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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 183<strong>del</strong> deber» 63 hacia la gloria de la Gran Bretaña que «había dado nacimiento a una clase defuncionarios que poseían tanto el deseo como la capacidad de gobernar» 64 , declinó en 1864 elpuesto de virrey y rechazó diez años más tarde el cargo de secretario de Estado para <strong>los</strong> AsuntosExteriores. En vez de tales honores, que hubieran satisfecho a un hombre de menor categoría, seconvirtió en el oscuro y todopoderoso cónsul general británico en Egipto desde 1883 a 1907. Allí seconvirtió en el primer administrador imperialista, ciertamente «no inferior a nadie entre quienes porsus servicios han dado gloria a la raza británica» 65 ; quizá también el último en morir con uninalterado orgullo: «Que esto baste para galardón de Britannia / Jamás se ganó premio más noble /Las bendiciones de un pueblo liberado / La conciencia <strong>del</strong> deber cumplido» 66 .Cromer fue a Egipto porque comprendió que «el inglés que se extendía para retener a su amadaIndia (tenía que) plantar un pie firme en las orillas <strong>del</strong> Nilo» 67 . Egipto era para él sólo un medioencaminado a un fin, una expansión necesaria para la seguridad de la India. Casi en el mismomomento resultaba que otro inglés ponía <strong>los</strong> pies en el continente Africano, aunque en su extremoopuesto y por opuestas razones: Cecil Rhodes fue a Sudáfrica y salvó a la Colonia de El Cabodespués de que había perdido toda importancia para la «amada India» <strong>del</strong> inglés. Las ideas deRhodes acerca de la expansión eran mucho más avanzadas que las de su más respetable colega <strong>del</strong>Norte; para él la expansión no necesitaba justificarse con motivos tan sensibles como la retenciónde lo que ya se poseía. La «expansión lo era todo», y la India, Sudáfrica y Egipto eran igualmenteimportantes o igualmente insignificantes como escalones de una expansión exclusivamente limitadapor el tamaño de la Tierra. Existía ciertamente un abismo entre el megalómano vulgar y el hombreculto consciente de sus sacrificios y sus deberes; sin embargo, llegaron aproximadamente aresultados idénticos y fueron igualmente responsables <strong>del</strong> «Gran Juego» <strong>del</strong> sigilo, que no resultabamenos insano ni menos dañoso en política que el mundo fantasmal de la raza.La sorprendente semejanza entre la dominación de Rhodes en África <strong>del</strong> Sur y la dominación deCromer en Egipto estribaba en que ambos consideraban a <strong>los</strong> países no como fines deseables en símismos, sino simplemente como medios para un objetivo supuestamente más elevado. Eransimilares por eso en su indiferencia y distanciamiento, en su genuina falta de interés por sussúbditos, actitud que difería tanto de la crueldad y de la arbitrariedad de <strong>los</strong> déspotas nativos deAsia como de la explotadora negligencia de <strong>los</strong> conquistadores o de la insana y anárquica opresiónde una tribu racial por otra. Tan pronto como Cromer comenzó a dominar en Egipto en favor de laIndia, perdió su papel de protector de «pueb<strong>los</strong> atrasados» y ya no pudo creer sinceramente que el«propio interés de las razas sometidas es la base principal de toda la fábrica imperial» 68 .El distanciamiento se convirtió en la nueva actitud de todos <strong>los</strong> miembros de la Administraciónbritánica; era una forma de gobernar más peligrosa que el despotismo y la arbitrariedad, porque nisiquiera toleraba el último eslabón entre el déspota y sus súbditos, que está constituido por <strong>los</strong>sobornos y las dádivas. La misma integridad de la Administración británica hacía a este Gobiernodespótico más inhumano e inaccesible a sus súbditos de lo que nunca había sido el de <strong>los</strong>dominadores asiáticos o el de <strong>los</strong> conquistadores implacables 69 . La integridad y el distanciamientoeran símbo<strong>los</strong> de una absoluta división de intereses, hasta el punto de que ni siquiera se les permitíaque entraran en conflicto. En comparación, la explotación, la opresión o la corrupción aparecíancomo salvaguardias de la dignidad humana, porque el explotador y el explotado, el opresor y eloprimido, el corruptor y el corrompido, todavía vivían en el mismo mundo, todavía compartían <strong>los</strong>mismos ideales, luchaban entre sí por las mismas cosas; y es este tertium comparationis lo que fuedestruido por el distanciamiento. Lo peor de todo fue el hecho de que el distante administrador era63 LAWRENCE J. ZETLAND, Lord Cromer, 1932, p. 16.64 Lord CROMER, «The Government of Subject Races», en Edinburgh Revíew, enero de 1908.65 Lord Curzon, en el descubrimiento de una lápida en memoria de Cromer (véase ZETLAND, op. cit., p. 362).66 Cita de un largo poema de CROMER (véase ZETLAND, op. cit., pp. 17 y 18).67 De una carta que Lord Cromer escribió en 1882 (ibídem, p. 87).68 Lord CROMER, op. Cit.69 El soborno «era quizás la institución más humana entre la maraña de alambradas <strong>del</strong> orden ruso». MOISSAYE J.OLGIN, The Soul of the Russian Revolution, Nueva York, 1917.

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