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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 326Policía conoce, desde luego, cuál será la decisión; hoy puede ser la división especial de la NKVD;mañana, la red de agentes <strong>del</strong> partido; al día siguiente pueden ser <strong>los</strong> Comités locales o alguna <strong>del</strong>as organizaciones regionales. Entre todos estos departamentos no existe una jerarquía legalmenteenraizada <strong>del</strong> poder o de la autoridad; la única certidumbre es que, eventualmente, uno de el<strong>los</strong> seráelegido para encarnar «la voluntad de la jefatura».La única regla de la que todo el mundo puede estar seguro en un Estado totalitario es que, cuantomás visibles son <strong>los</strong> organismos <strong>del</strong> Gobierno, menor es su poder, y que cuanto menos se conoceuna institución, más poderosa resultará ser en definitiva. De acuerdo con esta norma, <strong>los</strong> soviets,reconocidos por una Constitución escrita como la más alta autoridad <strong>del</strong> Estado, tienen menos poderque el Partido Bolchevique; el Partido Bolchevique, que recluta abiertamente a sus afiliados y esreconocido como la clase dominante, tiene menor poder que la Policía Secreta; el poder auténticocomienza donde empieza el secreto. A este respecto, <strong>los</strong> Estados nazi y bolchevique eran muyparecidos. Su diferencia descansaba principalmente en la monopolización y en la centralización de<strong>los</strong> servicios secretos policíacos en Hitler, por uña parte, y, por otra, en el haz de actividadespolicíacas aparentemente no relacionadas ni conectadas, en Rusia.Si consideramos el Estado totalitario exclusivamente como un instrumento de poder y dejamos almargen <strong>los</strong> aspectos de su eficiencia administrativa, su capacidad industrial y su productividadeconómica, entonces su falta de conformación resulta ser un instrumento idealmente apto para larealización <strong>del</strong> llamado principio <strong>del</strong> jefe. Una continua competencia entre organismos que no sólotienen funciones superpuestas, sino que se hallan encargados de idénticas tareas 43 , no deja casininguna posibilidad de ser efectivos a la oposición o al sabotaje; un rápido desplazamiento en elénfasis que relegue a un organismo a la sombra y eleve a otro a la autoridad puede resolver todos<strong>los</strong> problemas sin que nadie llegue a ser consciente <strong>del</strong> cambio o <strong>del</strong> hecho de que haya existidooposición, siendo ventaja adicional <strong>del</strong> sistema la probabilidad de que el organismo en competenciajamás llegue a conocer su derrota, dado que no es suprimido en absoluto (como en el caso <strong>del</strong>régimen nazi) o es liquidado mucho más tarde, sin relación aparente alguna con la cuestiónespecífica. Esto puede realizarse aún más fácilmente dado que nadie, excepto <strong>los</strong> pocos iniciados,conoce la relación exacta entre las autoridades. Sólo de vez en cuando el mundo no totalitario captaun atisbo de estas condiciones, como, por ejemplo, cuando un alto funcionario en el exteriorconfiesa que un oscuro empleado administrativo de una embajada era su superior inmediato. Enretrospectiva, es a menudo posible determinar por qué ocurrió semejante pérdida de poder o, másbien, lo que en defintiva sucedió. Por ejemplo, no es difícil de comprender hoy por qué, cuandoestalló la guerra, personas como Alfred Rosenberg o Hans Frank fueran destinadas a cargos <strong>del</strong>Estado y eliminadas así <strong>del</strong> verdadero centro <strong>del</strong> poder, es decir, <strong>del</strong> círculo íntimo <strong>del</strong> Führer 44 . Loimportante es que no solamente no conocían las razones de semejantes actos, sino que,presumiblemente, ni siquiera sospecharon que, puestos en apariencia tan relevantes como el degobernador general de Polonia o el de ministro <strong>del</strong> Reich para todos <strong>los</strong> territorios orientales, nosignificaban la cota máxima, sino el final de sus carreras en el nacionalsocialismo. El principio <strong>del</strong>jefe no establece una jerarquía en el Estado totalitario en grado diferente a como actúa en elmovimiento totalitario; la autoridad no se filtra desde arriba a través de capas sucesivas hasta llegara la base <strong>del</strong> cuerpo político, tal como sucede en <strong>los</strong> regímenes autoritarios. La razón de hecho esque no existe jerarquía sin autoridad y que, a pesar de <strong>los</strong> numerosos errores relativos a la llamada«personalidad autoritaria», el principio de la autoridad es en todos <strong>los</strong> aspectos importantesdiametralmente opuesto al de la dominación totalitaria. Al margen por completo de sus orígenes en43 Según el testimonio de uno de sus antiguos subordinados (Nazi Conspiracy, VI, p. 461), era «especialidad deHimmler dar una tarea a dos personas diferentes».44 En el ya mencionado discurso (véase nota 29), Hans Frank mostró que hasta cierto punto deseaba estabilizar elmovimiento, y sus numerosas quejas como gobernador general de Polonia atestiguan una completa falta decomprensión de las tendencias <strong>del</strong>iberadamente antiutilitarias de la política nazi. No puede comprender por qué <strong>los</strong>pueb<strong>los</strong> sometidos son exterminados en vez de explotados. Rosenberg, a <strong>los</strong> ojos de Hitler, era racialmente inseguro,porque pretendía establecer Estados satélites en <strong>los</strong> territorios conquistados <strong>del</strong> Este y no comprendía que la políticademográfica de Hitler se orientaba hacia el despoblamiento de estos territorios.

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