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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 103tolerar la existencia de oficiales inmunes a la influencia <strong>del</strong> confesonario 49 . Además, se alzaroncontra un inveterado espíritu de casta que les había hecho olvidar la atmósfera de <strong>los</strong> salones, unespíritu de casta que, ya reforzado por la tradición y la profesión, se hallaba aún más intensamentefortalecido por su resuelta hostilidad hacia la República y la Administración civil.Un historiador moderno ha descrito la lucha entre <strong>los</strong> judíos y <strong>los</strong> jesuitas como «una pugnaentre dos rivales» en la que el «alto clero jesuítico y la plutocracia judía se enfrentaron en Francia,constituyendo dos invisibles líneas de batalla». 50 La descripción es fiel en el grado en que <strong>los</strong> judíoshallaron en <strong>los</strong> jesuitas sus primeros enemigos implacables, mientras que éstos llegaban muy prontoa comprender cuán poderosa arma podía ser el antisemitismo. Este fue el primer intento, y el únicoanterior a Hitler, de explotar el «gran concepto político» 51 <strong>del</strong> antisemitismo en una escalapaneuropea. Por otra parte, sin embargo, si se supone que la lucha se hallaba entablada entre dos«rivales» de las mismas fuerzas, la descripción es palpablemente falsa. Los judíos no aspiraban a ungrado de poder más elevado <strong>del</strong> que ostentaban las demás camarillas en las que se había escindidola República. Todo lo que deseaban por entonces era una influencia suficiente para lograr susintereses sociales y económicos. No aspiraban a una participación política en la dirección <strong>del</strong>Estado. El único grupo reconocido que tenía tal aspiración era el de <strong>los</strong> jesuitas. El proceso deDreyfus fue precedido por cierto número de incidentes que denotan cuán resuelta y enérgicamentetrataban <strong>los</strong> judíos de obtener un puesto en el Ejército y cuán corriente, incluso en aquella época,era la hostilidad hacia el<strong>los</strong>. Expuestos constantemente a graves insultos, <strong>los</strong> escasos oficiales judíosse veían obligados a trabar due<strong>los</strong>, en tanto que sus camaradas gentiles no deseaban actuar comopadrinos suyos. Es en este contexto donde aparece por vez primera en escena el infame Esterhazycomo una excepción a la norma. 52Nunca se ha dilucidado perfectamente si la detención y la condena de Dreyfus fue sencillamenteun error judicial que por azar desencadenó una conflagración política, o si el Estado Mayor se sirvió<strong>del</strong>iberadamente <strong>del</strong> bordereau falsificado con el expreso propósito de señalar a un judío comotraidor. En favor de esta última hipótesis figura el hecho de que Dreyfus fuera el primer judío quelograra un puesto en el Estado Mayor y, en las condiciones existentes, este hecho podía haberprovocado no sólo malestar, sino furia y consternación. En cualquier caso, el odio antijudío se despertóincluso antes de que se conociera el veredicto. Contra la costumbre que exigía el secretorespecto de toda información sobre un caso de espionaje aún sub iudice, <strong>los</strong> oficiales <strong>del</strong> EstadoMayor proporcionaron gustosamente a La Libre Parole detalles <strong>del</strong> caso y el nombre <strong>del</strong> acusado.Aparentemente, temían que la influencia judía en el Gobierno condujera al sobreseimiento <strong>del</strong>procedimiento judicial y al escamoteo de todo el asunto. Semejantes temores ofrecían algunosindicios de plausibilidad debido al hecho de que se sabía que ciertos círcu<strong>los</strong> de la judería francesade la época estaban seriamente preocupados por la precaria situación de <strong>los</strong> oficiales judíos.Debe recordarse que en la mente <strong>del</strong> público se hallaba entonces reciente el recuerdo <strong>del</strong>escándalo de Panamá y que tras el préstamo de <strong>los</strong> Rothschild a Rusia había crecidoconsiderablemente la desconfianza hacia <strong>los</strong> judíos 53 . El ministro de la Guerra, Mercier, no sólo49 Véase «K. V. T.» en The Contemporary Review, LXXIV, 598: «Por voluntad de la democracia todos <strong>los</strong> francesestienen que ser soldados; por voluntad de la Iglesia sólo <strong>los</strong> católicos han de ocupar <strong>los</strong> puestos de mando.»50 HERZOG, op. cit., p. 35.51 Véase BERNANOS, op. cit., p. 151: «Así, privado de su ridícula hipérbole, el a ntisemitismo se mostró tal comorealmente es: no un sencillo ejemplo de chifladura, una evasión mental, sino un importante concepto político.»52 Véase la carta de Esterhazy, fechada en julio de 1894, a Edmond de Rothschild, citada por J. REINACH, op. cit., II,pp. 53 y ss.: «Yo no dudé cuando el capitán Crémieux no pudo hallar un oficial cristiano que actuara como su padrino.»Véase T. REINACH, Histoire sommaire de l'Affaire Dreyfus, pp. 60 y ss. Véase también HERZOG, op. cit., con fechasde 1892 y junio de 1894, donde estos due<strong>los</strong> figuran relacionados detalladamente y en donde se cita a todos <strong>los</strong>intermediarios de Esterhazy. La última ocasión fue en septiembre de 1896, cuando recibió 10.000 francos. Estainoportuna generosidad tendría más tarde inquietantes resultados. Cuando, desde su confortable seguridad de Inglaterra,Esterhazy hizo extensas revelaciones y por eso obligó a una revisión <strong>del</strong> caso, la prensa antisemita sugirió,naturalmente, que había sido pagado por <strong>los</strong> judíos para que se declarara culpable. La idea todavía es utilizada comouno de <strong>los</strong> principales argumentos en favor de la culpabilidad de Dreyfus.53 HERZOG, op. cit., con fecha de 1892, muestra ampliamente cómo <strong>los</strong> Rothschild comenzaron a adaptarse por símismos a la República. Resulta curioso que la política papal de coalicionismo, que representa un intento de

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