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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 259nazismo como la ausencia de estratificación social en la inmensa población rural de Rusia (ese«gran cuerpo fláccido, desprovisto de educación política, casi inaccesible a las ideas capaces deennoblecer la acción» 19 ) fue para el derrocamiento <strong>del</strong> Gobierno democrático de Kerensky a manosde <strong>los</strong> bolcheviques. Las condiciones en la Alemania prehitleriana son indicativas de <strong>los</strong> peligrosimplícitos en el desarrollo de la parte occidental <strong>del</strong> mundo, dado que, con el final de la segundaguerra mundial, el mismo dramático acontecimiento de ruptura <strong>del</strong> sistema de clases se ha repetidoen casi todos <strong>los</strong> países europeos, mientras que <strong>los</strong> acontecimientos de Rusia indican claramente ladirección que pueden tomar <strong>los</strong> inevitables cambios revolucionarios en Asia. Prácticamentehablando, será de escasa diferencia el que <strong>los</strong> movimientos totalitarios adopten el marco <strong>del</strong>nazismo o el <strong>del</strong> bolchevismo, organicen las masas en nombre de la raza o de la clase, pretendanseguir las leyes de la vida y de la Naturaleza o las de la dialéctica y la economía.La indiferencia ante <strong>los</strong> asuntos públicos, la neutralidad en <strong>los</strong> asuntos políticos, no son en símismas causa suficiente para el auge de <strong>los</strong> movimientos totalitarios. La sociedad competitiva yadquisitiva de la burguesía ha producido la apatía, incluso la hostilidad, hacia la vida pública nosólo, y ni siquiera primariamente, en <strong>los</strong> estratos sociales que fueron explotados y excluidos de laparticipación activa en la dominación <strong>del</strong> país, sino, en primer lugar, dentro de su propia clase. Ellargo período de falsa modestia, cuando la burguesía se contentaba con ser la clase dominante en lasociedad sin aspirar a la dominación política, que de buena gana dejaba a la aristocracia, fueseguido por la era imperialista, durante la cual la burguesía se tornó crecientemente hostil a lasinstituciones nacionales existentes y comenzó a reclamar el ejercicio <strong>del</strong> poder político y aorganizarse para ejercerlo. Tanto la primitiva apatía como la ulterior exigencia de direccióndictatorial monopolista de <strong>los</strong> asuntos exteriores de la nación tenían sus raíces en un estilo y en unafi<strong>los</strong>ofía de vida tan insistente y exclusivamente centrados en el éxito y el fracaso <strong>del</strong> individuo, enla implacable competencia que <strong>los</strong> deberes y responsabilidades de un ciudadano sólo podíanconsiderarse como un innecesario drenaje de su tiempo y sus energías forzosamente limitados. Estasactitudes burguesas resultan muy útiles para aquellas formas de dictadura en las que un «hombrefuerte» asume por sí la inquietante responsabilidad de <strong>los</strong> asuntos públicos; constituyen unobstáculo positivo a <strong>los</strong> movimientos totalitarios, que no pueden tolerar al individualismo burguésmás que a cualquier otro tipo de individualismo. Las secciones apáticas de una sociedad dominadapor la burguesía, por poco deseosas que puedan estar de asumir las responsabilidades de <strong>los</strong>ciudadanos, mantienen intactas sus personalidades aunque sólo sea porque sin ellas difícilmentepodrían esperar sobrevivir en la lucha competitiva por la vida.Las diferencias decisivas entre las organizaciones <strong>del</strong> populacho <strong>del</strong> siglo XIX y <strong>los</strong>movimientos de masas <strong>del</strong> siglo XX son difíciles de percibir, porque <strong>los</strong> modernos dirigentestotalitarios no difieren mucho en psicología y mentalidad de <strong>los</strong> primeros dirigentes <strong>del</strong> populacho,cuyas normas morales y cuyos medios políticos tanto se parecían a <strong>los</strong> de la burguesía. Sinembargo, mientras que el individualismo caracterizaba tanto a la actitud de la burguesía como a la<strong>del</strong> populacho, <strong>los</strong> movimientos totalitarios pueden justamente afirmar que son <strong>los</strong> primerospartidos verdaderamente antiburgueses; ninguno de sus predecesores decimonónicos, ni la Sociedad<strong>del</strong> 10 de Diciembre, que ayudó a subir al poder a Luis Napoleón, ni las brigadas de carniceros <strong>del</strong>affaire Dreyfus, ni <strong>los</strong> Cien Negros de <strong>los</strong> pogroms rusos, ni <strong>los</strong> pan-movimientos, implicaron a susmiembros hasta el punto de llegar a una completa pérdida de las ambiciones y reivindicacio nesindividuales ni llegaron a comprender que una organización podía lograr extinguirpermanentemente la identidad individual y no tan sólo durante el momento de la acción heroicacolectiva.La relación entre la sociedad de clases dominada por la burguesía y las masas que emergieron desu ruptura no es la misma que la relación entre la burguesía y el populacho, que fue un subproductode la producción capitalista. Las masas comparten con el populacho solamente una característica, lade que ambas se hallan al margen de todas las ramificaciones sociales y de la representación políticanormal. Las masas no heredan, como el populacho —aunque en forma pervertida—, las normas y19 Como la describió Máximo Gorki. Véase SOUVARINE, op. cit., p. 290.

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