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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 95monarquismo de la Action Française al nacionalbolchevismo de Doriot y el socialfascismo de Déat.Pero la tercera República no debió su colapso a estos grupos fascistas, numéricamente carentes deimportancia. Al contrario, la simple, aunque paradójica verdad, es que su influencia jamás fue tanreducida como en el momento en que se produjo el colapso. Lo que hizo caer a Francia fue el hechode que ya no contaba con verdaderos dreyfusards, con nadie que creyera que la democracia y lalibertad, la igualdad y la justicia, podían ser defendidas o realizadas bajo la República 9 . Al final, laRepública cayó como fruto maduro en el regazo de la vieja camarilla antidreyfusarde 10 que siemprehabía constituido el meollo de su Ejército, y este hecho sobrevino en una época en que contaba conpocos enemigos, pero casi no tenía amigos. La cerril adhesión a las fórmulas de cuarenta años atrásmuestra claramente en cuán escasa medida era la camarilla de Pétain un producto <strong>del</strong> fascismoalemán.Mientras que Alemania la seccionaba astutamente y arruinaba toda su economía mediante lalínea de demarcación, <strong>los</strong> dirigentes de Francia en Vichy jugaban con la antigua fórmula de Barrèsde las «provincias autónomas», lisiándola aún más. Introdujeron una legislación antijudía másrápidamente que cualquier Quisling, jactándose mientras tanto de que no necesitaban importar deAlemania el antisemitismo y de que su ley relativa a <strong>los</strong> judíos difería en puntos esenciales de la <strong>del</strong>Reich. 11Trataron de movilizar al clero católico contra <strong>los</strong> judíos sólo para hacer patente que <strong>los</strong>sacerdotes no sólo habían perdido su influencia política, sino que ya no eran antisemitas. Perofueron <strong>los</strong> mismos obispos y sínodos a <strong>los</strong> que el régimen de Vichy deseaba convertir de nuevo enpoderes políticos, <strong>los</strong> que formularon la más categórica protesta contra la persecución de <strong>los</strong> judíos.No es el caso Dreyfus con sus procesos, sino el affaire Dreyfus en su totalidad, el que ofrece unprimer destello <strong>del</strong> siglo XX. Como Bernanos señaló en 1931 12 , «el affaire Dreyfus ya pertenece aesa trágica era que desde luego no concluyó con la pasada guerra. El affaire revela el mismocarácter inhumano, preservando entre el oleaje de pasiones irrefrenadas y las llamaradas de odio uncorazón inconcebiblemente frío y duro». No fue ciertamente en Francia donde pudo hallarse laverdadera secuela <strong>del</strong> affaire, pero no es difícil hallar muy lejos de allí la razón por la que Franciafue presa tan fácil para la agresión nazi. La propaganda de Hitler empleaba un lenguaje muyfamiliar y nunca completamente olvidado. El hecho de que el «cesarismo» 13 de la Action Françaisey el nacionalismo nihilista de Barrès y de Maurras nunca triunfaran en su forma original es debido auna variedad de causas, todas ellas negativas. Carecían de una visión social y eran incapaces detraducir en términos populares aquellas fantasmagorías mentales que había engendrado su despreciopor el intelecto.Aquí nos referimos esencialmente a las orientaciones políticas <strong>del</strong> «affaire Dreyfus» y no a <strong>los</strong>9 Que ni siquiera lo creía Clemenceau hacia el final de su vida lo revela claramente una observación recogida por RENÉBENJAMIN, Clemenceau dans la retraite, París, 1930, p. 249: «¿Esperanza? ¡Imposible! ¿Cómo puedo esperar algocuando ya no tengo fe en lo que me alzó, es decir, en la democracia?»10 Weygand, conocido miembro de la Action Française, fue en su juventud un antidreyfusard. Fue uno de <strong>los</strong>suscriptores <strong>del</strong> «Memorial de Henry», abierto por La Libre Parole en honor <strong>del</strong> infortunado coronel Henry, que purgócon su suicidio la falsificación cometida mientras pertenecía al Estado Mayor. La lista de suscriptores fue más tardepublicada por Quillard, uno de <strong>los</strong> editores de L'Aurore (el periódico de Clemenceau), bajo el título de Le MonumentHenry, París, 1899. Por lo que a Pétain se refiere, pertenecía al Estado Mayor <strong>del</strong> Gobierno militar de París de 1895 a1899, época en que nadie que no hubiese sido un declarado antidreyfusard podría haber estado en ese organismo. VéaseCONTAMINE DE LATOUR, «Le Maréchal Pétain», en Revue de Paris, I, 57-69. D. W. BROGAN, op. cit., p. 382,observa pertinentemente que de <strong>los</strong> cinco mariscales de la Primera Guerra Mundial, cuatro (Foch, Pétain, Lyautey yFayolle) eran ma<strong>los</strong> republicanos, mientras que el quinto, Joffre, mostraba unas bien conocidas inclinaciones clericales.11 El mito de que fue obra de la presión <strong>del</strong> Reich la legislación antijudía de Pétain, que afectó a oasi toda la juderíafrancesa, ha sido explotado en la misma Francia. Véase especialmente la obra de YVES SIMON, La Grande crise de laRépublique française: observations sur la vie politique des français de 1918 à 1938, Montreal, 1941.12 Véase GEORGES BERNANOS, La grande peur des bien-pensants, Edouard Drumont, París, 1931, p. 262.13 WALDEMAR GURIAN, Der integrale Nationalismus in Frankreich: Charles Maurras und die Action Française,Franofort <strong>del</strong> Main, 1931, formula una clara distinción entre el movimiento monárquico y otras tendenciasreaccionarias. El mismo autor discute el caso de Dreyfus en su Die politischen und sozialen Ideen des französischenKatholizismus, M. Gladbach, 1929.

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