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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 85Revolución, pero el glorioso siglo de la nation par excellence llegaba a su fin 60 y París fueabandonado, sin significación política y sin esplendor social, a la vanguardia intelectual de todos <strong>los</strong>países. Francia desempeñó un papel muy pequeño en el siglo XX, que comenzó, inmediatamentedespués de la muerte de Disraeli, con la rebatiña de Africa y con la competencia por el dominioimperialista en Europa. Su declive, por eso, en parte provocado por la expansión económica de otrasnaciones y, en parte, por desintegración interna, pudo asumir formas y seguir leyes que parecíaninherentes a la Nación-Estado.Hasta cierto punto, lo que pasó en Francia en las décadas de <strong>los</strong> 80 y <strong>los</strong> 90 sucedió treinta ocuarenta años más tarde en todas las Naciones-Estados de Europa. A pesar de las distanciascronológicas, las Repúblicas de Weimar y de Austria tenían históricamente mucho en común con laIII República, y ciertas estructuras políticas y sociales de Alemania y Austria en las décadas de <strong>los</strong>20 y <strong>los</strong> 30 parecían seguir casi conscientemente el mo<strong>del</strong>o de la Francia fin-de-siècle.En cualquier caso, el antisemitismo <strong>del</strong> siglo XIX alcanzó su cota máxima en Francia, y fuederrotado porque siguió siendo una cuestión de política interior sin contacto con tendenciasimperialistas, que allí no existían. Las características principales de este tipo de antisemitismoreaparecieron en Alemania y en Austria tras la primera guerra mundial, y su efecto social sobre lasrespectivas juderías fue casi el mismo, aunque menos agudo, menos extremado y más alterado porotras influencias 61 .La razón principal, sin embargo, para la elección de <strong>los</strong> salones <strong>del</strong> Faubourg Saint-Germaincomo un ejemplo <strong>del</strong> papel de <strong>los</strong> judíos en la sociedad no judía es la de que en ninguna otra parteha existido una sociedad igualmente grande o una más fidedigna documentación sobre ella. CuandoMarcel Proust, él mismo medio judío y dispuesto a identificarse como judío en situaciones deemergencia, comienza a buscar el «tiempo perdido», escribió realmente lo que uno de <strong>los</strong> críticosque le admiraban denominó una apologia pro vita sua. La vida <strong>del</strong> más importante escritor de laFrancia <strong>del</strong> siglo XX transcurrió exclusivamente en sociedad. Todos <strong>los</strong> acontecimientos se lepresentaban como reflejados en la sociedad y reconsiderados por el individuo, de forma tal que lasreflexiones y las reconsideraciones constituyen la específica realidad y la urdimbre <strong>del</strong> mundo deProust 62 . A través de A la búsqueda <strong>del</strong> tiempo perdido, el individuo y sus reconsideracionespertenecen a la sociedad, incluso cuando se retira a la muda y aislada soledad en la que el propioProust desapareció finalmente cuando decidió escribir su obra. Allí su vida interior, que insistía entransformar todos <strong>los</strong> acontecimientos mundanos en experiencias interiores, se tornó como unespejo en cuya reflexión podía aparecer la verdad. El contemplador de la experiencia interna seasemeja al observador de la sociedad hasta el punto de que carece de una inmediata proximidad a lavida y de que percibe la realidad sólo si es reflejada. Proust, nacido en el filo de la sociedad, perotodavía legítimamente dentro de ella aunque fuera como forastero, amplió esta experiencia internahasta incluir toda la gama de aspectos tal como aparecían y eran reflejados por todos <strong>los</strong> miembrosde la sociedad.No hay, desde luego, mejor testigo de este período en el que la sociedad se había emancipadocompletamente de las tareas públicas y cuando la misma política se estaba convirtiendo en parte <strong>del</strong>a vida social. La victoria de <strong>los</strong> valores burgueses sobre el sentido ciudadano de responsabilidadsignificó la descomposición de las cuestiones políticas en sus deslumbrantes y fascinantes reflejos60 YVES SIMON, La Grande Crise de la République Française, Montreal, 1941, página 20: «El espíritu de laRevolución Francesa sobrevivió a la derrota de Napoleón durante más de un siglo... Triunfó, pero sólo para esfumarseinadvertidamente el 11 de noviembre de 1918. ¿La Revolución Francesa? Sus fechas han de corresponder seguramentea <strong>los</strong> años 1789 y 1918.»61 El hecho de que ciertos fenómenos psicológicos no se produjeran de forma tan aguda entre <strong>los</strong> judíos alemanes yaustríacos, puede ser parcialmente debido a la fuerte influencia <strong>del</strong> movimiento sionista sobre <strong>los</strong> intelectuales judíos deesos dos Países. El sionismo, durante la década siguiente a la primera guerra mundial, e incluso en la década queprecedió a ésta, debió su fuerza no tanto a su penetración Política (y no determinó convicciones políticas) como a suanálisis crítico de las r eacciones psicológicas y de <strong>los</strong> hechos sociológicos. Su influencia fue principalmente Pedagógicay sobrepasó el círculo relativamente pequeño de <strong>los</strong> miembros <strong>del</strong> movimiento sionista.62 Compárense con las interesantes observaciones sobre el tema, formuladas por E. LEVINAS, «L'Autre dans Proust»,en Deucalion, núm. 2, 1947.

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