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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 178abandonaron el país, sino que se instalaron allí permanentemente 54 en una posición singular para ungrupo blanco: ni pertenecían a la «sangre vital» de África ni al grupo de «blancos pobres». En vezde ello, comenzaron inmediatamente a construir aquellas industrias y profesiones que, según laopinión sudAfricana, son «secundarias» porque no están relacionadas con el oro 55 . Los judíos seconvirtieron en fabricantes de muebles y de ropas, en comerciantes y en miembros profesionales,médicos, abogados y periodistas. En otras palabras, por bien que hubieran creído haberseacomodado a las condiciones <strong>del</strong> populacho en el país y a su actitud racial, <strong>los</strong> judíos habían roto sumás importante norma introduciendo en la economía sudafricana un factor de normalidad yproductividad, con el resultado de que cuando Mr. Malan presentó al Parlamento una ley paraexpulsar a todos <strong>los</strong> judíos de la Unión, tuvo el apoyo entusiasta de todos <strong>los</strong> blancos pobres y detoda la población afrikander 56 .Este cambio en la función económica, la transformación de la judería sudafricana, que paso derepresentar <strong>los</strong> más sombríos caracteres en el sombrío mundo <strong>del</strong> oro y de la raza a constituir laúnica parte productiva de la población, surgió como una confirmación curiosamente tardía de <strong>los</strong>temores originales de <strong>los</strong> boers. No habían odiado tanto a <strong>los</strong> judíos como intermediarios de lariqueza superflua o como representantes <strong>del</strong> mundo <strong>del</strong> oro, sino que les habían temido ydespreciado como la verdadera imagen de <strong>los</strong> uitlanders, que tratarían de convertir al país en partenorma productora de la civilización occidental, cuyos motivos de rentabilidad, al menos,representaban un peligro mortal para el mundo fantasmal de la raza. Y cuando <strong>los</strong> judíos quedaronfinalmente aislados de la dorada corriente vital de <strong>los</strong> uitlanders y no pudieron abandonar el paíscomo todos <strong>los</strong> demás extranjeros habrían hecho en circunstancias similares, desarrollando en lugarde ello industrias «secundarias», <strong>los</strong> boers resultaron estar en lo cierto. Los judíos, enteramente porsí mismos y sin ser la imagen de algo o de alguien, se convirtieron en una amenaza real para lasociedad racial. Todavía hoy, <strong>los</strong> judíos tienen contra sí la concertada hostilidad de todos aquel<strong>los</strong>que creen en la raza o en el oro —y que constituyen prácticamente el conjunto de la poblacióneuropea de Sudáfrica—. Sin embargo, no pueden hacer ni harán causa común con el otro únicogrupo que lenta y gradualmente está siendo recuperado de la sociedad racial: el de <strong>los</strong> trabajadoresnegros, cada vez más y más conscientes de su humanidad bajo el impacto <strong>del</strong> trabajo regular y de lavida urbana. Aunque el<strong>los</strong>, en contraste con <strong>los</strong> «blancos», tienen un genuino origen racial, noposeen el fetiche de la raza y la abolición de la sociedad racial significa sólo la promesa de suliberación.En contraste con <strong>los</strong> nazis, para quienes el racismo y el antisemitismo eran grandes armaspolíticas para la destrucción de la civilización y el establecimiento de un nuevo cuerpo político, elracismo y el antisemitismo son cosa corriente y consecuencia natural <strong>del</strong> statu quo en Sudáfrica. Nonecesitaron el nazismo para su nacimiento e influyeron sobre el nazismo sólo de forma indirecta.Existieron, sin embargo, efectos de boomerang reales e inmediatos de la sociedad racial deSudáfrica en el comportamiento de <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong> europeos: como la mano de obra barata, india ychina, había sido importada en África allí donde la aportación interior quedó temporalmenteinterrumpida 57 , se advirtió inmediatamente un cambio de actitud hacia <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong> de color de Asia,54 Entre 1924 y 1930 llegaron a Sudáfrica 12.319 judíos, mientras que sólo 461 dejaron el país. Estas cifras son muysorprendentes si se tiene en cuenta que la inmigración total durante el mismo período, tras deducir el número deemigrantes, supuso 14.241 personas (véase SCHULTZE, op. cit.) . Si comparamos estas cifras con el cuadro deinmigración de la nota 6 se advierte que <strong>los</strong> judíos constituyeron aproximadamente un tercio de la inmigración total aSudáfrica durante la década de <strong>los</strong> 20 y que, en agudo contraste con otras categorías de uitlanders, se instalaronpermanentemente: su participación en la emigración anual es inferior al 2 por 100.55 «Los fanáticos dirigentes nacionalistas afrikaaners han deplorado el hecho de que hubiera en la Unión 102.000judíos; la mayoría son empleados administrativos, empresarios industriales, comerciantes o miembros de profesionesliberales. Los judíos levantaron muchas de las industrias secundarias de África <strong>del</strong> Sur, es decir, de las que no estabanrelacionadas con las minas de oro y de diamantes, concentrándose especialmente en la fabricación de prendas de vestiry de muebles» (JAMES, op. cit. p. 46).56 Ibid., pp. 67 y 68.57 Durante el siglo XIX, más de 100.000 coolies indios fueron importados por las plantaciones de caña de azúcar deNatal. A éstos siguieron <strong>los</strong> trabajadores chinos de las minas, que en 1907 totalizaban 55.000. En 1910, el Gobierno

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