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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 223partidos. Porque frente a <strong>los</strong> movimientos, las diferencias entre <strong>los</strong> partidos carecían ya porcompleto de significado; estaba en juego la existencia de todos el<strong>los</strong> y, en consecuencia, seagruparon y esperaron mantener un statu quo que garantizara esa existencia. Hindenburg seconvirtió en el símbolo de la Nación-Estado y <strong>del</strong> sistema de partidos, mientras que Hitler yThälmann compitieron entre sí para convertirse en el verdadero símbolo <strong>del</strong> pueblo.Tan significativos como la elección de candidatos fueron <strong>los</strong> carteles electorales. Ninguno deel<strong>los</strong> alababa a su candidato por sus propios méritos; <strong>los</strong> carteles de Hindenburg proclamabansimplemente que «un voto por Thälmann es un voto por Hitler», advirtiendo a <strong>los</strong> trabajadores queno perdieran sus votos en un candidato <strong>del</strong> que se tenía la seguridad de que sería derrotado(Thälmann) y de que no favorecieran de esta manera a Hitler. Así fue como se reconciliaron <strong>los</strong>socialdemócratas con Hindenburg, que ni siquiera era mencionado. Los partidos de la derechahicieron el mismo juego y recalcaron que «un voto por Hitler es un voto por Thälmann». Ambos,además, aludieron muy claramente a <strong>los</strong> casos en <strong>los</strong> que <strong>los</strong> nazis y <strong>los</strong> comunistas habían hechocausa común, para convencer a todos <strong>los</strong> miembros legales de cada partido, tanto de la izquierdacomo de la derecha, que la preservación <strong>del</strong> statu quo exigía a Hindenburg. En contraste con lapropaganda a favor de Hindenburg, dirigida a aquel<strong>los</strong> que deseaban el statu quo a cualquier precio—y en 1932 éste significaba el desempleo para casi la mitad <strong>del</strong> pueblo alemán—, <strong>los</strong> candidatos de<strong>los</strong> movimientos tenían que contar con aquel<strong>los</strong> que deseaban un cambio a cualquier precio (inclusoal precio de la destrucción de todas las instituciones legales). Estos eran por lo menos tannumerosos como <strong>los</strong> millones, siempre crecientes, de parados y de sus familias. Los nazis, por eso,no retrocedieron ante el absurdo de afirmar que «un voto por Thälmann es un voto porHindenburg», y <strong>los</strong> comunistas no dudaron en replicar que «un voto por Hitler es un voto porHindenburg», amenazando ambos a sus electores con el temor al statu quo, exactamente de lamisma manera que sus oponentes habían amenazado a sus seguidores con el espectro de larevolución.Tras la curiosa uniformidad <strong>del</strong> método utilizado por quienes apoyaban a <strong>los</strong> candidatos seencontraba la táctica presunción de que el electorado acudiría a las urnas porque estaba asustado —asustado por <strong>los</strong> comunistas, asustado por <strong>los</strong> nazis o asustado por el statu quo. Dentro de estemiedo general, todas las divisiones de clase desaparecían de la escena política; mientras la alianzade partidos para la defensa <strong>del</strong> statu quo oscurecía la antigua estructura de clases mantenida enpartidos separados, la afiliación a <strong>los</strong> movimientos era completamente heterogénea y tan dinámica yfluctuante como el mismo desempleo 109 . Mientras que dentro <strong>del</strong> marco de las institucionesnacionales la izquierda parlamentaria se había unido a la derecha parlamentaria, <strong>los</strong> dosmovimientos se hallaban ocupados conjuntamente en la organización de la famosa huelga detransportes en las calles de Berlín, en noviembre de 1932.Cuando se considera el declive extraordinariamente rápido <strong>del</strong> sistema continental de partidosdebería tenerse en cuenta el muy corto espacio de vida de toda esa institución. No existía en partealguna antes <strong>del</strong> siglo XIX, y en la mayoría de <strong>los</strong> países europeos la formación de <strong>los</strong> partidospolíticos tuvo lugar después de 1848, de forma tal que su reinado como institución indiscutidadentro de la política nacional, duró apenas cuatro décadas. Durante las dos últimas décadas <strong>del</strong> sigloXIX, todas las evoluciones politicas significativas en Francia, tanto como en Austria-Hungría, yatuvieron lugar al margen y en oposición a <strong>los</strong> partidos parlamentarios, mientras que en todas partes<strong>los</strong> «partidos por encima de <strong>los</strong> partidos», más reducidos e imperialistas, desafiaban a la instituciónpara lograr el apoyo popular a una política exterior agresiva e imperialista.Mientras que las ligas imperialistas se colocaban por encima de <strong>los</strong> partidos, en aras de laidentificación con la Nación-Estado, <strong>los</strong> pan-movimientos atacaban a esos mismos partidos como109 El Partido Socialista alemán experimentó un cambio típico desde comienzos de siglo hasta 1933. Antes de la primeraguerra mundial sólo el 10 por 100 de sus afiliados no pertenecían a la clase trabajadora, mientras que el 25 por 100 desus votos procedían de la clase media. En 1930 empero, sólo eran obreros el 60 por 100 de sus miembros y al menos el40 por 100 de sus votos procedían de la clase media. Véase SIGMUND NEUMANN, op. cit., pp. 28 y ss.

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