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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 337de las posesiones materiales es despreciable y sólo existe en la forma <strong>del</strong> desarrollo <strong>del</strong> poderorganizador. Para Stalin, el constante crecimiento y desarrollo de <strong>los</strong> cuadros de la Policía eraincomparablemente más importante aue el petróleo de Bakú, el carbón y el hierro de <strong>los</strong> Urales, <strong>los</strong>graneros de Ucrania o <strong>los</strong> tesoros potenciales de Siberia; en suma, el desarrollo de todo el arsenal<strong>del</strong> poder en Rusia. La misma mentalidad condujo a Hitler a sacrificar a toda Alemania a <strong>los</strong>cuadros de las SS; no consideró perdida la guerra cuando yacían en ruinas las ciudades alemanas yestaba destruida la capacidad industrial, sino sólo cuando supo que ya no se podía confiar en lasSS 85 . Para un hombre que creía en la omnipotencia de la organización contra todos <strong>los</strong> simplesfactores materiales, militares o económicos, y que, además, calculaba en sig<strong>los</strong> la victoria eventualde su empresa, la derrota no estribaba en la catástrofe militar o en la amenaza de inanición de lapoblación, sino sólo en la destrucción de las formaciones de élite, de las que se suponía que eranportadoras de la conspiración para la dominación mundial a lo largo de una línea de generacioneshasta llegar a su final eventual.La carencia de estructura <strong>del</strong> Estado totalitario, su desdén por <strong>los</strong> intereses materiales, suemancipación <strong>del</strong> incentivo <strong>del</strong> beneficio y, en general, sus actitudes no utilitarias, han contribuidomás que cualquier otra cosa a tornar casi imprevisible la política contemporánea. La incapacidad <strong>del</strong>mundo no totalitario para comprender a una mentalidad que funciona independientemente de todaacción calculable en términos de hombres y de material y es completamente indiferente al interésnacional y al bienestar de su pueblo, muestra en sí misma un curioso dilema de criterio: aquel<strong>los</strong>que certeramente comprenden la terrible eficacia de la organización y de la Policía totalitariassobreestimarán probablemente la fuerza material de <strong>los</strong> países totalitarios, mientras que también esprobable que quienes comprenden la despilfarradora incompetencia de las economías totalitariassubestimarán el poder potencial que puede crearse con el desprecio de todos <strong>los</strong> factores materiales.2. LA POLICÍA SECRETAHasta ahora conocemos solamente dos formas auténticas de dominación totalitaria: la dictadura<strong>del</strong> nacionalsocialismo a partir de 1938 y la dictadura <strong>del</strong> bolchevismo a partir de 1930. Estas dosformas de dominación difieren básicamente de otros tipos de dominación dictatorial despótica otiránica; y aunque evolucionaron con una cierta continuidad a partir de dictaduras de partido, suscaracterísticas esencialmente totalitarias son nuevas y no pueden derivarse de sistemasunipartidistas. El objetivo de un sistema unipartidista consiste no sólo en apoderarse de laAdministración <strong>del</strong> Gobierno, sino, ocupando todos <strong>los</strong> cargos con miembros <strong>del</strong> partido, lograr unacompleta amalgama <strong>del</strong> Estado y <strong>del</strong> partido, de forma tal que, tras la conquista <strong>del</strong> poder, el partidose convierte en un tipo de organización propagandística <strong>del</strong> Gobierno. Este sistema es «total» sóloen un sentido negativo, es decir, en el de que el partido dominante no tolerará otros partidos,oposición alguna ni ninguna libertad de oposición política. Una vez que una dictadura de partidollega al poder, deja intacta la relación original de poder entre el Estado y el partido; el Gobierno y elEjército ejercen el mismo poder que antes, y la «Revolución» consiste sólo en el hecho de que todaslas posiciones <strong>del</strong> Gobierno se hallan ahora ocupadas por miembros <strong>del</strong> partido. En todos estoscasos el poder <strong>del</strong> partido se basa en un monopolio garantizado por el Estado, y el partido ya noposee su propio centro de poder.La revolución iniciada por <strong>los</strong> movimientos totalitarios después de haber conquistado el poder esde una naturaleza considerablemente más radical. Desde el comienzo, conscientemente se esfuerzanpor mantener las diferencias esenciales entre el Estado y el movimiento y por impedir que lasinstituciones «revolucionarias» <strong>del</strong> movimiento sean absorbidas por el Gobierno 86 . El problema de85 Según <strong>los</strong> informes de la última reunión, Hitler decidió suicidarse después de haber sabido que ya no podía confiarseen las unidades de las SS. Véase The Last Days of Hitler, de H. R. TREVOR ROPER, pp. 116 y ss.86 Hitler hizo frecuentes comentarios sobre las relaciones entre el Estado y el partido y siempre recalcó que deimportancia primaria no era el Estado, sino la raza o la «comunidad popular unida» (véase el ya citado discurso,reproducido como apéndice a las Tischgesprache). En su discurso <strong>del</strong> Día <strong>del</strong> Partido de 1935 en Nuremberg dio a esta

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