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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 293vez, en un imperio mundial sobre una base nacional 44 . No se satisfacen con la revolución en un paísdeterminado, sino que pretenden la conquista y la dominación <strong>del</strong> mundo. Prometen al pueblo que,al margen de la superioridad en número, territorio y poder estatal, serán capaces de lograr laconquista mundial sólo a través de la organización. En realidad, parte de su fuerza persuasiva sederiva de antiquísimos elementos de superstición. La noción de la existencia ininterrumpida de unasecta internacional que ha perseguido desde la antigüedad <strong>los</strong> mismos objetivos revolucionarios esmuy antigua 45 y ha desempeñado un papel en la literatura política barata desde la Revoluciónfrancesa, aunque a finales <strong>del</strong> siglo XVIII a nadie se le hubiera ocurrido escribir que <strong>los</strong> judíos 46pudieran ser la «secta revolucionaria», esta «nación peculiar... entre todas las naciones civilizadas».Fue el tema de una conspiración global lo que en <strong>los</strong> «Protoco<strong>los</strong>» más atrajo a las masas, porquetan bien se correspondía con la nueva situación <strong>del</strong> poder (en fecha muy temprana Hitler prometióque el movimiento nazi «superaría <strong>los</strong> estrechos límites <strong>del</strong> nacionalismo moderno» 47 , y durante laguerra se realizaron en el seno de las SS tentativas para borrar totalmente <strong>del</strong> vocabularionacionalsocialista la palabra «nación»). Sólo las potencias mundiales parecían seguir teniendo unaposibilidad de supervivencia independiente, y sólo una política global parecía tener una posibilidadde resultados duraderos. También es comprensible que esta situación asustara a las pequeñasnaciones que no eran potencias mundiales. Los «Protoco<strong>los</strong>» parecían ofrecer una salida que nodependía de inalterables condiciones objetivas, sino tan sólo <strong>del</strong> poder de la organización.La propaganda nazi, en otras palabras, descubrió en el «judío supranacional porque esintensamente nacional» 48 al precursor <strong>del</strong> alemán dueño <strong>del</strong> mundo y aseguró a las masas que «lasnaciones que han sido las primeras en ver a través <strong>del</strong> judío y las primeras en combatirle van a serlas primeras en ocupar su puesto en la dominación <strong>del</strong> mundo» 49 . El espejismo de una dominaciónmundial judía ya existente constituyó la base para la ilusión de una futura dominación mundialalemana. En esto es en lo que Himmler pensaba cuando declaró que «debemos el arte de gobernar a<strong>los</strong> judíos», es decir, a <strong>los</strong> «Protoco<strong>los</strong>», que «el Führer (se ha) aprendido de memoria» 50 . Así, <strong>los</strong>«Protoco<strong>los</strong>» presentaban la conquista mundial como una posibilidad práctica y daban porsobreentendido que todo el asunto era una cuestión de capacidad inspirada o de astucia, y que en el44 «Los imperios mundiales surgen de una base nacional, pero se extienden más allá de ella» (Reden).45 HENRY ROLLIN, L’Apocalypse de notre temps, París, 1939, quien considera que la popularidad de <strong>los</strong> «Protoco<strong>los</strong>»sólo es superada por la de la Biblia (p. 40), muestra la semejanza entre el<strong>los</strong> y <strong>los</strong> Monita Secreta, publicados por vezprimera en 1612 y que todavía se vendían en las calles de París en 1939, <strong>los</strong> cuales afirmaban revelar una conspiraciónjesuítica «que justifica todas las villanías y todo el empleo de la violencia... Esta es una campaña auténtica contra elorden establecido» (p. 32).46 Toda la literatura está bien representada por las Recherches politiques et historiques qui prouvent l’existence d’unesecte révolutionnaire, <strong>del</strong> CABALLERO DE MALET, 1817, quien cita extensamente a autores anteriores. Para él, <strong>los</strong>héroes de la Revolución francesa son mannequins de una agence secrète, <strong>los</strong> agentes de <strong>los</strong> francmasones. Perofrancmasonería es sólo el nombre que sus contemporáneos dieron a una «secta revolucionaria» que ha existido en todos<strong>los</strong> tiempos y cuya política ha consistido siempre en atacar «tras la escena, en manipular <strong>los</strong> hi<strong>los</strong> de las marionetas a lasque se juzgue conveniente colocar en el escenario». Empieza por decir: «Probablemente, será difícil creer en un planque fue elaborado en la antigüedad y seguido siempre con la misma constancia: ... <strong>los</strong> autores de la Revolución no sonmás franceses que alemanes, italianos, ingleses, etc. Constituyen una nación peculiar, nacida y desarrollada en laoscuridad, entre todas las naciones civilizadas, con el objetivo de someterlas a su dominación.»Para un extenso examen de esta literatura véase La Franc-Maçonnerie Artésienne au 18e siècle, de E. LESUEUR,«Bibliothèque d’Histoire Revolutionnaire», 1914. Por la extensa y fanática literatura antifrancmasónica en Francia,apenas menos amplia que su contrapartida antisemita, puede advertirse cuán persistentes son estas leyendas deconspiración incluso bajo circunstancias normales. En La Franc-Maçonnerie en France, des origines à 1815, de G.BORD, 1908, puede hallarse una clase de compendio de todas las teorías que vieron en la Revolución francesa elproducto de sociedades secretas conspiradoras.47 Reden. Véase la transcripción de una sesión <strong>del</strong> Comité SS sobre cuestiones laborales en el Cuartel General de las SSen Berlín el 12 de enero de 1943, donde se sugirió que la palabra «nación», concepto cargado de connotaciones <strong>del</strong>iberalismo, debería ser eliminada por inadecuada para <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong> germánicos (Documento 705-PS, en NaziConspiracy and Aggression, V. 515).48 Hitler’s Speeches, ed. Baynes, p. 6.49 GOEBBELS, op. cit., p. 377. Esta promesa, implícita en toda la propaganda antisemita <strong>del</strong> tipo nazi, fue preparadapor HITLER: «El más extremado contraste <strong>del</strong> ario es el judío» (Mein Kampf, libro I, cap. XI).50 «Dossier Kersten», en el Centre de Documentation Juive.

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