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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 276fi<strong>los</strong>emitismo de <strong>los</strong> liberales que con el odio a <strong>los</strong> judíos. Un esquema mental similar explica elhecho notable de que las muy difundidas opiniones de Hitler y de Stalin acerca <strong>del</strong> arte y supersecución de <strong>los</strong> artistas modernos nunca hayan sido capaces de destruir la atracción que <strong>los</strong>movimientos totalitarios sienten por <strong>los</strong> artistas de vanguardia; esto muestra la falta de sentido de larealidad de la élite, junto con su pervertida abnegación; ambos recuerdan muy estrechamente almundo ficticio y a la ausencia de interés propio típicos de las masas. Esta fue la gran oportunidad de<strong>los</strong> movimientos totalitarios y la razón por la que pudo surgir una alianza temporal entre la éliteintelectual y el populacho, cuyos problemas en una forma elemental e indiferenciada habían llegadoa ser <strong>los</strong> mismos y anticipaban <strong>los</strong> problemas y la mentalidad de las masas.Estrechamente ligada a la atracción que la falta de hipocresía <strong>del</strong> populacho y la falta de interéspropio de las masas ejercían sobre la élite era la atracción igualmente irresistible de la falsaafirmación de <strong>los</strong> movimientos totalitarios de haber abolido la separación entre la vida privada y públicay haber restaurado una totalidad misteriosamente irracional en el hombre. Desde que Balzacreveló las vidas privadas de la sociedad francesa y desde que la dramatización de Ibsen de <strong>los</strong>«Pilares de la sociedad»había conquistado el teatro continental, el tema de la doble moralidad erauno de <strong>los</strong> más importantes en tragedias, comedias y novelas. La doble moralidad, tal como erapracticada por la burguesía, se convirtió en el signo relevante de ese esprit de sérieux que essiempre pomposo y nunca sincero. Esta división entre la vida privada y la pública o social nadatiene que ver con la justificada separación entre las esferas personal y pública, sino que es más bienreflejo psicológico de la lucha decimonónica entre bourgeois y citoyen, entre el hombre que juzgabay utilizaba todas las instituciones públicas por la medida de sus intereses privados y el ciudadanoresponsable que se sentía preocupado por <strong>los</strong> asuntos públicos como tales. En esta perspectiva, lafi<strong>los</strong>ofía política de <strong>los</strong> liberales, según la cual la simple suma de <strong>los</strong> intereses individualesconstituye el milagro <strong>del</strong> bien común, parecía ser sólo una racionalización de la temeridad con laque fueron impulsados <strong>los</strong> intereses privados sin respecto al bien común.Contra el espíritu clasista de <strong>los</strong> partidos continentales que siempre habían reconocido querepresentaban a ciertos intereses, y contra el «oportunismo» resultante de su propia concepción de símismos exclusivamente como partes de un todo, <strong>los</strong> movimientos totalitarios afirmaron su«superioridad» en cuanto portaban una Weltanschauung, mediante la cual tomaban posesión <strong>del</strong>hombre en su totalidad 60 . En su reivindicación de esta totalidad <strong>los</strong> dirigentes <strong>del</strong> populacho de <strong>los</strong>movimientos formularon de nuevo, sólo que al revés, la propia fi<strong>los</strong>ofía política de la burguesía. Laclase burguesa, tras haberse abierto camino a través de la presión social y, frecuentemente, a través<strong>del</strong> chantaje económico de las instituciones políticas, siempre creyó que <strong>los</strong> órganos públicos yvisibles <strong>del</strong> poder estaban dirigidos por sus propios intereses e influencia secretos y particulares. Eneste sentido, la fi<strong>los</strong>ofía política de la burguesía era siempre «totalitaria»; siempre supuso unaidentidad de política, economía y sociedad, en la que las instituciones políticas servían sólo comofachada de sus intereses particulares. La doble norma de la burguesía, su diferenciación entre lavida privada y la pública, eran una concesión a la Nación-Estado que había tratadodesesperadamente de mantener apartadas a las dos esferas.Lo que atrajo a la élite fue el radicalismo como tal. La esperanzada predicción de Marx de que elEstado se esfumaría y de que emergería una sociedad sin clases, ya no era suficientemente radical nimesiánica. Si Berdiaev tiene razón al declarar que <strong>los</strong> «revolucionarios rusos... siempre habían sidototalitarios», entonces la atracción que la Rusia soviética ejerció igualmente sobre <strong>los</strong> intelectualescompañeros de viaje nazis y comunistas descansa precisamente en el hecho de que en Rusia «larevolución era una religión y una fi<strong>los</strong>ofía y no simplemente un conflicto relacionado con el aspectosocial y político de la vida» 61 . La verdad fue que la transformación de las clases en masas y elquebrantamiento <strong>del</strong> prestigio y de la autoridad de las instituciones políticas determinó en lasnaciones de Europa occidental unas condiciones que se parecían a las predominantes en Rusia, de60 El papel de la Veltanschauung en la formación <strong>del</strong> movimiento nazi fue subrayado muchas veces por el mismoHITLER. Es interesante señalar que en Mein Kampf pretende haber comprendido la necesidad de basar un partido enuna Weltanschauung, gracias a la superioridad de <strong>los</strong> partidos marxistas. «Weltanschauung y Partido», libro II, cap, I.61 NICOLAI BERDIAEV, The Origin of Russian Communism, 1937, pp. 124 y 125.

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