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arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo

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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 59<strong>los</strong> conflictos sociales en las cuestiones a largo plazo de la época. En comparación con lamovilización de todos <strong>los</strong> oponentes al Gobierno como tal, el logro de <strong>los</strong> votos de la baja clasemedia era un fenómeno temporal. Además, la médula <strong>del</strong> movimiento de Schoenerer se encontrabaen las provincias de habla alemana sin ninguna población judía, donde jamás existieron lacompetencia con <strong>los</strong> judíos o el odio hacia <strong>los</strong> banqueros judíos. La supervivencia <strong>del</strong> movimientopan-germanista y su violento antisemitismo en estas provincias, mientras decaía en <strong>los</strong> centrosurbanos, fue simplemente debida al hecho de que tales provincias jamás lograron el mismo grado deprosperidad universal <strong>del</strong> período de la preguerra que reconcilió a la población urbana con elGobierno.La completa falta de lealtad a su propio país y a su Gobierno, que <strong>los</strong> pangermanistasreemplazaron por una franca lealtad al Reich de Bismarck y el resultante concepto de lanacionalidad como algo independiente <strong>del</strong> Estado y <strong>del</strong> territorio, condujeron al grupo deSchoenerer a una verdadera ideología imperialista, en la que se halla la clave de su debilidadtemporal y de su fuerza final. Es también la razón por la que el partido germánico en Alemania (el«Alldeutschen»), que nunca superó <strong>los</strong> límites de un chauvinismo corriente, permaneció tanextremadamente suspicaz y poco inclinado a estrechar la mano que le tendían sus hermanosgermanistas de Austria. Este movimiento austríaco apuntaba a algo más que a su elevación al podercomo partido, a algo más que a la posesión de la maquinaria <strong>del</strong> Estado. Quería una reorganizaciónrevolucionaria de Europa central en la que <strong>los</strong> alemanes de Austria, unidos y reforzados por <strong>los</strong>alemanes de Alemania, constituirían el pueblo dominante y en la que todos <strong>los</strong> demás pueb<strong>los</strong> de lazona serían mantenidos en el mismo tipo de semi-servidumbre de las nacionalidades eslavas enAustria. En gracia a esta estrecha afinidad con el imperialismo y al cambio fundamental quedeterminó en el concepto de la nacionalidad debemos aplazar el análisis <strong>del</strong> movimientopangermanista austríaco. Este ya no es, al menos en sus consecuencias, un simple movimientopreparatorio decimonónico; pertenece más que cualquier otro tipo de antisemitismo al curso de <strong>los</strong>acontecimientos de nuestro propio siglo.Cabe decir exactamente lo contrario <strong>del</strong> antisemitismo francés. El affaire Dreyfus saca a la luztodos <strong>los</strong> demás elementos <strong>del</strong> antisemitismo <strong>del</strong> siglo XIX en sus simples aspectos ideológicos ypolíticos; es la culminación <strong>del</strong> antisemitismo que surgió de las especiales condiciones de laNación-Estado. Sin embargo, su violenta forma prefiguró futuras evoluciones, de forma tal que <strong>los</strong>actores principales <strong>del</strong> affaire parecen interpretar un ensayo general con todo de una representaciónque hubo de ser aplazada durante más de tres décadas. Aunó todas las fuentes políticas o sociales,visibles o subterráneas, que habían conducido a la cuestión judía a una posición predominantedurante el siglo XIX; su prematuro estallido, por otra parte, la mantuvo dentro <strong>del</strong> marco de unatípica ideología decimonónica, que, aunque sobrevivió a todos <strong>los</strong> Gobiernos franceses y a todas lascrisis políticas, jamás encajó completamente en las condiciones políticas <strong>del</strong> siglo XX. Cuando, trasla derrota de 1940, el antisemitismo francés alcanzó su oportunidad suprema bajo el Gobierno deVichy, tuvo un carácter definidamente anticuado y, para sus fines principales, más bien inútil, que<strong>los</strong> escritores alemanes nazis jamás dejaron de subrayar No poseyó influencia en la formación <strong>del</strong>nazismo y siguió siendo más significativo en sí mismo que como activo factor histórico en lacatástrofe final.La razón principal de estas limitaciones generales fue la de que <strong>los</strong> partidos antisemitas, aunqueviolentos en el terreno doméstico, carecían de aspiraciones supranacionales. Pertenecían, al fin y alcabo, a la más antigua y más completamente desarrollada Nación-Estado de Europa. Ninguno de <strong>los</strong>antisemitas trató siquiera de organizar seriamente un «partido por encima de <strong>los</strong> partidos» o deapoderarse <strong>del</strong> Estado como partido y sin otra finalidad que <strong>los</strong> intereses de partido. Los pocosintentos de coups d’état que pueden ser atribuidos a la alianza entre antisemitas y altos jefes <strong>del</strong>Ejército fueron ridículamente inadecuados y abiertamente tramados 50 . En 1898 fueron elegidos50 Véase cap. IV.

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