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arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo

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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 32como políticamente, un poderoso agente de preservación. Los judíos confundieron al modernoantisemitismo anticristiano con el antiguo odio religioso hacia <strong>los</strong> judíos, y esto de la forma másinocente, porque su asimilación había soslayado el cristianismo en su aspecto religioso y en elcultural. Enfrentados con un síntoma obvio de decadencia <strong>del</strong> cristianismo, pudieron por eso pensarcon perfecta ignorancia que se trataba de una forma de resurrección de las «eras oscuras». Laignorancia o la incomprensión de su propio pasado fueron parcialmente responsables de esta fatalsubestimación de <strong>los</strong> peligros actuales y sin precedentes que se les presentaban. Pero tambiéndebería tenerse en cuenta que la falta de capacidad y criterio políticos tenían su causa en lanaturaleza misma de la historia judía, la historia de un pueblo sin un Gobierno, sin un país y sin unalengua. La historia judía ofrece el extraordinario espectáculo de un pueblo único en este aspecto,que comenzó su historia con un bien definido concepto de la historia y una casi conscienteresolución de realizar en la Tierra un bien circunscrito plan y que luego, sin renunciar a esteconcepto, evitó toda acción política durante dos mil años. El resultado fue que la historia política<strong>del</strong> pueblo judío se tornó aún más dependiente de factores imprevistos y accidentales que la historiade las otras naciones, de forma tal que <strong>los</strong> judíos vagaron de una misión a otra y no aceptaronresponsabilidad por ninguna.Si se tiene en cuenta la catástrofe final que llevó a <strong>los</strong> judíos tan cerca <strong>del</strong> completoaniquilamiento, resulta aún más peligrosa que nunca la tesis <strong>del</strong> eterno antisemitismo. Hoyabsolvería a quienes odian a <strong>los</strong> judíos de crímenes mayores de <strong>los</strong> que nadie hubiera creídoposibles jamás. El antisemitismo, lejos de ser una misteriosa garantía de la supervivencia <strong>del</strong> pueblojudío, se ha revelado claramente como una amenaza de su exterminio. Y, sin embargo, estaexplicación <strong>del</strong> antisemitismo, como la teoría de la víctima propiciatoria y por razones similares, hasobrevivido a su refutación por la realidad. Pone de relieve, después de todo, con diferentesargumentos, pero con idéntica tozudez, esa total e inhumana inocencia que tan asombrosamentecaracteriza a las víctimas <strong>del</strong> terror moderno, y por eso parece confirmada por <strong>los</strong> acontecimientos.Tiene, además, sobre la teoría de la víctima propiciatoria la ventaja de que de alguna forma respondea esta incómoda pregunta: «¿Por qué <strong>los</strong> judíos entre todas las personas?», aunque sólo seacon una contestación que a su vez provoca una nueva pregunta: «Hostilidad eterna.»Resulta muy notable que las únicas dos doctrinas que al menos tratan de explicar el significadopolítico <strong>del</strong> movimiento antisemita nieguen toda responsabilidad específica de <strong>los</strong> judíos y seopongan a discutir la cuestión en términos específicamente históricos. En esta inherente negación<strong>del</strong> significado de la conducta humana, presentan una terrible semejanza con esas modernasprácticas y formas de gobierno que, por medio <strong>del</strong> terror arbitrario, liquidan la simple posibilidad deactividad humana. En cierto modo, <strong>los</strong> judíos eran asesinados en <strong>los</strong> campos de exterminio como siaquello estuviera de acuerdo con la explicación que estas doctrinas habían dado <strong>del</strong> por qué eranodiados, al margen de lo que hubieran hecho o hubieran omitido hacer, al margen <strong>del</strong> vicio y de lavirtud. Además, <strong>los</strong> homicidas mismos, obedecedores solamente de órdenes y orgul<strong>los</strong>os de sudesapasionada eficiencia, se asemejaban misteriosamente a instrumentas «inocentes» de uninhumano e impersonal curso de acontecimientos tal como <strong>los</strong> ha considerado siempre la doctrina<strong>del</strong> antisemitismo eterno.Tales denominadores comunes entre la teoría y la práctica no son por sí mismos índice de unaverdad histórica, aunque constituyan una indicación <strong>del</strong> «oportuno» carácter de tales opiniones yexpliquen por qué parecen tan plausibles a la multitud. Al historiador le interesan sólo en cuantoson el<strong>los</strong> mismos parte de la Historia y porque se encuentran en el camino de su búsqueda de laverdad. Siendo contemporáneo, tan probable es que sucumba a su fuerza persuasiva como cualquierotro. El historiador de <strong>los</strong> tiempos modernos necesita de una especial precaución cuando se enfrentacon opiniones aceptadas que aseguran explicar tendencias completas de la Historia, porque elúltimo siglo ha producido incontables ideologías que pretenden ser las claves de la Historia y queno son más que desesperados intentos de escapar a la responsabilidad.Platón, en su famosa lucha con <strong>los</strong> antiguos sofistas, descubrió que su «arte universal de hechizara la mente con argumentos» (Fedro, 261) nada tiene que ver con la verdad, sino que apunta aopiniones que por su propia naturaleza son mudables, y que son válidas sólo «en el momento <strong>del</strong>

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