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arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo

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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 209dominación de <strong>los</strong> accidentes, la inevitable tendencia a advertir un especial significadosobrehumano en acontecimientos cuyo significado racional está más allá <strong>del</strong> conocimiento y de lacomprensión de <strong>los</strong> interesados. Era bien consciente <strong>del</strong> atractivo sobrenatural de tales pueb<strong>los</strong>, <strong>del</strong>a melancolía y tristeza de unas leyendas populares que parecían tan superiores a la literatura másligera y brillante de pueb<strong>los</strong> más afortunados. Expuso el orgullo por la necesidad como tal, inclusola necesidad <strong>del</strong> mal y el insoportable concepto que identifica al mal y al infortunio con el destino.El milagro sólo estriba en que pudiera lograrlo en un mundo en el que <strong>los</strong> principales elementos deesta atmósfera no se hallaban completamente diferenciados; recurrió al gran poder de suimaginación para extraer todas las conclusiones necesarias, para completar lo que la realidad habíaen cierto modo olvidado llevar a la luz <strong>del</strong> día 63 .Sólo el Imperio ruso de aquella época ofrecía un completo cuadro de la dominación por laburocracia. Las caóticas condiciones <strong>del</strong> país —demasiado vasto para ser gobernado, poblado porpueb<strong>los</strong> primitivos sin experiencia en organización política de ningún tipo, que vegetaban bajo elincomprensible señorío de la burocracia rusa— procuraban una atmósfera de anarquía y azar en laque las extravagancias en pugna de <strong>los</strong> pequeños funcionarios y <strong>los</strong> diarios accidentes de laincompetencia y de la inconsecuencia inspiraron una fi<strong>los</strong>ofía que vio en el Accidente al verdaderoSeñor de la Vida, a algo como la aparición de la Divina Providencia 64 . Para el paneslavista, quesiempre insistía en las condiciones mucho más «interesantes» de Rusia en comparación con el vacíotedio de <strong>los</strong> países civilizados, parecía como si la Divinidad hubiera hallado una íntima inmanenciaen el alma <strong>del</strong> desgraciado pueblo ruso, sin igual en ningún lugar de la Tierra. En una inacabablecorriente de variaciones literarias, <strong>los</strong> paneslavistas opusieron la profundidad y la violencia de Rusiaa la banalidad superficial de Occidente, que no conocía el sufrimiento ni el significado <strong>del</strong> sacrificioy tras cuya estéril y civilizada superficie se ocultaban la frivolidad y la trivialidad 65 . Losmovimientos totalitarios debieron gran parte de su atractivo a este vago y amargo talanteantioccidental que estuvo especialmente de moda en la Alemania y en la Austria prehitlerianas yque, en general, se había posesionado de la intelligentsia europea de <strong>los</strong> años 20. Hasta el momentode llegar a conquistar el poder pudieron utilizar esta pasión por lo profundo y por lo ricamente«irracional», y durante <strong>los</strong> años cruciales en que la intelligentsia exiliada rusa ejerció una nodespreciable influencia en el talante espiritual de una Europa hondamente agitada, esta actitudpuramente literaria resultó ser un fuerte factor emocional en la preparación <strong>del</strong> terreno para el<strong>totalitarismo</strong> 6663 Véase especialmente en El Castillo la magnífica historia de <strong>los</strong> Barnabas, que se lee como una fantástica parodia deuna obra de la literatura rusa. Los miembros de la familia viven bajo un anatema, tratados como leprosos, hasta sentirsetales simplemente porque una de las hijas, muy guapa, osó en cierta ocasión negarse a las indecentes insinuaciones deun importante funcionario. Los sencil<strong>los</strong> aldeanos, controlados hasta el más mínimo detalle por una burocracia e inclusoen sus pensamientos esclavos de <strong>los</strong> caprichos de sus todopoderosos funcionarios, han llegado a comprender desdemucho tiempo atrás que tener razón o estar equivocado es para el<strong>los</strong> una cuestión de pura «fatalidad» que no puedenalterar. No es quien envía una carta el que resulta comprometido, como K. ingenuamente supone, sino que es quien larecibe el que queda marcado y corrompido. Esto es lo que dan a entender <strong>los</strong> aldeanos cuando hablan de su «fatalidad».En opinión de K., «esto es injusto y monstruoso, pero (él es) el único en la aldea que tiene esa opinión».64 La deificación de <strong>los</strong> accidentes sirve, desde luego, como racionalización a cada pueblo que no es dueño de su propiodestino. Véase, por ejemplo, a STEINBERG, op. cit.: «Porque es el Accidente lo que ha llegado a ser decisivo en laestructura de la historia judía. Y el Accidente..., en el lenguaje de la religión, es denominado Providencia.» (P. 34.)65 Un escritor ruso dijo una vez que el paneslavismo «engendra un implacable odio a Occidente, un culto morboso detodo lo que es ruso...; todavía es posible la salvación <strong>del</strong> Universo, pero sólo puede llegar a través de Rusia... Lospaneslavistas, al ver en todas partes enemigos de su idea, persiguen a todo el que no esté de acuerdo con el<strong>los</strong>...»(VICTOR BÉRARD, L’empire russe et le tsarisme, 1905). Véase también Kultur und Geschichte im russischen Denkender Gegenwart, de N. B. Bubnoff, 1927, en «Osteuropa: Quellen und Studien», fasc. 2, cap. V.66 EHRENBERG, op. cit., lo subraya en su epilogo: Las ideas de un Kirejewski, de un Chomjakow, de un Leontjew,«pueden haber muerto en Rusia después de la revolución. Pero se han eXtendido por toda Europa, y ahora viven enSofía, en Constantinopla, en Berlín, en París y en Londres. Los rusos, y precisamente <strong>los</strong> discípu<strong>los</strong> de estos autores...,publican libros y editan revistas que son leidos en todos <strong>los</strong> países europeos; estas ideas —las ideas de sus padresespirituales— se hallan representadas por el<strong>los</strong>. El espíritu ruso se ha tomado europeo» (p. 334).

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