni estragada ni dominada por<strong>los</strong> convencionalismos, combinada con un absorbente interés por la gente y con una naturalezaverdaderamente apasionada, hicieron de ella la más brillante y la más interesante de estas mujeresjudías. Las modestas pero famosas veladas en la «buhardilla» de Rahel reunían a aristócratas«ilustrados», intelectuales de la clase media y actores —es decir, a todos aquel<strong>los</strong> que, como <strong>los</strong>judíos, no pertenecían a la sociedad respetable—. Así el salón de Rahel, por definición eintencionalmente, se hallaba establecido en el filo de la sociedad y no compartía ninguna de susconvenciones o prejuicios.Es divertido comprobar cuán estrechamente siguió la asimilación de <strong>los</strong> judíos en la sociedad <strong>los</strong>preceptos que Goethe había propuesto para la educación de su Wilhelm Meister, una novela quehabía de convertirse en el gran mo<strong>del</strong>o para la educación de la clase media. En este libro el jovenburgués es educado por nobles y actores para que pueda aprender a presentar y a representar suindividualidad, y por eso, a progresar desde el modesto status de hijo de burgués al de noble. Paralas clases medias y para <strong>los</strong> judíos, es decir, para aquel<strong>los</strong> que se hallaban fuera de la sociedad de laaristocracia, todo dependía de la «personalidad» y de la capacidad de expresarla. Saber cómointerpretar el papel de lo que uno era parecía la cosa más importante. El hecho peculiar de que lacuestión judía se limitara a una cuestión de educación se hallaba estrechamente relacionado con esteprimer comienzo y tuvo sus consecuencias en la educación p ositivista de las clases medias, tantojudías como no judías, y también en la abundancia de judíos en las profesiones liberales.El encanto de <strong>los</strong> primeros salones berlineses residía en que nada importaba realmente sino lapersonalidad y la singularidad de carácter, talento y expresión. Tal singularidad, que sólo hacíaposible una comunicación casi ilimitada y una intimidad casi irrestringida, no podía serreemplazada ni por el rango, ni por el dinero, ni por el éxito, ni por la fama literaria. El breveencuentro de auténticas personalidades, que se reunían con un príncipe Hohenzollern como LouisFerdinand, con el banquero Abraham Men<strong>del</strong>ssohn, con un autor político y diplomático comoFriedrich Gentz, con Friedrich Schlegel, un escritor de la entonces ultramoderna escuelaromántica —éstos eran unos pocos de <strong>los</strong> más famosos visitantes de la «buhardilla» de Rahel—,concluyó en 1806, cuando, según la anfitriona, este singular lugar de reunión «zozobró como unbarco que contuviera el más elevado solaz». Con <strong>los</strong> aristócratas, <strong>los</strong> intelectuales románticos setornaron antisemitas, y aunque este hecho no significó que grupo alguno renunciara a sus amigosjudíos, la inocencia y el esplendor desaparecieron.El auténtico momento decisivo en la historia social de <strong>los</strong> judíos alemanes no sobrevino en elaño de la derrota prusiana, sino dos años más tarde, cuando, en 1808, el Gobierno decretó la leymunicipal que otorgaba completos derechos cívicos, aunque no políticos, a <strong>los</strong> judíos. En el Tratadode paz de 1807, Prusia había perdido, con sus provincias orientales, la mayoría de su poblaciónjudía; <strong>los</strong> judíos que quedaban dentro de su territorio eran «judíos protegidos» en cualquiereventualidad, es decir, que disfrutaban de derechos cívicos en forma de privilegios individuales. Laemancipación municipal sólo legalizó tales privilegios. Sobrevivió al Decreto de emancipacióngeneral de 1812; Prusia, tras haber recuperado Posen y sus masas judías después de la derrota deNapoleón, rescindió prácticamente el Decreto de 1812, que ahora otorgaría derechos políticos

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