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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 80Disraeli llegó incluso a dar un paso más. Sabía que la aristocracia, que año tras año había vistocomprar títu<strong>los</strong> a hombres de clase media adinerada, se hallaba obsesionada por muy serias dudasacerca de su propio valor. Por eso la derrotó en su propio juego, recurriendo a su imaginación másbien vulgar y popular, para señalar temerariamente cómo <strong>los</strong> ingleses «procedían de una razaadvenediza e híbrida, mientras que él mismo descendía de la más pura sangre de Europa»; cómo «lavida de un par inglés» se hallaba «principalmente regulada por leyes árabes y costumbres sirias»;cómo «una judía es la reina de <strong>los</strong> cie<strong>los</strong>», o que «la flor de la raza judía se halla ahora sentada a ladiestra <strong>del</strong> Señor Dios de Sabaoth» 48. Y cuando escribió, finalmente, que «ya no existe en realidaduna aristocracia en Inglaterra, porque la superioridad <strong>del</strong> hombre animal es una calidad esencial dearistocracia» 49 , había tocado en realidad el punto más débil de las modernas teorías racialesaristocráticas, que habían de ser más tarde el punto de partida de las opiniones racistas de <strong>los</strong>burgueses encumbrados.El judaísmo y la pertenencia al pueblo judío degeneraron en un simple hecho de nacimiento sóloentre la judería asimilada. Originalmente, el judaísmo había significado una religión específica, unanacionalidad específica, la participación en recuerdos específicos y esperanzas específicas, y, almenos entre <strong>los</strong> judíos privilegiados, significaba el compartir específicas ventajas económicas. Lasecularización y la asimilación de la intelligentsia judía habían alterado la autoconciencia y laautointerpretación de tal forma que nada quedaba de <strong>los</strong> antiguos recuerdos y esperanzas sino laconciencia de pertenecer a un pueblo elegido. Disraeli, aunque no fue el único «judío de excepción»que creyó en su propia calidad de elegido sin creer en El que escoge y rechaza, fue el único quelogró desarrollar completamente toda una doctrina racial de este concepto desprovisto de unamisión histórica. Estaba dispuesto a sostener que el principio semítico «representa todo lo que deespiritual hay en nuestra naturaleza», que «las vicisitudes de la Historia hallan su solución principalen la raza», que es la «clave de la Historia», pese a la «lengua y la religión», porque «sólo hay algoque hace una raza y ese algo es la sangre», y sólo hay una aristocracia, la «aristocracia de lanaturaleza», constituida por «una raza sin mezcla y una organización de primera clase» 50 .No es necesario subrayar la íntima relación de estas ideas con las más modernas ideologíasraciales, y el descubrimiento de Disraeli es una prueba más de cómo sirvieron para combatirsentimientos de inferioridad social. Porque si finalmente las doctrinas raciales sirvieron a propósitosmucho más siniestros e inmediatamente políticos, es cierto que gran parte de su plausibilidad y desu capacidad de persuasión descansan en el hecho de que ayudaban a cualquiera a sentirse unaristócrata que había sido seleccionado por su nacimiento sobre la base de una calificación «racial».No dañaba esencialmente a la doctrina el hecho de que <strong>los</strong> nuevos seres de selección nopertenecieran a una élite, no fueran unos pocos elegidos —lo que, después de todo, había sido algoinherente al orgullo <strong>del</strong> noble—, sino que tuvieran que compartir su calidad de selectos con unamuchedumbre creciente, porque aquel<strong>los</strong> que no pertenecían a la raza escogida crecíannuméricamente en la misma proporción.Las doctrinas raciales de Disraeli, sin embargo, no fueron tanto el resultado de su extraordinariacomprensión de las normas de la sociedad como el desarrollo de la secularización específica de lajudería asimilada. La intelligentsia judía no sólo se vio arrastrada por el proceso general desecularización, que en el siglo XIX había perdido ya el atractivo revolucionario de la Ilustraciónjunto con la confianza en una humanidad independiente y segura de sí y por eso quedó indefensaante la transformación de las creencias religiosas antiguamente genuinas en supersticiones. Laintelligentsia judía se vio también expuesta a la influencia de <strong>los</strong> reformadores judíos que deseabantrocar una religión nacional en una denominación religiosa. Para lograrlo tenían que transformar <strong>los</strong>dos elementos básicos de la piedad judía —la esperanza mesiánica y la fe en Israel como puebloelegido—, y borraron de <strong>los</strong> libros de rezos judíos las visiones de una postrer restauración de Sióncon la devota esperanza en el último día entre <strong>los</strong> días cuando concluyera la segregación <strong>del</strong> pueblo48 H. B. SAMUEL, op. cit., DISRAELI, Tancred, y Lord George Bentinck, respectivamente.49 En su novela Coningsby, 1844.50 Véanse Lord George Bentinck y las novelas Endymion, 1881, y Coningsby

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