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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 332concebido únicamente para la propaganda de masas; a <strong>los</strong> nazis se les decía que «Justo es lo que esbueno para el movimiento» 67 , y estos dos intereses en manera alguna coincidían siempre. Los nazisno pensaban que <strong>los</strong> alemanes eran una raza de señores a la que pertenecía el mundo, sino quedeberían ser dirigidos por una raza de señores, como todas las demás naciones, y que esta raza sehallaba solamente a punto de nacer 68 . El amanecer de la raza de señores no eran <strong>los</strong> alemanes, sinolas SS 69 . El «imperio germánico mundial», como decía Himmler, o el imperio mundial «ario»,como Hitler hubiera señalado, se hallaba todavía en cualquier caso a sig<strong>los</strong> de distancia 70 . Para el«movimiento» era más importante demostrar que resultaba posible fabricar una raza aniquilando aotras que ganar una guerra de fines limitados. Lo que sorprende al observador exterior como una«muestra de prodigiosa locura» no es nada más que la consecuencia de la absoluta primacía <strong>del</strong>movimiento, no sólo sobre el Estado, sino también sobre la nación, el pueblo y las posiciones depoder ocupadas por <strong>los</strong> mismos dominadores. La razón por la que nunca fueron ensayados antes <strong>los</strong>ingeniosos recursos de la dominación totalitaria, con su absoluta e insuperada concentración depoder en las manos de un solo hombre, es que ningún tirano corriente fue lo suficientemente lococomo para despreciar todos <strong>los</strong> intereses limitados y locales —eco nómicos, nacionales, humanos ymilitares— en aras de una realidad puramente ficticia en un futuro indefinidamente distante.Como el <strong>totalitarismo</strong> en el poder permanece fiel a <strong>los</strong> dogmas originales <strong>del</strong> movimiento, lasasombrosas semejanzas entre <strong>los</strong> recursos organizativos <strong>del</strong> movimiento y el llamado Estadototalitario son difícilmente sorprendentes. La división entre miembros <strong>del</strong> partido y compañeros deviaje organizados en organizaciones frontales, lejos de desaparecer, conduce a la «coordinación» detoda la población, que se halla ahora organizada en simpatizantes. El tremendo aumento de <strong>los</strong>simpatizantes queda frenado por la fuerza limitadora <strong>del</strong> partido a una «clase» privilegiada de unospocos millones y creadora de un superpartido de varios centenares de miles, las formaciones deélite. La multiplicación de cargos, la duplicación de funciones y la adaptación de la relaciónpartido-simpatizante a las nuevas condiciones significan simplemente que se ha conservado lapeculiar estructura <strong>del</strong> tipo cebolla <strong>del</strong> movimiento, en el que cada capa constituye el frente de lasiguiente formación militante. La maquinaria <strong>del</strong> Estado es transformada en una organizaciónfrontal de burócratas simpatizantes, cuya función en <strong>los</strong> asuntos domésticos consiste en difundir laconfianza entre las masas de ciudadanos simplemente coordinados y cuya función en <strong>los</strong> asuntosexteriores estriba en engañar al mundo exterior no totalitario. El jefe, en su capacidad dual dedirigente <strong>del</strong> Estado y líder <strong>del</strong> movimiento, combina también en su persona la cumbre de lainsensibilidad militante y de una normalidad inspiradora de confianza.programa de la Internacional Comunista, tal como fue formulado por Stalin en fecha tan temprana como 1928 en elCongreso <strong>del</strong> Partido en Moscú. Particularmente interesante es la estimación de la Unión Soviética como «la base <strong>del</strong>movimiento mundial, el centro de la revolución internacional, el mayor factor en la historia <strong>del</strong> mundo. En la URSS, elproletariado mundial adquiere por vez primera un país...» (cita de W. H. CHAMBERLIN, Blueprint for WorldConquest, 1946, donde se reproduce textualmente el programa de la III Internacional).67 Puede encontrarse este cambio <strong>del</strong> lema oficial en el Organisationsbuch der NSDAP, p. 7.68 Véase HEIDEN, op. cit., p. 722. En un discurso pronunciado el 23 de noviembre de 1937 en el Ordensburg Sonthofeny ante <strong>los</strong> futuros jefes políticos, Hitler declaró: «Como conquistadores <strong>del</strong> mundo no pueden actuar tribusridículamente pequeñas, países, Estados o dinastías diminutas..., sino sólo las razas. Pero todavía tenemos que llegar aser una raza, al menos en el sentido consciente» (véase Hitlers Tischgespräche, p. 445). En completa armonía con estasexpresiones, en manera alguna accidentales, existe un decreto <strong>del</strong> 9 de agosto de 1941, en el que Hitler prohibía el usoulterior <strong>del</strong> término «raza alemana», porque conduciría al «sacrificio de la idea racial como tal en favor de un meroprincipio de nacionalidad y a la destrucción de importantes condiciones previas de toda nuestra política racial ypopular» (Verfügungen, Anordnungen, Bekanntgaben). Es obvio que el concepto de raza alemana hubiera constituidoun impedimento a la «selección» y exterminio progresivos de las partes indeseables de la población alemana que enaquel<strong>los</strong> mismos años estaban siendo proyectados para el futuro.69 Hitler, consecuentemente, «muy pronto formó unas SS germánicas en diferentes países», organizaciones a las quedijo: «No esperamos que os hagáis alemanes por oportunismo. Pero esperamos que subordinéis vuestro ideal nacional aun más grande ideal racial e histórico, al Reich germánico» (HEIDEN, op. cit.). Su tarea futura consistiría en constituirmediante «la más copiosa crianza» un «super-estrato racial» que al cabo de veinte o treinta años se «presentaría a todaEuropa como su clase dirigente» (Discurso de Himmler en la reunión de <strong>los</strong> jefes de las SS en Posen en 1943, en NaziConspiracy, IV, pp. 558 y ss.).70 HIMMLER, ibíd., p. 572.

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