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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 105de la judería no eran en modo alguno superiores a <strong>los</strong> de la rica burguesía católica, porque todos <strong>los</strong>estratos superiores de la sociedad, desde las familias clericales y aristocráticas <strong>del</strong> Faubourg Saint-Germain a la pequeña burguesía anticlerical y radical, sólo deseaban ver a <strong>los</strong> judíos formalmenteseparados <strong>del</strong> cuerpo político. De esta manera, calcularon, podrían liberarse por sí mismos de todaposible mancha. La pérdida de todos <strong>los</strong> contactos sociales y comerciales con <strong>los</strong> judíos se lesantojaba un precio que valía la pena pagar. Similarmente, el affaire, como denotan las declaracionesde Jaurès, era considerado por el Parlamento como una magnífica oportunidad de rehabilitar, o másbien de recobrar, su antigua reputación de incorruptibilidad. Finalmente, aunque no fuera el hechomenos importante, al promover slogans tales como «¡Mueran <strong>los</strong> judíos!» o «Francia para <strong>los</strong>franceses», se descubría una fórmula casi mágica para reconciliar a las masas con la situaciónexistente en el Estado y en la sociedad.4. EL PUEBLO Y EL POPULACHOSi es error habitual de nuestro tiempo imaginar que la propaganda puede lograrlo todo y que a unhombre puede hablársele de todo con tal de que se le hable suficientemente alto y con suficientehabilidad, en aquel período se creía que la «voz <strong>del</strong> pueblo era la voz de Dios» y que la misión deun líder consistía, como tan desdeñosamente lo expresó Clemenceau, en obedecer astutamente esavoz 60 . Ambas opiniones proceden <strong>del</strong> mismo error fundamental: el de considerar al populachoidéntico al pueblo y no como una caricatura de éste.El populacho es principalmente un grupo en el que se hallan representados <strong>los</strong> residuos de todaslas clases. Esta característica torna fácil la confusión <strong>del</strong> populacho con el pueblo, que tambiéncomprende a todos <strong>los</strong> estratos de la sociedad. Mientras el pueblo en todas las grandes revolucioneslucha por la verdadera representación, el populacho siempre gritará en favor <strong>del</strong> «hombre fuerte»,<strong>del</strong> «gran líder». Porque el populacho odia a la sociedad de la que está excluido tanto como alParlamento en el que no está representado. Por eso <strong>los</strong> plebiscitos con <strong>los</strong> que tan excelentesresultados han obtenido <strong>los</strong> modernos dirigentes <strong>del</strong> populacho, son un viejo concepto de <strong>los</strong>políticos que se basa en el populacho. Uno de <strong>los</strong> más inteligentes jefes de <strong>los</strong> antidreyfusards,Déroulède, clamaba por «una República a través de un plebiscito».La alta sociedad y <strong>los</strong> políticos de la III República habían generado el populacho francés en unaserie de escánda<strong>los</strong> y de fraudes públicos. Experimentaban ahora un tierno sentimiento deparentesco con su prole, un sentimiento que era una mezcla de admiración y de temor. Lo menosque la sociedad podía hacer por su retoño era protegerlo verbalmente. Mientras el populachosaqueaba las tiendas de <strong>los</strong> judíos y atacaba a <strong>los</strong> judíos en las calles, el lenguaje de la alta sociedadhacía parecer un juego de niños a la violencia real y apasionada 61. El más importante de <strong>los</strong>documentos contemporáneos al respecto es el «Memorial de Henry» y las diversas solucionespropuestas para la cuestión judía: <strong>los</strong> judíos deberían ser hechos pedazos como Marsias en el mitogriego; Reinach debería ser cocido vivo; <strong>los</strong> judíos tendrían que ser fritos en aceite o traspasadospor agujas hasta que murieran; deberían ser «circuncidados hasta el cuello». Un grupo de oficialesexpresó gran impaciencia por probar un nuevo mo<strong>del</strong>o de cañón sobre 100.000 judíos <strong>del</strong> país.Entre <strong>los</strong> suscriptores figuraban más de 1.000 oficiales, cuatro generales en servicio y el propio mi-60 Véase el artículo de CLEMENCEAU, 2 de febrero de 1898, en op. cit. Por lo que se refiere a la futilidad de tratar deganarse a <strong>los</strong> trabajadores con slogans antisemitas y especialmente sobre <strong>los</strong> intentos de Léon Daudet, véase, <strong>del</strong>escritor realista DIMIER, Vingt ans d'Action Française, París, 1926.61 Muy características al respecto son las diferentes descripciones de la sociedad contemporánea en J. REINACH, op.cit., I, 233 y ss., III, 141: «Las damas de la buena sociedad perdían su compostura ante Guérin. Su lenguaje(escasamente superado por sus pensamientos) hubiera causado horror entre las amazonas de Dahomey...»Especialmente interesante al respecto es un artículo de ANDRÉ CHEVRILLON, «Huit Jours à Rennes», en La GrandeRevue, febrero de 1900. Relata, inter alia, el siguiente incidente revelador: «Un médioo que hablaba con unos amigosmíos se atrevió a decir: ‘Me gustaría torturarle’. ‘Y a mí’, añadió una de las damas, ‘me gustaría que fuese inocenteporque así sufriría más'.»

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