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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 141nos recuerda aquel<strong>los</strong> rasgos fundamentales <strong>del</strong> nuevo tipo de hombre occidental que Hobbesesbozó trescientos años antes. Pero es cierto que fue precisamente gracias a las percepcioneslogradas por la burguesía durante las crisis y depresiones que precedieron al imperialismo, por loque la alta sociedad admitió finalmente hallarse dispuesta a aceptar el cambio revolucionario en lasnormas morales que el «realismo» de Hobbes había propuesto y que ahora era ofrecido de nuevopor el populacho y sus dirigentes. El propio hecho de que el «pecado original» de la «acumulaciónoriginal de capital» precisara de pecados adicionales para mantener en marcha el sistema fue muchomás eficaz en la tarea de persuadir a la burguesía a desprenderse de <strong>los</strong> frenos de la tradiciónoccidental que su filósofo o su hampa. Indujo finalmente a la burguesía alemana a desembarazarsede la máscara de la hipocresía y a confesar abiertamente su relación con el populacho, llamándoleexpresamente para que defendiera sus intereses de propiedad.Es significativo que sucediera esto en Alemania. En Inglaterra y en Holanda el desarrollo de lasociedad burguesa había progresado con una relativa tranquilidad y la burguesía de estos paísesdisfrutaba de sig<strong>los</strong> de seguridad y de libertad <strong>del</strong> temor. Su elevación en Francia, sin embargo, sevio interrumpida por una gran revolución popular cuyas consecuencias obstaculizaron el disfruteburgués de la supremacía. En Alemania, además, donde la burguesía no alcanzó su completodesarrollo hasta la segunda mitad <strong>del</strong> siglo XIX, su auge se vio acompañado desde el principio porel desarrollo de un movimiento de la clase trabajadora con una tradición casi tan antigua como lasuya. Es hecho sabido que cuanto menos segura se siente una clase burguesa en su propio país, mástentada se siente a desembarazarse de la pesada carga de la hipocresía. La afinidad de la altasociedad con el populacho emergió a la luz en Francia antes que en Alemania, pero al final fueigualmente fuerte en ambos países. Francia, empero, por obra de sus tradiciones revolucionarias yde su relativa falta de industrialización, originó sólo un populacho relativamente reducido, de talforma que la burguesía se vio obligada finalmente a buscar ayuda más allá de las fronteras y aliarsecon la Alemania de Hitler.Cualquiera que sea la naturaleza precisa de la larga evolución histórica de la burguesía en <strong>los</strong>diferentes países europeos, <strong>los</strong> principios políticos <strong>del</strong> populacho, tal como se hallan en lasideologías imperialistas y en <strong>los</strong> movimientos totalitarios, revelan una afinidad sorprendentementefuerte con las actitudes políticas de la sociedad burguesa, si éstas últimas se hallan libres dehipocresía y no teñidas por concesiones a la tradición cristiana. Lo que en fecha más reciente hizoque las actitudes nihilistas <strong>del</strong> populacho resultaran tan intelectualmente atractivas para la burguesíaes una relación de principio que va más allá <strong>del</strong> nacimiento <strong>del</strong> populacho.En otras palabras, la disparidad entre causa y efecto que caracteriza al nacimiento <strong>del</strong>imperialismo, tiene sus razones. La ocasión —riqueza superflua creada por la superacumulación,que precisaba de la ayuda <strong>del</strong> populacho para hallar una inversión segura y beneficiosa— puso enmarcha una fuerza que se ha hallado siempre en la estructura básica de la sociedad burguesa,aunque haya permanecido oculta por tradiciones más nobles y por esa bendita hipocresía que LaRochefoucauld denominó el tributo que el vicio paga a la virtud. Al mismo tiempo no era posiblerealizar una política completamente desprovista de principios hasta que pudiera disponerse de unamasa de personas libres de todo principio y numéricamente tan amplia que sobrepasara a lacapacidad <strong>del</strong> Estado y de la sociedad para cuidar de ella. El hecho de que este populacho pudieraser empleado sólo por <strong>los</strong> políticos imperialistas e inspirado sólo por las doctrinas racistas hizo quepareciera como si solamente el imperialismo fuera capaz de liquidar <strong>los</strong> graves problemas internos,sociales y económicos de <strong>los</strong> tiempos modernos.Es cierto que la fi<strong>los</strong>ofía de Hobbes no contiene nada referente a las modernas doctrinas racistas,que no sólo levantan al populacho, sino que, en su forma totalitaria, esbozan muy claramente lasformas de organización mediante las cuales la Humanidad podría llevar el inacabable proceso deacumulación de capital y de poder hasta su último final lógico en la autodestrucción. Pero Hobbes,al menos, proporcionó un pensamiento político con el prerrequisito de todas las doctrinas racistas,es decir, la exclusión en principio de la idea de Humanidad que constituye la única idea reguladorade la ley internacional. Con la suposición de que las políticas extranjeras se hallan necesariamentefuera <strong>del</strong> contrato humano, compra metidas en perpetua guerra de todos contra todos, que es la ley

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