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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 353cometer crímenes hallarán oportuno organizar<strong>los</strong> en la escala más vasta y más improbable. No sóloporque ello torna inadecuados y absurdos todos <strong>los</strong> castigos proporcionados por el sistema legal,sino porque la misma inmensidad de <strong>los</strong> crímenes garantiza que <strong>los</strong> asesinos, que proclaman suinocencia con toda clase de mentiras, serán más fácilmente creídos que sus víctimas, quienes dicenla verdad. Los nazis ni siquiera llegaron a considerar necesario reservarse para sí mismos estedescubrimiento. Hitler hizo publicar millones de ejemplares de su libro, en el que declaraba quepara tener éxito una mentira tiene que ser enorme —lo que no impidió que la gente le creyera,como, de manera similar, la afirmación de <strong>los</strong> nazis, repetida ad nauseam, de que <strong>los</strong> judíos seríanexterminados como piojos (es decir, con gases venenosos), no impidió a nadie no creerles.Existe una gran tentación de desembarazarse de lo intrínsecamente increíble por medio deracionalizaciones liberales. En cada uno de nosotros acecha un liberal que nos halaga con la voz <strong>del</strong>sentido común. El camino hacia la dominación totalitaria pasa por muchas fases intermedias, paralas cuales podemos hallar numerosos precedentes y analogías. El terror extrordinariamentesangriento de la fase inicial de la dominación totalitaria sirve, desde luego, al propósito exclusivo dederrotar a <strong>los</strong> adversarios y de hacer imposible toda oposición ulterior; pero el terror total comienzasólo después de haber sido superada esta fase inicial y cuando el régimen ya no tiene nada quetemer de la oposición. En este contexto se ha señalado frecuentemente que en semejante caso <strong>los</strong>medios se han convertido en el fin, pero ello es, después de todo, sólo un reconocimiento, bajoparadójico disfraz, de que ya no se aplica la categoría de que «el fin justifica <strong>los</strong> medios», de que elterror ha perdido su «finalidad», de que ya no son <strong>los</strong> medios <strong>los</strong> que asustan a la gente. Tampocobasta ya la explicación de que la revolución, como en el caso de la francesa, está devorando a suspropios hijos, porque el terror continúa incluso después de que haya sido devorado cada uno de <strong>los</strong>que pudieran ser descritos en una capacidad o en otra como hijos de la revolución —las faccionesrusas, <strong>los</strong> centros de poder <strong>del</strong> partido, el Ejército y la burocracia. Muchos de <strong>los</strong> hechos que ennuestros días se han convertido en especialidad <strong>del</strong> Gobierno totalitario son muy bien conocidos através <strong>del</strong> estudio de la Historia. Siempre ha habido guerras de agresión; las matanzas de laspoblaciones hostiles tras una victoria carecieron de frenos hasta que <strong>los</strong> romanos las mitigaronintroduciendo el parcere subjectis; a través de <strong>los</strong> sig<strong>los</strong>, el exterminio de las poblaciones nativascorrió parejas con la colonización de las Américas, Australia y Africa; la esclavitud es una de lasmás antiguas instituciones de la Humanidad, y todos <strong>los</strong> imperios de la antigüedad se hallabanbasados en el trabajo de <strong>los</strong> esclavos propiedad <strong>del</strong> Estado, que erigían sus edificios públicos. Nisiquiera fueron invención de <strong>los</strong> movimientos totalitarios <strong>los</strong> campos de concentración. Emergieronpor vez primera durante la guerra de <strong>los</strong> boers, al comienzo <strong>del</strong> siglo, y siguieron siendo utilizadosen la Unión Sudafricana, tanto como en la India, para «elementos indeseables»; también aquíhallamos por vez primera el término «custodia protectora», que fue más tarde adoptado por el IIIReich. Estos campos corresponden en muchos aspectos a <strong>los</strong> campos de concentración al comienzode la dominación totalitaria; eran utilizados para «sospechosos» cuyos <strong>del</strong>itos no podían serprobados y que no podían ser sentenciados tras procesos legales ordinarios. Todo ello señalaclaramente a <strong>los</strong> métodos totalitarios de dominación; todos éstos son elementos que se utilizan,desarrollan y cristalizan sobre la base <strong>del</strong> principio nihilista de que «todo está permitido», queheredaron y dieron por supuesto. Pero allí donde estas nuevas formas de dominación asumen suestructura auténticamente totalitaria superan este principio, que sigue ligado a <strong>los</strong> motivos utilitariosy al interés propio de <strong>los</strong> dominadores y penetran en un terreno que hasta ahora nos resultabacompletamente desconocido: el terreno donde «todo es posible». Y, de forma bastantecaracterística, éste es precisamente el terreno que no puede quedar limitado ni por motivosutilitarios ni por el interés propio, cualquiera que sea el contenido de éste.Lo que se insurge contra el sentido común no es el principio nihilista de que «todo estápermitido», que se hallaba ya contenido en la concepción utilitaria y decimonónica <strong>del</strong> sentidocomún. Lo que el sentido común y la «gente normal» se niegan a creer es que todo sea posible 129 .En la experiencia presente o recibida tratamos de comprender elementos que simplemente superan129 El primero en comprender esto fue ROUSSET, en L'univers concentrationnaire, 1947.

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