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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 207instituciones en <strong>los</strong> países propios. De igual importancia es el hecho de que <strong>los</strong> pan-movimientos seoriginaron en países que nunca habían conocido el Gobierno constitucional, de forma tal que susdirigentes concibieron naturalmente al Gobierno y al poder en términos de decisiones arbitrariasemanadas de lo alto.El desprecio por la ley se tornó característico de todos <strong>los</strong> movimientos. Aunque máscompletamente diferenciado en el paneslavismo que en el pangermanismo, reflejó las condiciones<strong>del</strong> gobierno de entonces tanto en Rusia como en Austria-Hungría. Describir estos dos despotismos,<strong>los</strong> únicos que restaban en Europa al estallar la primera guerra mundial, en términos de Estadosmultinacionales, es esbozar tan sólo una parte de la imagen. Tanto como por su dominación sobreterritorios multinacionales, se distinguían de <strong>los</strong> demás Gobiernos en que gobernaban directamentea <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong> (y no sólo les explotaban) mediante una burocracia. Los partidos desempeñabanfunciones insignificantes, y <strong>los</strong> Parlamentos carecían de funciones legislativas; el Estado gobernabaa través de una Administración que aplicaba decretos. El significado <strong>del</strong> Parlamento para laMonarquía Dual era poco más que el de una no muy brillante sociedad de debates. En Rusia, tantocomo en la Austria de la preguerra, apenas podía hallarse una seria oposición al margen de laejercida por grupos exteriores que sabían que su penetración en el sistema parlamentario sólo lesprivaría de la atención y <strong>del</strong> apoyo populares.Legalmente, el Gobierno por la burocracia es el Gobierno por decreto, y esto significa que elpoder, que en el Gobierno constitucional sólo exige el cumplimiento de la ley, se convierte enfuente directa de toda la legislación. Los decretos, además, permanecen anónimos (mientras que enlas leyes cabe siempre remontarse a hombres o a asambleas específicos), y por eso parecen procederde un poder que domina a todos y que no necesita, justificación. El desprecio de Pobyedonostzevpor las «trampas» de la ley era el eterno desprecio <strong>del</strong> administrador por la supuesta falta de libertad<strong>del</strong> legislador, que se ve limitado por principios y por la inacción de <strong>los</strong> ejecutores de la ley, quequedan frenados por su interpretación. El burócrata, que administrando simplemente decretosexperimenta la ilusión de la acción constante, se siente tremendamente superior a estas personas«no prácticas» que están por siempre enredadas en las «nimiedades legales» y que por esopermanecen fuera de la esfera <strong>del</strong> poder, que para él es la fuente de todo.El administrador considera a la ley impotente porque por definición está al margen de suaplicación. El decreto, por otra parte, no existe en absoluto excepto si y cuando es aplicado; nonecesita justificación excepto la aplicabilidad. Es cierto que <strong>los</strong> decretos son utilizados por todos <strong>los</strong>Gobiernos en tiempos de emergencia, pero entonces la emergencia en sí misma es una clarajustificación y una limitación automática. En <strong>los</strong> Gobiernos por la burocracia <strong>los</strong> decretos aparecenen su pura desnudez como si ya no fuesen dictados por hombres poderosos, sino que constituyeranla encarnación <strong>del</strong> poder mismo y el administrador fuera exclusivamente su agente accidental. Nohay principios generales que la simple razón pueda comprender tras el decreto, sino circunstanciassiempre cambiantes que sólo un experto puede conocer detalladamente. Los pueb<strong>los</strong> gobernadospor decreto nunca conocen quién les gobierna en razón de la imposibilidad de comprender <strong>los</strong>decretos en sí mismos y la ignorancia cuidadosamente organizada de las circunstancias específicasy de su significado práctico en la que todos <strong>los</strong> administradores mantienen a sus súbditos. Elimperialismo colonial, que también regía por decreto y llegó incluso a veces a ser definido como elrégime des décrets 62a , era ya suficientemente peligroso; pero el simple hecho de que <strong>los</strong>administradores de las poblaciones nativas fueran importados y se consideraran usurpadores mitigósu influencia sobre <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong> sometidos. Sólo donde, como en Rusia y en Austria, <strong>los</strong> gobernantesnativos y una burocracia nativa fueran aceptados como el Gobierno legítimo, pudo la dominaciónpor decreto crear la atmósfera de arbitrariedad y sigilo que ocultó efectivamente su simpleoportunismo.La dominación por decreto presenta señaladas ventajas para el dominio de territoriosdiseminados, con poblaciones heterogéneas y dentro de una política de opresión. Su eficiencia es62a Véase M. LARCHER, Traité Elémentaire de Législation Algérienne, 1903, vol. II, pp. 150-152: «El régime desdécrets es el gobierno de todas las colonias francesas.»

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