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arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo

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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 306reciente historia de las sociedades secretas, la estructura de <strong>los</strong> movimientos, sin precedente si lacomparamos con las de partidos y facciones, sólo recuerda a algunos de <strong>los</strong> rasgos sobresalientes <strong>del</strong>as sociedades secretas 91 . Las sociedades secretas también constituyen jerarquías según grados de«iniciación», regulan la vida de sus miembros según presunción secreta y ficticia que hace parecer atodo como si fuera algo más, adopta una estrategia de mentira consistente para engañar a las masasexteriores no iniciadas, exige una obediencia indiscutible a sus miembros, que se mantienen unidospor la adhesión a un jefe frecuentemente desconocido y siempre misterioso, el cual a su vez estárodeado, o se supone que está rodeado, de un pequeño grupo de iniciados; éstos, a su vez, se hallanrodeados por <strong>los</strong> semiiniciados, quienes constituyen una «zona amortiguadora» contra el hostilmundo profano 92 . Los movimientos totalitarios también comparten con las sociedades secretas ladivisión dicotómica <strong>del</strong> mundo entre <strong>los</strong> «juramentados hermanos de sangre» y una masa indistintae indiferenciada de enemigos jurados 93 . Esta distinción, basada en la absoluta hostilidad al mundo<strong>del</strong> entorno, es muy diferente de la tendencia de <strong>los</strong> partidos ordinarios a dividir a las personas entreafiliadas y no afiliadas. Los partidos y las sociedades abiertas en general considerarán sólo comoenemigos suyos a aquel<strong>los</strong> que expresamente se les oponen, mientras que siempre ha sido principiode las sociedades secretas el de que «todo el que no está expresamente incluido se halla excluido» 94 .Este principio esotérico parece ser enteramente inapropiado para las organizaciones de masas; sinembargo, <strong>los</strong> nazis dieron al menos a sus miembros el equivalente psicológico <strong>del</strong> ritual deiniciación de las sociedades secretas cuando, en lugar de excluir simplemente de la afiliación a <strong>los</strong>judíos, exigieron de sus miembros pruebas de que su ascendencia no era judía y establecieron unacomplicada maquinaria para arrojar luz sobre la oscura ascendencia de unos 80 millones dealemanes. Fue, desde luego, una comedia, e incluso una comedia cara, el hecho de que 80 millonesde alemanes se lanzaran a la búsqueda de abue<strong>los</strong> judíos. Pero todo el mundo salió <strong>del</strong> examen conel sentimiento de que pertenecía a un grupo de elegidos que se alzaba contra una imaginariamultitud de inelegibles. El mismo principio es confirmado en el movimiento bolchevique a travésde las repetidas purgas <strong>del</strong> partido, que inspiran en cada uno que no está excluido una reafirmaciónde su inclusión.La semejanza más sorprendente entre las sociedades secretas y <strong>los</strong> movimientos totalitariosconocer más que lo que necesita saber. 3. Nadie debe conocer nada antes <strong>del</strong> momento en que necesite saberlo» (cita deHEINZ HOLLDACK, Was wirklich geschah, 1949, p. 378).91 El siguiente análisis sigue de cerca a «Sociology of Secrecy and of Secret Societies», de GEORG SIMMEL, en TheAmerican Journal of Sociology, vol. XI, número 4, enero de 1906, que constituye el capítulo V de su Soziologie,Leipzig, 1908, extractos de la cual han sido traducidos al inglés por Kurt H. Wolff bajo el título de The Sociology ofGeorg Simmel, 1950.92 «Precisamente porque <strong>los</strong> escalones inferiores de la sociedad constituyen una zona de transición hacia el centro real<strong>del</strong> secreto, es por lo que producen la compresión gradual de la esfera de repulsión en torno <strong>del</strong> centro, que permite unapro tección más segura que la que podría proporcionar una abrupta separación entre todo lo que se halla fuera y todo loque se halla dentro» (ibíd., p. 489).93 Las expresiones «hermanos juramentados», «camaradas juramentados», «comunidad juramentada», son repetidas adnauseam a través de la literatura nazi, parcialmente en razón de su atractivo para el romanticismo juvenil, que se hallabamuy difundido en el movimiento de la juventud alemana. Fue principalmente Himmler el que utilizó estos términos enun sentido más definido, les introdujo en la «consigna central» de las SS [«Así estamos en línea y marchamos hacia undistante futuro siguiendo las leyes inalterables como una orden nacionalsocialista de hombres nórdicos y como unacomunidad juramentada de sus tribus (Sippen)» (véase D’ALQUEN, op. cit.)] y les dio su significado concreto de«absoluta hostilidad» contra todos <strong>los</strong> demás (véase SIMMEL, op. cit., p. 489): «Entonces, cuando la masa de unaHumanidad de mil a mil quinientos millones (¡sic!) se alce contra nosotros, el pueblo germánico...» Véase el discursode Himmler en la reunión de <strong>los</strong> comandantes generales en Posen, 4 de octubre de 1943, Nazi Conspiracy, IV, 558.94 SIMMEL, op. cit., p. 490. Este, como tantos otros principios, fue adoptado por <strong>los</strong> nazis tras una cuidadosa reflexiónde las implicaciones de <strong>los</strong> «Protoco<strong>los</strong> de <strong>los</strong> Sabios de Sión». En fecha tan temprana como 1922, HITLER dijo: «(Loscaba Ileros de la derecha) nunca han comprendido que no es necesario ser un enemigo <strong>del</strong> judío para que uno seaarrastrado un día... al patíbulo...; basta con... no ser judío; eso le garantizará a uno el patíbulo» (Hitler’s Speeches, p.12). En aquella época nadie podía suponer lo que realmente significaba esta forma particular de propaganda: Un día, noserá necesario ser enemigo nuestro para ser arrastrado al patíbulo; bastará ser judío o, en definitiva, miembro de algúnotro pueblo, para ser declarado «racialmente incapaz» por alguna Comisión sanitaria. Himmler creía y afirmaba quetodas las SS estaban basadas en el principio «debemos ser honestos, decentes, leales y camaradas con <strong>los</strong> miembros denuestra propia sangre y con nadie más» (op cit., loc. cit.).

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