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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 181universal, sino que se preocupan siempre de hechos concretos. Parece más que significativo que elcrecimiento de <strong>los</strong> cuerpos nacionales no fuera en lugar alguno acompañado por una leyendafundacional y que en <strong>los</strong> tiempos modernos existiera un primero y único intento elaboradoprecisamente cuando ya era obvio el declive <strong>del</strong> cuerpo nacional y el imperialismo parecía ocupar elpuesto <strong>del</strong> anticuado nacionalismo.El autor de la leyenda imperialista es Rudyard Kipling. Su tema es el Imperio británico; suresultado, el carácter imperialista (el imperialismo fue la única escuela <strong>del</strong> carácter en <strong>los</strong> tiemposmodernos). Y aunque la leyenda <strong>del</strong> Imperio británico tenía poco que ver con las realidades <strong>del</strong>imperialismo británico, empujó o atrajo hacia su Administración a <strong>los</strong> mejores hijos de Inglaterra.Porque las leyendas atraen a <strong>los</strong> mejores de nuestra época de la misma manera que las ideologíasatraen al tipo medio y <strong>los</strong> bu<strong>los</strong> relativos a horribles potencias secretas que operan entre bastidoresatraen a <strong>los</strong> peores. Sin duda, ninguna estructura política podría haber evocado más relatos yjustificaciones legendarios como el Imperio británico, como el pueblo británico, partiendo de laconsciente fundación de colonias hasta llegar a la dominación de pueb<strong>los</strong> extranjeros en todo elmundo.La leyenda de la fundación, como Kipling la cuenta, parte de la realidad fundamental <strong>del</strong> pueblode las Islas Británicas 61 . Rodeados por el mar, necesitaron y obtuvieron la ayuda de <strong>los</strong> treselementos, el Agua, el Viento y el Sol, a través de la invención de la Nave. La nave hizo posible laalianza siempre peligrosa con <strong>los</strong> elementos y convirtió al inglés en dueño <strong>del</strong> mundo. «Ganarás elmundo —dice Kipling— sin que nadie sepa cómo lo hiciste; conservarás el mundo sin que nadieconozca cómo lo lograste; llevarás al mundo a tus espaldas sin que nadie vea cómo lo hiciste. Peroni tú ni tus hijos obtendréis nada a cambio de esa humilde tarea más que <strong>los</strong> cuatro Dones —uno <strong>del</strong>Mar, uno <strong>del</strong> Viento, uno <strong>del</strong> Sol y uno de la Nave que te lleva... Porque, ganado el mundo,conservando al mundo y llevando al mundo a tus espaldas —en la tierra, en el mar o en el aire—,tus hijos siempre tendrán <strong>los</strong> cuatro Dones. Dolicocéfa<strong>los</strong>, parcos en el hablar y de mano dura —muy dura— y siempre con ventaja frente a cada enemigo, para ser una salvaguardia de todosaquel<strong>los</strong> que crucen por <strong>los</strong> mares con legítimos propósitos.»Lo que aproxima tanto a las antiguas leyendas fundacionales a esta pequeña narración <strong>del</strong>«Primer Marinero» es que presenta a <strong>los</strong> británicos como el único pueblo maduro, preocupado porla ley y cargado con el peso <strong>del</strong> bienestar <strong>del</strong> mundo, entre tribus bárbaras que no se preocupan nisaben qué es lo que mantiene unido al mundo. Desgraciadamente, esta presentación carecía de laverdad innata de las antiguas leyendas: el mundo se preocupaba y conocía y veía cómo actuaban, yuna narración semejante no podría haber convencido al mundo de que «no obtenían nada de esahumilde tarea». Sin embargo, en la misma Inglaterra existía una cierta realidad que correspondía ala leyenda de Kipling y la hacía posible, y era la existencia de virtudes tales como el sentimientocaballeresco, la nobleza, la valentía, aunque se hallaran profundamente fuera de lugar en unarealidad política dominada por Cecil Rhodes o lord Curzon.El hecho de que la «carga <strong>del</strong> hombre blanco» sea o bien la hipocresía o bien el racismo, no haimpedido a unos pocos de <strong>los</strong> mejores ingleses asumir la carga seriamente y convertirse en <strong>los</strong>trágicos y quijotescos locos <strong>del</strong> imperialismo. Tan real en Inglaterra como la tradición de hipocresíaes otra menos obvia que se siente la tentación de denominar tradición de <strong>los</strong> matadores de dragones,quienes acudieron entusiásticamente hacia lejanas y curiosas tierras, a pueb<strong>los</strong> extraños e ingenuos,para matar a <strong>los</strong> numerosos dragones que habían acosado a éstos durante sig<strong>los</strong>. Hay más de ungrano de verdad en otra narración de Kipling, La tumba de su antepasado 62 , en la que la familiaChinn «sirve a la India generación tras generación, como <strong>los</strong> <strong>del</strong>fines avanzan en línea a través <strong>del</strong>mar abierto». Mataban al ciervo que robaba la cosecha <strong>del</strong> pobre, enseñaban <strong>los</strong> misterios demejores métodos agrícolas, les liberaron de algunas de sus supersticiones más perjudiciales ymataron leones y tigres con gran estilo. Su único premio es, desde luego, una «tumba deantepasados» y una leyenda familiar, creída por toda la tribu india y según la cual «el reverenciado61 RUDYARD KIPLING, «The First Sailor», en Humorous Tales, 1891.62 En The Day's Work, 1898.

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