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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 270La élite de la postguerra, por otra parte, era sólo ligeramente más joven que la generación quehabía sido utilizada y explotada por el imperialismo en carreras gloriosas al margen de larespetabilidad, como las de jugadores, espías y aventureros, como caballeros de resplandecientearmadura y como matadores de dragones. Compartían con Lawrence de Arabia el anhelo de «perdersu ego» y la violenta repulsión hacia todas las normas existentes, hacia cualquier poder. Sirecordaban la «Edad de Oro de la seguridad», también recordaban cómo la habían odiado y cuánreal fue su entusiasmo en el momento en que estalló la primera guerra mundial. No sólo Hitler nisólo <strong>los</strong> fracasados dieron gracias a Dios de rodillas cuando la movilización se extendió por Europaen 1914 44 Ni siquiera tenían que reprocharse a sí mismos el haber sido presa fácil de la propagandachauvinista o de las falaces explicaciones acerca <strong>del</strong> carácter puramente defensivo de la guerra. Laélite fue a la guerra con la alegre esperanza de que todo lo que conocía, toda la cultura y el contextode la vida, podría derrumbarse entre «tormentas de acero» (Ernst Jünger). En palabrascuidadosamente elegidas de Thomas Mann, la guerra era «castigo» y «purificación»; «fue la guerraen sí misma, más que las victorias, la que inspiró al poeta». O en palabras de un estudiante de laépoca: «Lo que cuenta es siempre la prontitud para hacer un sacrificio, no el objeto con el que sehace un sacrificio»; o en palabras de un joven obrero: «No importa vivir unos pocos años más omenos. A uno le gustaría tener en su vida algo que mostrar» 45 . Y mucho tiempo antes de que uno de<strong>los</strong> simpatizantes intelectuales <strong>del</strong> nazismo anunciara: «Cuando oigo la palabra cultura, saco elrevólver», <strong>los</strong> poetas habían proclamado su repugnancia por la «cultura de basurero» y apeladopoéticamente a <strong>los</strong> «bárbaros, escitas, negros e indios, para que la pisotearan» 46Etiquetar simplemente como estallidos de nihilismo esta violenta insatisfacción por la época <strong>del</strong>a preguerra y por <strong>los</strong> subsiguientes intentos de restaurarla (desde Nietzsche a Sorel y Pareto, deRimbaud y T. E. Lawrence a Jünger, Brecht y Malraux, de Baukin y Nechayev a Alexander Blok)significa pasar por alto cuán justificada podía hallarse la repulsión hacia una sociedadcompletamente penetrada por la perspectiva ideológica y las normas morales de la burguesía. Sinembargo, también es cierto que la «generación <strong>del</strong> frente», en marcado contraste con <strong>los</strong> propiospadres espirituales que eligió, estaba completamente absorbida por su deseo de ver la ruina de todoese mundo de falsa seguridad, falsa cultura y falsa vida. Ese deseo era tan grande que superaba enimpacto y concreción a todos <strong>los</strong> anteriores intentos de una «transformación de valores», tal comohabía pretendido Nietzsche, o de una reorganización de la vida política, tal como está indicado enlas obras de Sorel, o de una resurrección de la autenticidad humana de Bakunin, o de un apasionadoamor por la vida en la pureza de las aventuras exóticas de Rimbaud. La destrucción sin mitigación,el caos y la ruina como tales asumieron la dignidad de valores supremos 47 . Puede advertirse laautenticidad de estos sentimientos en el hecho de que fueran muy pocos <strong>los</strong> de esta generación quese curaran de su entusiasmo bélico ante la experiencia real de <strong>los</strong> horrores. Los supervivientes de lastrincheras no se convirtieron en pacifistas. Cantaron a una experiencia que, pensaban, podía servirpara alejarles definitivamente de la odiada proximidad a la respetabilidad. Se aferraron a susrecuerdos de cuatro años de vida en las trincheras como si hubieran constituido un criterio objetivo44 Véase la descripción que HITLER hace de su reacción ante el estallido de la primera guerra mundial, en Mein Kampf,libro I, cap. V.45 Véase la colección de material sobre «la crónica interna de la primera guerra mundial» de HANNA HAFKESBRINK,Unknown Germany, New Haven, 1948, pp. 43, 45 y 81, respectivamente. El gran valor de esta colección en lo referentea <strong>los</strong> imponderables de la atmósfera histórica hace aún más deplorable la falta de estudios similares con relación aFrancia, Inglaterra e Italia.46 Ibid., pp. 20 y 21.47 Esto comenzó con un sentimiento de completa alienación de la vida normal. Rudolf Binding, por ejemplo, escribió:«Más que entre <strong>los</strong> proscritos, cuyo retorno es posible, seremos contados cada vez más entre <strong>los</strong> muertos, entre <strong>los</strong>alejados, porque la grandeza de lo sucedido nos aleja y nos separa» (ibid., p. 160). Puede encontrarse una curiosareminiscencia de la reivindicación elitista de la generación <strong>del</strong> frente en la descripción que hace Himmler acerca de su«forma de selección» para la reorganización de las SS. «... el procedimiento más severo de selección es el determinadopor la guerra, por la lucha por la vida y la muerte. En este sistema se revela el valor de la sangre a través de <strong>los</strong> logros...La guerra, sin embargo, es una circunstancia excepcional y tenemos que hallar un medio para realizar selecciones entiempo de paz» (op. cit.).

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