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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 179donde, por vez primera, la gente comenzó a ser tratada de la misma manera que aquel<strong>los</strong> salvajesAfricanos que literalmente habían aterrado a <strong>los</strong> europeos. La diferencia estribaba en que no podíaexistir una razón humanamente comprensible para tratar a <strong>los</strong> indios y a <strong>los</strong> chinos como si nofueran seres humanos. En un cierto sentido es aquí donde comenzó el auténtico crimen, porque aquítodos deberían haber sabido lo que estaban haciendo. Es cierto que la noción de raza fue hasta ciertopunto modificada en Asia; <strong>los</strong> «linajes superiores e inferiores», como diría el «hombre blanco» alempezar a cargar el peso sobre sus hombros, todavía indicaban una escala y la posibilidad de undesarrollo gradual y la idea en cierto modo escapa al concepto de dos especies enteramentediferentes de la vida animal. Por otra parte, como el principio de la raza suplantó en Asia a lanoción más antigua relativa a pueb<strong>los</strong> extraños y extranjeros, fue un arma mucho más conscienteque en África en su aplicación a la dominación y la explotación.Menos inmediatamente significativa, pero de mayor importancia para <strong>los</strong> Gobiernos totalitarios,fue la otra experiencia de la sociedad racial en África, la de que <strong>los</strong> motivos de la rentabilidad noson sagrados y pueden no ser aceptados, la de que las sociedades pueden funcionar según principiosdiferentes de <strong>los</strong> económicos y que tales circunstancias pueden favorecer a aquel<strong>los</strong> que bajo lascondiciones de una producción racionalizada y <strong>del</strong> sistema capitalista pertenecerían al grupo de <strong>los</strong>menos favorecidos. La sociedad racial de África <strong>del</strong> Sur enseñó al populacho la gran lección de laque siempre había poseído una confusa premonición, la de que a través de la pura violencia ungrupo de <strong>los</strong> menos favorecidos podía crear una clase inferior a la suya, que para este propósito nisiquiera necesitaba una revolución, que podía unirse con grupos de las clases dominantes y que <strong>los</strong>pueb<strong>los</strong> extranjeros o atrasados ofrecían las mejores oportunidades para semejantes tácticas.El impacto completo de la experiencia Africana fue advertido por vez primera por dirigentes <strong>del</strong>populacho como Carl Peters, que decidieron que también el<strong>los</strong> tenían que pertenecer a una raza deseñores. Las posesiones coloniales Africanas se convirtieron en el más fértil suelo para elflorecimiento de lo que más tarde sería la élite nazi. Allí vieron con sus propios ojos cómo podíanser convertidos en razas <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong> y cómo simplemente tomando la iniciativa en este proceso,podía uno impulsar a su propio pueblo hacia la posición de la raza de señores. Allí se curaron de lailusión de que el proceso historico es necesariamente «progresivo», porque si el curso de la antiguacivilización conducía hacia algo, «el holandés se apartaba de todo» 58 , y si la «Historia económicaenseñó una vez que el hombre había evolucionado por pasos graduales desde una vida de cazadorhasta el pastoreo y finalmente hasta establecerse y hasta la iniciación de una vida agrícola», lahistoria de <strong>los</strong> boers demostraba claramente que uno podía también proceder «de un país que habíafigurado a la cabeza <strong>del</strong> cultivo intensivo... (y) convertirse gradualmente en ganadero y cazador» 59 .Estos dirigentes comprendieron muy bien que precisamente porque <strong>los</strong> boers habían descendido alnivel de las tribus salvajes seguían siendo sus indiscutidos amos. Estaban perfectamente dispuestosa pagar el precio, a retroceder al nivel de la organización racial si actuando así podían comprar eldominio sobre otras «razas». Y sabían por sus experiencias con las gentes llegadas a Sudáfricadesde <strong>los</strong> cuatro rincones de la Tierra, que todo el populacho <strong>del</strong> mundo civilizado occidentalestaría con el<strong>los</strong> 60 .británico ordenó la repatriación de todos <strong>los</strong> mineros chinos y en 1913 prohibió toda ulterior inmigración de la India ode cualquier otra parte de Asia. En 1931 seguían en la Unión 142.000 asiáticos, que eran tratados como <strong>los</strong> Africanosnativos (véase también SCHULTZE, op cit.).58 BARNES, op. cit. p. 13.59 KIEWIET, op. cit., p. 13.60 «Cuando <strong>los</strong> economistas declararon que <strong>los</strong> salarios más elevados constituían una forma de subvención y que eltrabajo protegido era antieconómico, la respuesta fue que valía la pena el sacrificio si <strong>los</strong> elementos infortunados de lapoblación blanca hallaban por fin una base estable en la vida moderna.» «Pero no fue Sudáfrica el único lugar en donde,a partir <strong>del</strong> final de la Gran Guerra, no se escuchó la voz de <strong>los</strong> economistas ortodoxos... En una generación que vio aInglaterra abandonar el libre cambio, a América dejar el patrón oro y al Tercer Reich abrazar la autarquía..., lainsistencia de Sudáfrica en organizar su vida económica de forma tal que afirmara la posición dominante de la razablanca no parece seriamente desplazada» (KIEWIET, op. cit., pp. 224 y 245).

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