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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 363permitieron decidir cuál de sus tres hijos tendría que ser muerto? 154A través de la creación de condiciones bajo las cuales la conciencia deja de hallarse adecuada yel hacer el bien se torna profundamente imposible, la complicidad conscientemente organizada detodos <strong>los</strong> hombres en <strong>los</strong> crímenes de <strong>los</strong> regímenes totalitarios se extiende a las víctimas y así setorna realmente total. Los hombres de las SS implicaron en sus crímenes a <strong>los</strong> internados en <strong>los</strong>campos de concentración —<strong>del</strong>incuentes, políticos y judíos—, haciéndoles responsables de granparte de la administración, enfrentándoles de esa manera con el desesperanzador dilema de si enviara sus amigos a la muerte o si ayudar a matar a otros hombres que resultaban serles extraños y, encualquier caso, obligándoles a comportarse como asesinos 155 . El hecho no es sólo que el odio fueradesviado de quienes eran culpables (<strong>los</strong> Kapos eran más odiados que <strong>los</strong> hombres de las SS), sinoque se hallara constantemente enturbiada la línea divisoria entre el perseguidor y el perseguido,entre el asesino y su víctima 156 .Una vez que ha sido muerta la persona moral, lo único que todavía impide a <strong>los</strong> hombresconvertirse en cadáveres vivos es la diferenciación <strong>del</strong> individuo, su identidad única. En unambiente estéril, semejante individualidad puede ser preservada a través <strong>del</strong> estoicismo persistente yes cierto que, bajo la dominación totalitaria, muchos hombres se han refugiado y siguenrefugiándose cada día en este absoluto aislamiento de una personalidad sin derechos o conciencia.No hay duda de que esta parte de la persona humana, precisamente porque depende tanesencialmente de la Naturaleza y de las fuerzas que no pueden ser controladas por la vo luntad, es lamás difícil de destruir (y cuando resulta destruida es más fácilmente reparada) 157 .Los métodos para tratar con esta unicidad de la persona humana son numerosos y nointentaremos enumerar<strong>los</strong>. Comienzan con las monstruosas condiciones de <strong>los</strong> transportes a <strong>los</strong>campos, cuando centenares de seres humanos son hacinados desnudos en un vagón de ganado,prácticamente soldados entre sí y trasladados durante días y días de una a otra parte <strong>del</strong> país;continúan con la llegada al campo, el bien organizado shock de las primeras horas, el rasurado de lacabeza, la grotesca indumentaria <strong>del</strong> campo; y concluyen con las torturas profundamenteinimaginables, calculadas no para matar al cuerpo, en cualquier caso no para matarle rápidamente.El propósito de estos métodos, en todas las ocasiones, es manipular el cuerpo humano —con susinfinitas posibilidades de sufrimiento— de tal manera que sea destruida tan inexorablemente lapersona humana como lo consiguen ciertas enfermedades mentales de origen orgánico.Es aquí donde se torna más evidente la profunda insania de todo el proceso. La tortura, des<strong>del</strong>uego, es una característica esencial de toda la Policía y de todo el aparato judicial totalitarios; esempleada cada día para hacer hablar a la gente. Este tipo de tortura, como persigue un objetivodefinido y racional, posee ciertas limitaciones: o bien el prisionero habla al cabo de cierto tiempo, oes muerto. A esta tortura, racionalmente dirigida, se añadió en <strong>los</strong> primeros campos deconcentración nazis y en las celdas de la Gestapo otra tortura irracional y de tipo sádico. Utilizadaen su mayor parte por <strong>los</strong> hombres de las SA, no perseguía objetivos ni era sistemática, sino quedependía de la iniciativa de elementos considerablemente anormales. La mortalidad era tan alta quesólo unos pocos internados de <strong>los</strong> campos de concentración de 1933 sobrevivieron a aquel<strong>los</strong>primeros años. Este tipo de tortura parecía ser no tanto una calculada institución política como unaconcesión <strong>del</strong> régimen a sus elementos criminales y anormales, que eran así premiados por <strong>los</strong>servicios prestados. Tras la ciega bestialidad de <strong>los</strong> hombres de las SA existía a menudo un odio yun resentimiento profundos contra <strong>los</strong> que social, intelectual o físicamente eran mejores que el<strong>los</strong>,154 Véase ALBERT CAMUS, en Twice a Year, 1947.155 El libro de ROUSSET, op. cit., consiste ampliamente en discusiones de <strong>los</strong> presos acerca de este dilema.156 BETTELHEIM, op. cit., describe el proceso por el que <strong>los</strong> guardias, tanto como <strong>los</strong> internados, se tornaban«condicionados» a la vida <strong>del</strong> campo y temían regresar al mundo exterior.Por eso, ROUSSET tiene razón cuando insiste que la verdad es que «la víctima y el ejecutor son igualmenteinnobles; la lección de <strong>los</strong> campos es la hermandad de la abyección» (p. 588).157 BETTELHEIM, op. cit., describe cómo «la preocupación principal de <strong>los</strong> recién internados parecía ser la depermanecer intactos como personalidad» mientras que el problema de <strong>los</strong> internados veteranos era «cómo vivir lo mejorposible dentro <strong>del</strong> campo».

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