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arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo

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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 186anónimas a las que se supone que sirve para mantener en movimiento a todo el proceso; seconsiderará a sí mismo como una simple función y, eventualmente, considerará a semejantefuncionalidad como la encarnación de la tendencia dinámica, su realización más elevada posible.Entonces, como Rhodes era lo suficientemente loco para decir, «no podría hacer nada mal, todo loque hiciera estaría bien. Su obligación estribaría en hacer lo que deseara. Se sentiría un dios —ynada menos» 82 . Pero lord Cromer apuntaba cuerdamente al mismo fenómeno de la autodegradaciónvoluntaria de <strong>los</strong> hombres en simples instrumentos o simples funciones cuando llamó a <strong>los</strong>burócratas «instrumentos de incomparable valor en la ejecución de una política de imperialismo» 83 .Es obvio que estos agentes secretos y anónimos de la fuerza de expansión no sentían obligaciónalguna respecto de las leyes elaboradas por el hombre. La única «ley» que obedecían era la «ley» <strong>del</strong>a expansión, y la única prueba de su «legalidad» era el éxito. Tenían que hallarse completamentedispuestos a esfumarse en el olvido cuando quedara demostrado su fracaso, si por alguna razón yano eran «instrumento de incomparable valor». Mientras que tuvieran éxito, el sentimiento dehallarse encarnando fuerzas mayores que el<strong>los</strong> mismos les haría relativamente fácil la renuncia eincluso el desprecio <strong>del</strong> aplauso y la glorificación. Eran monstruos de presunción en sus éxitos ymonstruos de modestia en sus fracasos.En la base de la burocracia como forma de gobierno y de su inherente sustitución de la ley pordecretos temporales y mudables se halla esta superstición de una posible y mágica identificación <strong>del</strong>hombre con las fuerzas de la Historia. El ideal de semejante cuerpo político será siempre el hombreque entre bastidores mueve <strong>los</strong> hi<strong>los</strong> de la Historia. Cromer rehuyó finalmente todo «instrumentoescrito y, desde luego, todo lo que es tangible» 84 en sus relaciones con Egipto —incluso unaproclamación de la anexión— para estar libre de obedecer exclusivamente a la ley de la expansión,sin la obligación de un Tratado elaborado por el hombre. De esta manera rehúye el burócrata todaley general, atendiendo por decreto a cada situación aislada, porque la estabilidad inherente a la leyamenaza con establecer una comunidad permanente en la que nadie pueda posiblemente ser diosporque todos tengan que obedecer a una ley.Las dos figuras claves en este sistema, cuya verdadera esencia es el proceso sin objetivo, son elburócrata, por una parte, y el agente secreto, por otra. Ambos tipos, mientras sirvieronexclusivamente al imperialismo británico, no desmintieron que descendían de <strong>los</strong> matadores dedragones y de <strong>los</strong> protectores de <strong>los</strong> débiles y por eso nunca impulsaron a <strong>los</strong> regímenesburocráticos a sus inherentes extremos. Un burócrata británico, casi dos décadas después de lamuerte de Cromer, sabía que las «matanzas administrativas» podían mantener a la India dentro <strong>del</strong>Imperio británico; pero también conocía cuán utópico sería tratar de obtener el apoyo de <strong>los</strong> odiados«departamentos ingleses» para la realización de un plan, por lo demás, completamente realista 85 .Lord Curzon, virrey de la India, no mostró nada de la nobleza de Cromer y resultó ser un elementocompletamente característico de una sociedad que se inclinaba cada vez más a aceptar las normasraciales <strong>del</strong> populacho si se le ofrecían bajo el aspecto de snobismo a la moda 86 . Pero el snobismo82 MILLIN, op. cit., p. 9283 CROMER, op. cit.84 De una carta de Lord Cromer a Lord Rosebery, en 1866. ZETLAND, op. cit., página 134.85 «El sistema indio de Gobierno por informes resultaba... sospechoso (en Inglaterra). En la India no existía juicio porjurado y <strong>los</strong> jueces eran todos funcionarios pagados de la Corona, muchos de el<strong>los</strong> amovibles a placer... Algunosjuristas se sentían más que incómodos ante el éxito <strong>del</strong> experimento indio. ‘Si —decían— funcionan tan bien en la Indiael despotismo y la burocracia, ¿acaso no podrán ser alguna vez empleados como argumento para introducir aquí algo<strong>del</strong> mismo sistema?'.» En cualquier caso, el Gobierno de la India «sabía muy bien que tenía que justificar su existenciay su política ante la opinión pública de Inglaterra y sabía muy bien que la opinión pública jamás toleraría la opresión»(A. CARTHILL, op. cit., pp. 41, 42 y 70).86 HAROLD NICHOLSON, en su Curzon: The Last Phase 1919-1925, Boston-Nueva York, 1934, cuenta la siguientehistoria: «En Flandes, tras las líneas, había una fábrica de cerveza en cuyos tanques se bañaban <strong>los</strong> soldados al volver <strong>del</strong>as trincheras. Curzon fue llevado a ver esta dantesca exhibición. Contempló con interés aquel<strong>los</strong> centenares de hombresdesnudos retozando entre nubes de vapor. ‘¡Válgame Dios! —dijo—. No tenía idea de que las clases inferiores tuvieranla piel tan blanca.’ Curzon negaba la autenticidad de esta anécdota, pero no dejaba por ello de agradarle» (pp. 47-48).

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