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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 67económica. Conforme a todas las apariencias, las nuevas clases se desarrollaron por grupos a <strong>los</strong>que se pertenecía por el nacimiento. No existía duda alguna de que sólo en semejante marco podíasoportar la sociedad que <strong>los</strong> judíos se establecieran por sí mismos como grupo especial.La situación hubiera sido enteramente diferente si, como en <strong>los</strong> Estados Unidos, se hubierapresupuesto la igualdad de condición. Si cada miembro de cualquier estrato de la sociedad hubieraestado firmemente convencido de que por su capacidad y suerte podía convertirse en el héroe deuna historia de éxito. En una sociedad tal la discriminación se convierte en el único medio dedistinción, una clase de ley universal conforme a la cual <strong>los</strong> grupos pueden encontrarse a sí mismosfuera de la esfera de la igualdad cívica, política y económica. Donde la discriminación no estáligada solamente con la cuestión judía pueden convertirse en un punto de cristalización para unmovimiento político que desee resolver todas las dificultades naturales y todos <strong>los</strong> conflictos de unpaís multinacional mediante la violencia, la acción <strong>del</strong> populacho y la pura vulgaridad de <strong>los</strong>conceptos raciales. Una de las más prometedoras y peligrosas paradojas de la República americanaes el hecho de que se atreviera a lograr la igualdad sobre la base de la población más desigual <strong>del</strong>mundo, física e históricamente. En <strong>los</strong> Estados Unidos el antisemitismo social puede llegara ser undía el núcleo verdaderamente peligroso de un movimiento político 1 . En Europa, sin embargo, tuvopoca influencia en el auge <strong>del</strong> antisemitismo político.1. ENTRE PARIA Y ADVENEDIZOEl precario equilibrio entre la sociedad y el Estado, sobre el que descansó social y políticamentela Nación-Estado, produjo una ley peculiar que gobernó el ingreso de judíos en la sociedad. Durante<strong>los</strong> ciento cincuenta años en que <strong>los</strong> judíos vivieron verdaderamente entre <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong> de Europaoccidental, y no simplemente en su proximidad, tuvieron que pagar con una miseria política sugloria social y con el insulto social el éxito político. La asimilación, en el sentido de aceptación porparte de la sociedad no judía, les era otorgada en tanto que constituían distinguidas excepciones <strong>del</strong>as masas judías, aunque compartieran todavía con éstas las mismas condiciones políticasrestringidas y humillantes o, más tarde, tras la lograda emancipación y el consecuente aislamientosocial, cuando su status político era ya atacado por <strong>los</strong> movimientos antisemitas. La sociedad,enfrentada con la igualdad política, económica y legal de <strong>los</strong> judíos, denotó claramente que ningunade sus clases se hallaba preparada para concederles igualdad social, y que sólo serían admitidasexcepciones <strong>del</strong> pueblo judío. Los judíos que escuchaban el extraño cumplido de que constituíanexcepciones, que eran judíos excepcionales, sabían muy bien que era esta auténtica ambigüedad —la de ser judíos y presumiblemente no como judíos— la que les abría las puertas de la sociedad. Sideseaban este género de relación, trataban, por eso, de «ser y de no ser judíos» 2 .La aparente paradoja poseía en realidad una sólida base. Lo que la sociedad no judía exigía eraque el recién llegado estuviese «educado» como ella misma y que, aunque no se comportara comoun «judío ordinario», fuese y produjera algo fuera de lo ordinario, dado que, al fin y al cabo, era unjudío. Todos <strong>los</strong> que propugnaban la emancipación exigían la asimilación, es decir, el acoplamiento1 Aunque <strong>los</strong> judíos destacaron más que otros grupos en las poblaciones homogéneas de <strong>los</strong> países europeos, no sededuce por ello que estén más amenazados en América por la discriminación que otros grupos. En realidad, hasta ahora,no han sido <strong>los</strong> judíos, sino <strong>los</strong> negros —por naturaleza y por historia <strong>los</strong> más diferentes a <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong> de América—,quienes han soportado la carga de la discriminación social y económica.Todo esto podría cambiar, desde luego, si llegara a surgir un movimiento político de esta discriminación simplementesocial. Entonces <strong>los</strong> judíos podrían convertirse súbitamente en <strong>los</strong> principales objetos de odio por la sencilla razón deque, s olamente el<strong>los</strong> entre todos <strong>los</strong> demás grupos, han expresado dentro de su historia y de su religión un bien conocidoprincipio de separación. Esto no sucede con <strong>los</strong> negros ni con <strong>los</strong> chinos, que por eso están menos en peligropolíticamente hablando, aunque puedan diferir de la mayoría más considerablemente que <strong>los</strong> judíos.2 Esta observación sorprendentemente pertinente fue formulada por el teólogo p rotestante liberal H. E. G. PAULUS enun valioso folleto breve, Die jüdische Natio nalabsonderung nach Ursprung, Folgen und Besserungsmitteln, 1831.Paulus, muy atacado por <strong>los</strong> escritores judíos de la época, propugnaba una emancipación individual gradual sobre labase de la asimilación.