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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 200dispersión. De impacto más inmediato resulta, empero, el hecho de que, en absoluto contraste con elorigen divino <strong>del</strong> propio pueblo y todos <strong>los</strong> demás pueb<strong>los</strong>, desaparecían todas las diferencias entre<strong>los</strong> miembros individuales <strong>del</strong> pueblo, tanto sociales como económicas o psicológicas. El origendivino transformaba al pueblo en una masa «elegida» y uniforme de arrogantes robots 39 .La falsedad de esta doctrina es tan conspicua como su utilidad política. Dios no creó ni a <strong>los</strong>hombres —cuyo origen es claramente la procreación—ni a <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong>, que llegaron a la existenciacomo resultado de la organización humana. Los hombres son desiguales según su origen natural,sus diferentes organizaciones y su destina en la Historia. Su igualdad lo es solamente de derechos,es decir, de finalidad humana; pero tras esta igualdad de finalidad humana existe, según la tradiciónjúdeo-cristiana, otra igualdad, expresada en el concepto de un origen común más allá de la Historiahumana, de la naturaleza humana y de la finalidad humana —el origen común en el Hombre míticoe inidentificable que es solamente creación de Dios. Este origen es el concepto metafórico en el quepuede hallarse basada la igualdad política de la finalidad de establecer la Humanidad en la Tierra.El positivismo y el progresismo <strong>del</strong> siglo XIX pervirtieron esta finalidad humana cuando trataron dedemostrar lo que no puede demostrarse, es decir, que <strong>los</strong> hombres son iguales por naturaleza y quesólo difieren por la Historia y las circunstancias, de forma tal que pueden sentirse iguales no por <strong>los</strong>derechos, sino por las circunstancias y la educación. El nacionalismo y su idea de una «misiónnacional» pervirtieron el concepto nacional de la Humanidad como una familia de naciones en unaestructura jerárquica en donde las diferencias históricas y de organización fueron erróneamenteinterpretadas como diferencias entre <strong>los</strong> hombres y que residían en el origen natural de éstos. Elracismo, que negaba el origen común <strong>del</strong> hombre y repudiaba la finalidad común de establecer a laHumanidad, introdujo el concepto <strong>del</strong> origen divino de un pueblo en contraste con todos <strong>los</strong> demás,cubriendo así el producto temporal y cambiable <strong>del</strong> esfuerzo humano con una nube seudomística deeternidad y de finalidades divinas.Esta finalidad es la que opera como denominador común entre la fi<strong>los</strong>ofía de <strong>los</strong>panmovimientos y <strong>los</strong> conceptos raciales y explica en términos teóricos su inherente afinidad.Políticamente, no es importante el hecho de que se considere a Dios o a la Naturaleza como origende un pueblo; en ambos casos, sea como fuere exaltada la reivindicación <strong>del</strong> pueblo propio, <strong>los</strong>pueb<strong>los</strong> son transformados en especies animales, de tal manera que un ruso resulta tan diferente deun alemán como lo es un lobo respecto de un zorro. Un «pueblo divino» vive en un mundo en elque es el perseguidor nato de todas las especies más débiles o la víctima nata de todas las especiesmás fuertes. Sólo las reglas <strong>del</strong> reino animal pueden aplicarse posiblemente a sus destinos políticos.El tribalismo de <strong>los</strong> pan-movimientos con su concepto <strong>del</strong> «origen divino» de un pueblo debióparte de su gran atractivo a su desprecio por el individualismo liberal 40 , el ideal de Humanidad y ladignidad <strong>del</strong> hombre. No queda dignidad humana alguna si el individuo debe su valía sólo al hechode que haya nacido alemán o ruso; pero existe, en su lugar, una nueva coherencia, un sentido deapoyo mutuo entre todos <strong>los</strong> miembros <strong>del</strong> pueblo que es, desde luego, muy capaz de calmar laslegítimas aprensiones de <strong>los</strong> hombres modernos respecto de lo que puede sucederles si, comoindividuos aislados en una atomizada sociedad, no estuvieran protegidos por el puro número y poruna coherencia uniformemente exigida. De forma similar, el «cinturón de poblaciones mixtas», másexpuesto que otros sectores de Europa a las tormentas de la Historia y menos enraizados en latradición occidental, sintió antes que otros pueb<strong>los</strong> europeos el terror al ideal de la Humanidad y ala fe judeo-cristiana en el origen común <strong>del</strong> hombre. No albergaba ilusión alguna acerca <strong>del</strong> «buensalvaje» porque sabía algo de las potencialidades <strong>del</strong> mal sin necesidad de investigar en las39 Esto fue reconocido ya por el jesuita ruso, príncipe IVAN S. GAGARIN, en su folleto La Russie sera-t-ellecatholique? (1856), en el que atacaba a <strong>los</strong> eslavófi<strong>los</strong> porque «desean establecer la más completa uniformidadreligiosa, política y nacional. En su política exterior pretenden fundir a todos <strong>los</strong> cristianos ortodoxos de cualesquieranacionalidad y a todos <strong>los</strong> eslavos de cualesquiera religión en un gran Imperio eslavo y ortodoxo». (Cita de HANSKOHN, op. cit.)40 «La gente reconocerá que el hombre no tiene otro destino en este mundo sino trabajar por la destrucción de supersonalidad y su sustitución a través de una existencia social e impersonal.» CHAADAYEV, op. cit. Cita deEHRENBERG, op. cit., p. 60.

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