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arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo

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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 75En su trágico esfuerzo por conformarse a través de la diferenciación y la distinción, el nuevo tipojudío tenía tan poco en común con el temido «judío en general» como con esa abstracción, la de«heredero de <strong>los</strong> profetas y eterno promotor de la justicia en la Tierra» que <strong>los</strong> apologistas judíosconjuraban allí donde era atacado un periodista judío. El judío de <strong>los</strong> apologistas se hallaba dotadode atributos que eran, desde luego, privilegio de <strong>los</strong> parias y que poseían ciertos rebeldes judíos quevivían al borde de la sociedad: humanidad, amabilidad, exención de prejuicios, sensibilidad ante lainjusticia. Lo malo es que estas cualidades nada tenían que ver con <strong>los</strong> profetas y que, peor aún,tales judíos normalmente ni pertenecían a la sociedad judía ni a <strong>los</strong> círcu<strong>los</strong> de moda de la sociedadno judía. En la historia de la judería asimilada desempeñaban tan sólo un papel insignificante. El«judío en general», por otra parte, tal como era descrito por <strong>los</strong> profesionales <strong>del</strong> odio a <strong>los</strong> judíos,mostraba las cualidades que el advenedizo debía poseer si quería triunfar —inhumanidad, avaricia,insolencia, rastrero servilismo y determinación para seguir a<strong>del</strong>ante—. Lo malo en este caso era quetales cualidades nada tenían que ver con <strong>los</strong> atributos nacionales y que, además, estos tipos judíos<strong>del</strong> mundo de <strong>los</strong> negocios mostraban poca inclinación por la sociedad no judía y desempeñaban unpapel casi tan reducido en la historia social judía. Mientras que existan pueb<strong>los</strong> y clases difamados,se repetirán nuevamente en cada generación con incomparable monotonía las cualidades <strong>del</strong> paria ylas <strong>del</strong> advenedizo, tanto en la sociedad judía como en cualquiera otra.Para la formación de una historia social de <strong>los</strong> judíos dentro de la sociedad europea <strong>del</strong> sigloXIX fue, sin embargo, decisivo que hasta un cierto tiempo cada judío de cada generación tuviese enalgún momento que decidir si seguiría siendo un paria y permanecería fuera de la sociedad así, o sise convertiría en un advenedizo, o se conformaría con la sociedad con la desmoralizante condiciónde que él no tenía tanto que ocultar su origen como «traicionar con el secreto de su origen el secretode su pueblo» 28 . El último camino era, desde luego, difícil, porque tales secretos no existían ytuvieron que ser elaborados. Como había fracasado el singular intento de Rahel Varnhagen paraestablecer una vida social fuera de la sociedad oficial, el camino <strong>del</strong> paria y <strong>del</strong> advenedizo eranambos caminos de extremada soledad, y el camino <strong>del</strong> conformismo, una vía de constante pesar. Lallamada compleja psicología <strong>del</strong> judío medio, que en unos pocos casos favorecidos evolucionóhacia una sensibilidad muy moderna, se hallaba basada en una ambigua situación. El judío sentíasimultáneamente el pesar <strong>del</strong> paria y el no haber llegar a ser un advenedizo y la mala conciencia <strong>del</strong>advenedizo por haber traicionado a su pueblo y trocado la igualdad de derechos por <strong>los</strong> privilegiospersonales. Una cosa era cierta: si uno deseaba evitar todas las ambigüedades de la existenciasocial, tenía que resignarse al hecho de que ser un judío significaba pertenecer o bien a una clasealta superprivilegiada, o a una masa subprivilegiada a la que en la Europa occidental y central só<strong>los</strong>e podía pertenecer a través de una solidaridad en cierto modo artificial.Los destinos sociales de <strong>los</strong> judíos medios se hallaban determinados por su eterna falta dedecisión. Y, desde luego, la sociedad no les urgía a decidirse, porque era precisamente estaambigüedad de situación y carácter la que hacía atractiva la relación con <strong>los</strong> judíos. La mayoría de<strong>los</strong> judíos asimilados vivían así en una media luz de favor y de infortunio y sabían con certeza sóloque tanto el éxito como el fracaso se hallaban inextricablemente relacionados con el hecho de queeran judíos. Para el<strong>los</strong> la cuestión judía había perdido, de una vez por todas, cualquier significaciónpolítica; pero infestaba sus vidas privadas e influía muy tiránicamente todas sus decisionespersonales. El adagio «Un hombre en la calle y un judío en casa» era amargamente entendido: <strong>los</strong>problemas políticos quedaban distorsionados hasta el punto de la pura perversión cuando <strong>los</strong> judíostrataban de resolver<strong>los</strong> por medio de su experiencia interna y de sus emociones particulares; la vidaprivada se hallaba emponzoñada hasta el punto de la inhumanidad —por ejemplo, en la cuestión de<strong>los</strong> matrimonios mixtos— cuando la pesada carga de <strong>los</strong> irresueltos problemas de significaciónpública inundaba una existencia privada que es mucho mejor gobernada por las imprevisibles leyesde la pasión que por la consideración de la política.No resulta en manera alguna fácil no parecerse al «judío en general» y seguir siendo, sin28 Esta formulación fue realizada por KARL KRAUS alrededor de 1912. Véase Untergang der Welt durch schwarzeMagie, 1925.

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