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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 214turno. Como el dominio de cada partido está limitado en el tiempo, el partido de la oposición ejerceun control cuya eficacia se ve reforzada por la certidumbre de que será el dominador <strong>del</strong> mañana.En realidad, es la oposición, más que la posición simbólica <strong>del</strong> rey, la que garantiza la integridad <strong>del</strong>todo contra la dictadura de un partido. Las ventajas obvias de este sistema estriban en que no existeuna diferencia esencial entre el Gobierno y el Estado, en que el poder tanto como el Estadopermanecen al alcance de <strong>los</strong> ciudadanos organizados en el partido, que representa al poder y alEstado, ya sea de hoy o de mañana, y en que, en consecuencia, no existe ocasión para incurrir ensublimes especulaciones acerca <strong>del</strong> po der y <strong>del</strong> Estado como si fueran algo más allá <strong>del</strong> alcancehumano, entidades metafísicas independientes de la voluntad y de la acción de <strong>los</strong> ciudadanos.El sistema continental de partidos supone que cada partido se define a sí mismo conscientementecomo una parte <strong>del</strong> todo, que, a su vez, está representado por un Estado por encima de <strong>los</strong>partidos 83 . Por eso, una dominación de un partido sólo puede significar la dominación dictatorial deuna parte sobre todas las demás. Los Gobiernos formados por alianzas entre <strong>los</strong> dirigentes de <strong>los</strong>partidos son siempre partidos gubernamentales, claramente diferenciados <strong>del</strong> Estado, que se hallapor encima y más allá de el<strong>los</strong>. Uno de <strong>los</strong> defectos menores de este sistema es el de que <strong>los</strong>miembros <strong>del</strong> Gabinete no pueden ser escogidos según su competencia porque se hallanrepresentados demasiados partidos y <strong>los</strong> ministros son necesariamente elegidos conforme a lasalianzas de tales partidos 84 ; el sistema británico, por otro lado, permite una elección de <strong>los</strong> mejoreshombres de las amplias filas de un partido. Mucho más importante, sin embargo, es el hecho de queel sistema multipartidista jamás permite a un solo hombre o a un solo partido asumir la completaresponsabilidad, con la consecuencia natural de que ningún Gobierno formado por alianzaspartidistas se llega a sentir completamente responsable. Incluso si sucede lo improbable y unamayoría absoluta de un partido domina en el Parlamento y de ello resulta la dominación de un solopartido, esto sólo puede acabar, o bien en la dictadura, parque el sistema no está preparado parasemejante Gobierno, o en la mala conciencia de una jefatura que sigue siendo verdaderamentedemocrática y que, acostumbrada a concebirse a sí misma como parte <strong>del</strong> todo, temerá naturalmentela utilización de su po der. Esta mala conciencia operó de una forma casi ejemplar cuando, tras laprimera guerra mundial, <strong>los</strong> partidos socialdemócratas alemán y austríaco aparecieron durante unbreve tiempo como partidos de mayoría absoluta y, sin embargo, repudiaron el poder queacompañaba a esta posición 85 .Desde la aparición de <strong>los</strong> sistemas de partidos ha sido habitual identificar a <strong>los</strong> partidos conintereses particulares 86 , y todos <strong>los</strong> partidos continentales, no sólo <strong>los</strong> grupos obreros, se mostraron83 La mejor descripción de la esencia <strong>del</strong> sistema continental de partidos es la que dio el jurista suizo JOHANNCASPAR BLUNTSCHLI en Charakter und Geist der po litischen Parteien, 1869, Declara: «Es cierto que un partido essólo una parte de un gran todo, nunca ese todo en sí mismo... Nunca debe identificarse con el todo, el pueblo o elEstado...; por eso un partido puede luchar contra otros partidos, pero jamás debe ignorar<strong>los</strong>, y habitualmente nopretende destruir<strong>los</strong>. Ningún partido puede existir sólo por sí mismo» (p. 3). La misma idea se halla expresada por KarlRosenkranz, un filósofo hegeliano alemán, cuyo libro sobre <strong>los</strong> partidos políticos apareció antes de que existieranpartidos en Alemania: Ueber den Begrif f der politischen Partei (1843): «El partido es una parcialidad consciente» (p.9).84 Véase Comparative Major European Governments, de JOHN GILBERT HEINBERG, Nueva York, 1937, caps. VIIy VIII. «En Inglaterra un partido político tiene usualmente una mayoría en la Cámara de <strong>los</strong> Comunes y <strong>los</strong> dirigentes<strong>del</strong> partido son miembros <strong>del</strong> Gobierno... En Francia, ningún partido político ha tenido nunca en la práctica una mayoríade miembros de la Cámara de Diputados, y, en consecuencia, el Consejo de Ministros se halla integrado por <strong>los</strong> jefes decierto número de grupos de partidos» (p. 158).85 Véase Demokratie und Partei, ed. por PETER R. ROHDEN, Viena, 1932, Introducción: «El carácter diferenciador de<strong>los</strong> partidos alemanes estriba en... que todos <strong>los</strong> grupos parlamentarios están resignados a no representar la volontégénérale... Por eso se sintieron tan perplejos cuando la Revolución de Noviembre les llevó al poder. Cada uno de el<strong>los</strong>estaba tan organizado que sólo podía formular una reivindicación relativa, es decir, contando siempre con la existenciade otros partidos representantes de otros intereses parciales y, en consecuencia, limitados naturalmente en sus propiasambiciones» (pp. 13-14).86 El sistema continental de partidos es de fecha muy reciente. Con la excepción de <strong>los</strong> partidos franceses, que seremontan a la Revolución, ningún país europeo conoció la representación por partidos antes de 1848. Los partidosnacieron a través de la formación de facciones parlamentarias. En Suecia, el partido socialdemocrático fue el primero(1889) en tener un programa completamente formulado (Encyclopedia of Social Sciences, loc. cit.). Por lo que se refiere

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