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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 153posible uso de su teoría como arma de la política real, y por eso tuvo el valor de extraer lassiniestras consecuencias inherentes a su ley de la decadencia. En contraste con Spengler, que sólopredijo la decadencia de la cultura occidental, Gobineau previó con precisión «científica» nadamenos que la definitiva desaparición <strong>del</strong> hombre —o, según sus palabras, de la raza humana— de lafaz de la Tierra. Tras reescribir en cuatro volúmenes la Historia humana, concluye: «Puede sentirsela tentación de asignar una duración total de doce a catorce mil años a la dominación humana sobrela Tierra, era que está dividida en dos períodos: el primero ya ha pasado y poseía la juventud...; elsegundo ha comenzado y será testigo <strong>del</strong> curso decadente hacia la decrepitud.»Se ha observado certeramente que Gobineau, treinta años antes que Nietzsche, se hallabapreocupado con el problema de la décadence 31 . Existe, sin embargo, la diferencia de que Nietzscheposeyera la experiencia básica de la decadencia europea al escribir durante el clímax de estemovimiento con Bau<strong>del</strong>aire en Francia, Swinburne en Inglaterra y Wagner en Alemania, mientrasque Gobineau era difícilmente consciente de la variedad <strong>del</strong> moderno taedium vitae y debe serconsiderado como el último heredero de Boulainvilliers y de la nobleza exiliada francesa, que, sincomplicaciones psicológicas, sencillamente (y certeramente) temía por el destino de la aristocraciacomo casta. Con una cierta ingenuidad aceptó casi literalmente las doctrinas dieciochescas acerca<strong>del</strong> origen <strong>del</strong> pueblo francés: <strong>los</strong> burgueses son <strong>los</strong> descendientes de <strong>los</strong> esclavos galorromanos, <strong>los</strong>nobles son germánicos 32 . Cabe decir lo mismo por lo que se refiere a su insistencia sobre el carácterinternacional de la nobleza. Un aspecto más moderno de sus teorías queda revelado en el hecho deque posiblemente fuera un impostor (su título francés era más que dudoso), que exageró y retorciólas antiguas doctrinas hasta tornarlas francamente ridículas —reivindicó para sí mismo unagenealogía que, a través de un pirata escandinavo, le conducía hasta Odin: «Yo soy, también, de laraza de <strong>los</strong> Dioses» 33 . Pero su importancia real estriba en el hecho de que en medio de las ideologías<strong>del</strong> progreso profetizara la ruina, el final de la Humanidad, en una lenta catástrofe natural. CuandoGobineau comenzó su obra, en <strong>los</strong> días <strong>del</strong> rey burgués Luis Felipe, el destino de la nobleza parecíasellado. La nobleza no tenía que temer la victoria <strong>del</strong> tiers état, había ocurrido ya y sólo le restabaquejarse. Su angustia, tal como fue expresada por Gobineau, se aproxima a veces a la grandesesperación de <strong>los</strong> poetas de la decadencia que, unas décadas más tarde, cantaron la fragilidad detodas las cosas humanas, les neiges d’antan, las nieves <strong>del</strong> pasado. Por lo que al mismo Gobineause refería, esta afinidad es más que accidental, pero es interesante advertir que, una vez establecidaesta afinidad, nada podía impedir que, a finales de siglo, intelectuales muy respetables, como RobertDreyfus en Francia o Thomas Mann en Alemania, consideraran seriamente ese linaje de Odin.Mucho antes de que lo horrible y lo ridículo se fusionaran en la mezcla humanamenteincomprensible que constituye la marca de nuestro siglo, lo ridículo había perdido su poder mortal.Al talante peculiarmente pesimista, a la activa desesperación de las últimas décadas <strong>del</strong> siglo,debió también Gobineau su tardía fama. Esto, sin embargo, no significa necesariamente que fueraun precursor de la generación de la «alegre danza de la muerte y <strong>del</strong> comercio» (Joseph Conrad). Niera un político que creyera en <strong>los</strong> negocios ni un poeta que cantara a la muerte. Era sólo una curiosamezcla de noble frustrado y de intelectual romántico que inventó el racismo casi por accidente. Yesto sucedió cuando advirtió que no podía aceptar sencillamente las antiguas doctrinas de dospueb<strong>los</strong> dentro de Francia y cuando, en vista de la alteración de circunstancias, hubo de revisar lavieja línea según la cual <strong>los</strong> mejores hombres se hallan necesariamente en la cumbre de la sociedad.En triste contraste con sus maestros, tuvo que explicar por qué <strong>los</strong> mejores, <strong>los</strong> nobles, ni siquierapodían esperar recobrar su antigua posición. Paso a paso, identificó la decadencia de su casta con ladecadencia de Francia, después con la de la civilización occidental y más tarde con la de toda laHumanidad. Así logró ese descubrimiento, por el que fue tan admirado por posteriores escritores ybiógrafos, el de que la decadencia de las civilizaciones es debida a la degeneración de la raza y ladecadencia de la raza es debida a la mezcla de sangres. Esto implica que en cada mezcla la raza31 Véase ROBERT DREYFUS, «La vie et les prophéties du Comte de Gobineau», París, 1905, en Cahiers de laquinzaine, ser. 6, fascículo 16, p. 56.32 Essai, tomo II, libro IV, p. 445, y el artículo «Ce qui est arrivé à la France en 1870», en Europe, 1932.33 J. DUESBERG, «Le Comte de Gobineau», en Revue Générale, 1939

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