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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 185control —es decir, tanto de toda alabanza como de toda censura— de todas las institucionespúblicas, bien fuera <strong>del</strong> Parlamento, <strong>los</strong> «Departamentos ingleses» o la prensa.Cada desarrollo de la democracia o incluso el simple funcionamiento de las institucionesdemocráticas existentes sólo podía significar un peligro, porque es imposible gobernar a «un pueblopor un pueblo —al pueblo de la India por el pueblo de Inglaterra» 77 . La burocracia es siempre unGobierno de expertos, de una «experta minoría» que tiene que resistir tanto como sepa la constantepresión de la «inexperta mayoría». Cada pueblo es fundamentalmente una inexperta mayoría, y poreso no pueden confiársele materias tan especializadas como <strong>los</strong> asuntos políticos y públicos. A <strong>los</strong>burócratas, además, no se les suponen ideas generales acerca de las cuestiones políticas. Supatriotismo jamás debe conducirles tan lejos como para que crean en la bondad inherente de <strong>los</strong>principios políticos en su propio país; de ello sólo resultaría una barata aplicación «imitativa» <strong>del</strong>«Gobierno de las poblaciones atrasadas», que, según Cromer, fue el defecto principal <strong>del</strong> sistemafrancés 78 .Nadie pretenderá nunca que Cecil Rhodes sufría una falta de vanidad. Según Jameson, esperabaser recordado al menos durante cuatro mil años. Sin embargo, a pesar de todo su apetito por laautoglorificación, llegó a la misma idea de dominación mediante el secreto, que había sidocaracterística <strong>del</strong> supermodesto lord Cromer. Extremadamente inclinado a redactar testamentos,Rhodes insistió en todos el<strong>los</strong> (a lo largo de dos décadas de vida pública) en que su dinero fuerautilizado para la fundación de «una sociedad secreta... que realizara su plan», que tenía que ser«organizado como el de Loyola, apoyado por la acumulada riqueza de aquel<strong>los</strong> cuya aspiración esun deseo de hacer algo» para que eventualmente hubiera «entre dos y tres mil individuos en la florde la vida, distribuidos por todo el mundo, cada uno de <strong>los</strong> cuales habría impreso en su mente en elperíodo más susceptible de su existencia el sueño <strong>del</strong> Fundador, cada uno de <strong>los</strong> cuales, además,habría sido especialmente —matemáticamente—seleccionado conforme a la finalidad <strong>del</strong>Fundador» 79 . Con mayor visión que Cromer, Rhodes abrió la sociedad a todos <strong>los</strong> miembros de la«raza nórdica» 80 , de forma tal que su objetivo no fuese tanto el crecimiento y gloria de la GranBretaña —su ocupación de «todo el continente de África, Tierra Santa, el valle <strong>del</strong> Éufrates, lasislas de Chipre y Candia, la totalidad de América <strong>del</strong> Sur, las islas <strong>del</strong> Pacífico, todo el archipiélagomalayo, las costas de China y de Japón (y) la definitiva recuperación de <strong>los</strong> Estados Unidos» 81 —como la expansión de la «raza nórdica», que, organizada como sociedad secreta, establecería unGobierno burocrático sobre todos <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong> de la Tierra.Lo que se impuso a la monstruosa e innata vanidad de Rhodes y le hizo descubrir <strong>los</strong> encantos<strong>del</strong> secreto fue lo mismo que se impuso al innato sentido <strong>del</strong> deber de Cromer: el descubrimiento deuna expansión que no se hallaba impulsada por un específico apetito por un específico país, sinoconcebida como un proceso inacabable en el que cada país serviría sólo como escalón para unaexpansión ulterior. En la perspectiva de semejante concepto, el deseo de gloria ya no puede quedarsatisfecho por el glorioso triunfo sobre un pueblo específico en beneficio <strong>del</strong> pueblo propio ni puedequedar satisfecho el sentido <strong>del</strong> deber mediante la conciencia de servicios específicos y larealización de tareas específicas. Sean cuales fueren las cualidades o <strong>los</strong> defectos individuales queun hombre pueda tener, una vez que ha penetrado en el maelstrom de un inacabable proceso deexpansión dejará de ser lo que era y obedecerá las leyes <strong>del</strong> proceso, se identificará con las fuerzas77 De un discurso pronunciado por CROMER en el Parlamento después de 1904 (ibídem, p. 311).78 Durante las negociaciones y consideraciones <strong>del</strong> marco administrativo para la anexión <strong>del</strong> Sudán, CROMER insistióen mantener todo el asunto de la esfera de influencia francesa; y actuó así no porque deseara garantizar un monopolioen África para Inglaterra, sino más bien porque experimentaba «el más profundo deseo de confiar en su sistemaadministrativo aplicado a las razas sometidas» (de una carta a Salisbury, en 1899; ibíd., p. 248).79 Rhodes redactó seis testamentos (el primero fue ya elaborado en 1877), en todos <strong>los</strong> cuales menciona a la «sociedadsecreta». Pata citas extensas, véase, de BASIL WILLIAMS, Cecil Rhodes, Londres, 1921, y MILLIN, op. cit., pp. 128 y331. (Las menciones corresponden a W. T. STEAD.)80 Es bien sabido que la «sociedad secreta» de Rhodes concluyó siendo la muy respetable «Rhodes ScholarshipAssociation», en la que incluso hoy son admitidos no solamente <strong>los</strong> ingleses, sino también <strong>los</strong> miembros de todas las«razas nórdicas», tales como alemanes, escandinavos y americanos.81 BASIL WILLIAMS, op. cit., p. 51.

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