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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 126Después de que <strong>los</strong> financieros abrieron <strong>los</strong> canales de la exportación de capitales a la riquezasuperflua que había estado condenada a la ociosidad dentro <strong>del</strong> estrecho marco de la producciónnacional, se tornó rápidamente claro que <strong>los</strong> accionistas ausentes no se preocupaban de correr <strong>los</strong>tremendos riesgos que correspondían a sus beneficios tremendamente incrementados. Losfinancieros que ganaban comisiones carecían de poder suficiente para asegurarles contra talesriesgos incluso con la benévola ayuda <strong>del</strong> Estado: sólo el poder material <strong>del</strong> Estado podía lograrlo.Tan pronto como se hizo patente que la exportación de dinero tendría que ser seguida por laexportación de poder gubernamental, la posición de <strong>los</strong> financieros en general, y la de <strong>los</strong>financieros judíos en particular, resultó considerablemente debilitada y la dirección de lastransacciones y de las empresas comerciales imperialistas pasó gradualmente a manos de <strong>los</strong>miembros de la burguesía nativa. Muy instructiva a este respecto es la carrera en África <strong>del</strong> Sur deCecil Rhodes, que, siendo completamente un recién llegado, pudo suplantar en unos pocos años a<strong>los</strong> todopoderosos financieros judíos y llegar a ocupar el primer lugar. En Alemania, Bleichroeder,que en 1885 había sido socio fundador de la Ostafrikanische Gesellschaft fue reemplazado con elbarón Hirsch cuando Alemania comenzó la construcción <strong>del</strong> ferrocarril de Bagdad catorce años mástarde por <strong>los</strong> nuevos gigantes de la empresa imperialista, Siemens y el Deutsch Bank. De algunamanera la repugnancia <strong>del</strong> Gobierno a otorgar auténtico poder a <strong>los</strong> judíos y la repugnancia de <strong>los</strong>judíos a comprometerse en negocios con implicaciones políticas coincidió tan bien que, a pesar <strong>del</strong>a gran riqueza <strong>del</strong> grupo judío, no llegó a desarrollarse una lucha por el poder después de queconcluyó la fase inicial de especulación y ganancia de comisiones.Los diferentes gobiernos nacionales consideraban con recelo la creciente tendencia a transformar<strong>los</strong> negocios en una cuestión política y a identificas <strong>los</strong> intereses económicos de un gruporelativamente pequeño con <strong>los</strong> intereses nacionales como tales. Pero parecía que la única alternativaa la exportación de poder era el <strong>del</strong>iberado sacrificio de una gran parte de la riqueza nacional. Sólomediante la expansión de <strong>los</strong> instrumentos nacionales de violencia podía ser racionalizado elmovimiento de inversión exterior e integradas al sistema económico de la nación aquellas violentasespeculaciones de capital superfluo que habían provocado el juego con <strong>los</strong> ahorros. El Estadoextendió su poder porque, teniendo que elegir entre pérdidas mayores que las que cualquier cuerpoeconómico de cualquier país podía soportar y mayores ganancias que las que cualquier puebloabandonado a sus propios medios se hubiera atrevido a soñar, sólo podía escoger el último camino.La primera consecuencia de la exportación de poder fue el hecho de que <strong>los</strong> instrumentos deviolencia <strong>del</strong> Estado, la policía y el Ejército, que en el marco de la nación existían junto a otrasinstituciones nacionales y eran controladas por éstas, quedaron separados de este cuerpo ypromovidos a la posición de representantes nacionales en países incivilizados o débiles. Aquí, enregiones atrasadas, sin industrias ni organización política, donde la violencia disfrutaba de máscampo que en cualquier país occidental, se permitió crear realidades a las llamadas leyes <strong>del</strong>capitalismo. El huero deseo de la burguesía de hacer que el dinero engendre dinero como <strong>los</strong>hombres engendran hombres siguió siendo un feo sueño, mientras que el dinero tuvo que recorrer ellargo viaje de la inversión a la producción; ningún dinero había engendrado dinero, pero <strong>los</strong>hombres habían hecho cosas y dinero. El secreto de este nuevo logro afortunado era que las leyeseconómicas ya no se alzaban en el camino de la rapacidad de las clases poseedoras. El dinero pudopor fin engendrar dinero porque el poder, con desprecio completo por todas las leyes —tantoeconómicas como éticas—, podía apropiarse de la riqueza. Sólo cuando el dinero exportado logróestimular la exportación de poder pudo hacer realidad <strong>los</strong> designios de sus propietarios. Sólo lailimitada acumulación de poder logró producir la ilimitada acumulación de capital.Las inversiones exteriores, la exportación de capital, que había comenzado como una medida deemergencia, se tornó característica permanente de todos <strong>los</strong> sistemas económicos tan pronto comofueron protegidas por la exportación de poder. El concepto imperialista de la expansión, según elcual la expansión es un fin en sí mismo y no un medio temporal, hizo su aparición en elpensamiento político cuando resultó obvio que una de las más importantes funciones permanentesde la Nación-Estado sería la expansión <strong>del</strong> poder. Los administradores de la violencia empleadospor el Estado pronto formaron una nueva clase dentro de las naciones y, aunque su campo de

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