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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 348de otra, cuya deportación haya quedado determinada.Esta consecuente arbitrariedad niega la libertad humana más eficazmente de lo que podríanegarla cualquier tiranía. Uno tiene por lo menos que ser enemigo de una tiranía para ser castigadopor ésta. La libertad de opinión no queda abolida en aquel<strong>los</strong> que son suficientemente valientescomo para arriesgar sus cuel<strong>los</strong>. Teóricamente, la elección de la oposición existe también en <strong>los</strong>regímenes totalitarios; pero semejante libertad queda casi invalidada si la realización de un actovoluntario sólo asegura un «castigo» que cualquiera puede tener que soportar de cualquier forma.En este sistema, la libertad no sólo ha menguado hasta su última y aparentemente todavíaindestructible garantía la posibilidad <strong>del</strong> suicidio, sino que ha perdido su sello distintivo porque lasconsecuencias de su ejercicio son compartidas por personas completamente inocentes. Si Hitlerhubiera tenido tiempo para hacer realidad su sueño de una ley Sanitaria General alemana, el hombreque padeciera una enfermedad pulmonar habría quedado sujeto al mismo destino que un comunistadurante <strong>los</strong> primeros años <strong>del</strong> régimen nazi y que un judío durante <strong>los</strong> últimos. En forma semejante,el adversario <strong>del</strong> régimen que en Rusia sufre el mismo destino que millones de personas enviadas a<strong>los</strong> campos de concentración con objeto de cubrir ciertas cuotas, sólo alivia a la Policía de la tareade la elección arbitraria. El inocente y el culpable son igualmente indeseables.El cambio en el concepto <strong>del</strong> <strong>del</strong>ito y de <strong>los</strong> <strong>del</strong>incuentes determina <strong>los</strong> nuevos métodos de laPolicía Secreta totalitaria. Los <strong>del</strong>incuentes son castigados; <strong>los</strong> indeseables desaparecen de la faz <strong>del</strong>a Tierra; el único rastro que dejan tras de sí es el recuerdo de aquel<strong>los</strong> que les conocieron y lesamaron, y una de las tareas más difíciles de la Policía Secreta consiste en asegurarse de quedesaparecerán incluso semejantes rastros junto con el hombre condenado.Se dice que la Ojrana, predecesora zarista de la GPU, inventó un sistema de archivo en el quecada sospechoso era anotado en una gran tarjeta en el centro de la cual aparecía su nombre dentrode un gran círculo rojo; sus amigos políticos eran designados dentro de círcu<strong>los</strong> rojos menores, ysus amistades no políticas, por círcu<strong>los</strong> verdes; <strong>los</strong> círcu<strong>los</strong> pardos señalaban a personas en contactocon amigos <strong>del</strong> sospechoso, pero no co nocidas personalmente por éste; las interrelaciones entre <strong>los</strong>amigos <strong>del</strong> sospechoso, políticos y no políticos, y <strong>los</strong> amigos de sus amigos, quedaban señaladaspor líneas entre <strong>los</strong> círcu<strong>los</strong> respectivos 116 . Obviamente, las limitaciones de este método veníanimpuestas sólo por el tamaño de las tarjetas, y, teóricamente, una gigantesca y única tarjeta podríamostrar las relaciones e interrelaciones de toda la población. Y éste es el objetivo utópico de laPolicía Secreta totalitaria. Ha renunciado al anhelo de la Policía, que se supone que hace realidad eldetector de mentiras, y ya no trata de averiguar quién es quién o qué piensa quién. (El detector dementiras es quizás el ejemplo más gráfico de la fascinación que este sueño ejerce aparentementesobre la mentalidad de todos <strong>los</strong> policías; porque, obviamente, el complicado mecanismo dedetección difícilmente podrá demostrar nada más que la sangre fría o el temperamento nervioso desus víctimas. Realmente, el razonamiento simplista que subyace en el empleo de este mecanismopuede ser sólo explicado por el deseo irracional de que al fin y al cabo sea posible alguna forma <strong>del</strong>ectura de pensamiento.) Este antiguo sueño resultaba bastante terrible y desde tiempo inmemorialha conducido a la tortura y a las más abominables crueldades. Contaba sólo con una cosa en sufavor: pedía lo imposible. El sueño moderno de la Policía totalitaria, con sus técnicas modernas, esincomparablemente más terrible. Ahora, la Policía sueña con que una mirada al gigantesco mapa enla pared de un despacho baste en cualquier momento dado para determinar quién está relacionadocon quién y en qué grado de intimidad, y, teóricamente, este sueño no es irrealizable aunque suejecución técnica esté llamada a ser algo difícil. Si este mapa existiera realmente, ningún recuerdose alzaría en el camino de la reivindicación totalitaria a la dominación. Semejante mapa podríahacer posible borrar a las personas sin dejar rastros, como si nunca hubieran existido.Si puede confiarse en <strong>los</strong> informes de <strong>los</strong> agentes detenidos de la NKVD, la Policía Secreta rusaha llegado desagradablemente cerca de este ideal de dominación totalitaria. La Policía dispone dedossiers secretos sobre cada habitante <strong>del</strong> vasto país en <strong>los</strong> que se señalan cuidadosamente lasmuchas relaciones que existen entre las personas, desde las casuales a las genuinamente amistosas y116 Véase LAPORTE, op. cit., p. 39.

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