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arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo

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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 50proteger a <strong>los</strong> judíos contra la propaganda antisemita de Stoecker, señaló expressis verbis quequería protestar sólo contra <strong>los</strong> ataques a la «acaudalada judería..., cuyos intereses están ligados a laconservación de nuestras instituciones estatales», y que su amigo Bleichroeder, el banqueroprusiano, no se había quejado de <strong>los</strong> ataques a <strong>los</strong> judíos en general (que pudo haber pasado poralto), sino de <strong>los</strong> ataques a <strong>los</strong> judíos ricos 30El aparente equívoco con el que <strong>los</strong> funcionarios <strong>del</strong> Gobierno, por una parte, protestaban contrala igualdad (especialmente contra la igualdad profesional), o se quejaban un poco más tarde de lainfluencia judía en la prensa y, sin embargo, por otra parte, les querían bien «en todos <strong>los</strong>aspectos» 31 , correspondía mejor a <strong>los</strong> intereses <strong>del</strong> Estado que el primitivo celo <strong>del</strong> reformador. Alfin y al cabo, el Congreso de Viena había devuelto a Prusia las provincias en las que habían vividodurante sig<strong>los</strong> las masas de judíos pobres, y sólo unos pocos intelectuales que soñaban con laRevolución Francesa y <strong>los</strong> Derechos <strong>del</strong> Hombre habían pensado en darles el mismo status que asus hermanos ricos —quienes, ciertamente, eran <strong>los</strong> últimos en clamar por una igualdad de la quesólo podían obtener desventajas. 32 Sabían tan bien como cualquiera que «cada medida legal opolítica en pro de la emancipación de <strong>los</strong> judíos debe conducir necesariamente a una deterioraciónde su situación cívica y social» 33 . Y sabían mejor que nadie cuánto dependía su poder de su posicióny prestigio dentro de las comunidades judías. De esta forma difícilmente hubieran podido adoptarotra política que no fuera la de «procurar conseguir más influencia para sí mismos y mantener a sussemejantes judíos en su aislamiento nacional, pretendiendo que esta separación es parte de su religión.¿Por qué?... Porque <strong>los</strong> demás dependerían de el<strong>los</strong> cada vez más, de forma tal que, comounsere Leute, podrían ser utilizados exclusivamente por quienes se hallaban en el poder» 34 . Y asíresultó que en el siglo XX, cuando la emancipación fue por vez primera un hecho consumado paralas masas judías, el poder de <strong>los</strong> judíos privilegiados desapareció.Se estableció de esta manera una perfecta armonía de intereses entre <strong>los</strong> judíos poderosos y elEstado. Los judíos ricos deseaban y conseguían un control sobre sus hermanos judíos y unasegregación de la sociedad no judía; el Estado podía combinar una política de benevolencia hacia<strong>los</strong> judíos ricos con una discriminación legal contra la intelligentsia judía y una defensa de lasegregación social, tal como se hallaban expresadas en la teoría conservadora de la esencia cristiana<strong>del</strong> Estado.Mientras el antisemitismo de la nobleza careció de consecuencias políticas y amainórápidamente en las décadas de la Santa Alianza, <strong>los</strong> intelectuales liberales y radicales inspiraron yencabezaron un nuevo movimiento inmediatamente después <strong>del</strong> Congreso de Viena. La oposiciónliberal a la política continental <strong>del</strong> régimen policíaco de Metternich y <strong>los</strong> ásperos ataques alGobierno reaccionario prusiano condujeron rápidamente a estallidos antisemitas y a una verdaderariada de folletos antijudíos. Precisamente porque eran mucho menos cándidos y francos en suoposición al Gobierno de lo que había sido el noble Marwitz una década atrás, atacaban a <strong>los</strong> judíosmás que al Gobierno. Preocupados fundamentalmente por la igualdad de oportunidades yrenovaciones», y su sucesor, Federico Guillermo IV, declaró abiertamente que «el Estado no debe hacer nada queimpulse una mezcla entre <strong>los</strong> judíos y <strong>los</strong> otros habitantes» de su reino. ELBOGEN, op. cit., pp. 223, 234.30 En una carta al Kulturminister Puttkammer, en octubre de 1880. Véase también la carta de Herbert von Bismarck aTiedemann, en noviembre de 1880. Ambas cartas aparecen en la obra de WALTER FRANK, Hofrediger Adolf Stoeckerund die christlich-soziale Bewegung, 1928, pp. 304, 305.31 Comentario de August Varnhagen a una observación formulada por Federico Guillermo IV. «Preguntaron al rey quépensaba hacer con <strong>los</strong> judíos. El replicó: ‘Les quiero bien en todos <strong>los</strong> aspectos, pero deseo que sientan que son judíos’.Estas palabras significan una clave para muchas cosas.» Tagebücher, Leipzig, 1861, II, 113.32 El hecho de que la emancipación de <strong>los</strong> judíos tuviera que realizarse contra <strong>los</strong> deseos de <strong>los</strong> representantes judíos erabien conocido en el siglo XVIII. Mirabeau afirmó ante la Assemblée Nationale en 1789: «Caballeros: ¿Es que noproclamáis ciudadanos a <strong>los</strong> judíos porque el<strong>los</strong> no quieran serlo? En un Gobierno como el que ahora habéisestablecido, todos <strong>los</strong> hombres deben ser hombres; debéis expulsar a todos aquel<strong>los</strong> que no lo son o que se niegan a serhombres.» La actitud de <strong>los</strong> judíos alemanes a comienzos <strong>del</strong> siglo XIX ha quedado descrita por J. J. Josr, NeuereGeschichte der Israeliten, 1815-1845, Berlín, 1846, tomo 10.33 Adam Mueller (véase Ausgewählte Abhandlungen, por J. BAXA, Jena, 1921, P. 215) en una carta a Meternich en1815.34 H. E. G. PAULUS, Die Jüdische Nationalabsonderung nach Ursprung, Folgen und Besserungsmitteln, 1831.

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