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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 227solamente porque estableció al judío como escoria de la Tierra, sino también porque la increíblecondición de un grupo siempre creciente de personas inocentes era como una demostración prácticade las cínicas afirmaciones de <strong>los</strong> movimientos totalitarios, según las cuales no existía nada talcomo <strong>los</strong> derechos humanos inalienables y que las declaraciones en contrario de las democraciasconstituían un simple prejuicio, hipocresía y cobardía frente a la majestad cruel de un nuevo mundo.El mismo término de «derechos humanos» se convirtió para todos <strong>los</strong> implicados, víctimas,perseguidores y observadores en prueba de un idealismo sin esperanza o de hipocresía chapucera yestúpida.1. LA «NACIÓN DE MINORÍAS» Y LOS APÁTRIDASLas condiciones <strong>del</strong> poder moderno que hacen de la soberanía nacional una burla excepto por loque se refiere a <strong>los</strong> Estados gigantescos, al auge <strong>del</strong> imperialismo y <strong>los</strong> pan-movimientos minarondesde el exterior la estabilidad <strong>del</strong> sistema de la Nación-Estado. Ninguno de estos factores, sinembargo, había brotado directamente de la tradición y de las instituciones de las mismas Naciones-Estados. La desintegración interna de éstas comenzó solamente después de la primera guerramundial, con la aparición de minorías creadas por <strong>los</strong> tratados de paz y de un movimientoconstantemente creciente de refugiados, consecuencia de las revoluciones.La imperfección de <strong>los</strong> tratados de paz ha sido explicada a menudo por el hecho de que quienes<strong>los</strong> elaboraron pertenecían a una generación formada por las experiencias de la era de la preguerra,de forma tal que nunca comprendieron perfectamente todo el impacto de la guerra cuya paz teníanque lograr. No hay mejor prueba de ello que su intento de regular cl problema de la nacionalidad enla Europa oriental y meridional mediante el establecimiento de Naciones-Estados y la introducciónde <strong>los</strong> tratados de minorías. Si resultaba discutible extender una forma de Gobierno que, incluso enpaíses con antiguas y afirmadas tradiciones nacionales, no podía atender a <strong>los</strong> nuevos problemas <strong>del</strong>a política mundial era aún más que dudoso el que pudiera ser importada a una zona que carecía <strong>del</strong>as auténticas condiciones para el auge de la Nación-Estado: la homogeneidad de la población y suenraizamiento en el suelo. Pero suponer que las Naciones-Estados podían ser establecidas por <strong>los</strong>métodos de <strong>los</strong> tratados de paz era simplemente absurdo. Desde luego: «Una mirada al mapa deEuropa bastaría para mostrar que el principio de la Nación-Estado no podía ser introducido en laEuropa oriental» 3 . Los tratados amontonaron a muchos pueb<strong>los</strong> en cada uno de <strong>los</strong> Estados,denominaron «estatales» a algunos de estos pueb<strong>los</strong> y les confiaron el Gobierno, suponiendotácitamente que <strong>los</strong> restantes (como <strong>los</strong> eslovacos en Checoslovaquia o <strong>los</strong> croatas y <strong>los</strong> eslovenosen Yugoslavia) estarían igualmente asociados en ese Gobierno, lo que, desde luego, no era cierto 4 , ycon una arbitrariedad igual crearon de lo que restaba un tercer grupo de nacionalidadesdenominadas «minorías», añadiendo así a las abundantes cargas de <strong>los</strong> nuevos Estados elinconveniente de tener que observar regulaciones especiales para una parte de la población 5 . Elresultado fue que aquel<strong>los</strong> pueb<strong>los</strong> a quienes no les fueron otorgados Estados, tanto si eran minoríasoficiales o sólo nacionalidades, consideraron <strong>los</strong> tratados como un juego arbitrario que entregaba aunos el mando y a otros la servidumbre. Por otra parte, <strong>los</strong> Estados recientemente creados, a <strong>los</strong> quese les prometieron iguales derechos que las naciones occidentales en lo que se refería a su soberaníanacional, consideraron a <strong>los</strong> tratados de minorías como un claro quebrantamiento de la promesa y3 KURT TRAMPLES, «Völkerbund und Völkerfreiheit», en Süddeutsche Monatshefte, año 26, julio de 1929.4 La lucha de <strong>los</strong> eslovacos contra el Gobierno «checo» de Praga concluyó con la independencia de Eslovaquiamediante el apoyo de Hitler; la Constitución yugoslava de 1921 fue «aceptada» por el Parlamento con <strong>los</strong> votos encontra de todos <strong>los</strong> diputados croatas y eslovenos. Para un buen resumen de la historia de Yugoslavia entre las dosguerras mundiales véase Propyläen Weltgeschichte. Das Zeitalter des Imperialismus, 1933, vol. 10, 471 y sigs.5 Mussolini tenía toda la razón cuando escribió después de la crisis de Munich: «Si Checoslovaquia se encuentra ahoraen lo que puede llamarse una ‘situación <strong>del</strong>icada’ es porque no es sencillamente Checoslovaquia, sino Checo-Germano-Polaco-Húngaro-Ruteno-Rumano-Eslovaquia...» (Cita de HUBERT RIPKA, Munich: Before and Alter, Londres, 1939,p. 117.)

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