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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 364quienes ahora, como si se hubiesen hecho realidad sus sueños más salvajes, se encontraban en elpoder. Este resentimiento, que nunca se extinguió enteramente en <strong>los</strong> campos, nos sorprende comoel último vestigio de un sentimiento humanamente comprensible 158 .El verdadero horror comenzó, sin embargo, cuando <strong>los</strong> hombres de las SS se encargaron de laadministración de <strong>los</strong> campos. La antigua bestialidad espontánea dio paso a una destrucciónabsolutamente fría y sistemática de <strong>los</strong> cuerpos humanos, calculada para destruir la dignidadhumana. La muerte se evitaba o se posponía indefinidamente. Los campos ya no eran parques derecreo para bestias con forma humana, es decir, para hombres que realmente correspondían ainstituciones mentales, y a prisioneros; se tornó cierto lo opuesto: se convirtieron en «terrenos deentrenamiento» en <strong>los</strong> que hombres perfectamente normales eran preparados para llegar a sermiembros de pleno derecho de las SS 159 .La muerte de la individualidad <strong>del</strong> hombre, de la unicidad conformada en partes iguales por laNaturaleza, la voluntad y el destino, convertida en premisa tan evidente por sí misma en todas lasrelaciones humanas que incluso <strong>los</strong> geme<strong>los</strong> idénticos inspiran una cierta incomodidad, crea unhorror que eclipsa ampliamente el ultraje a la persona jurídico-política y a la desesperación de lapersona moral. Es este horror el que da paso a las generalizaciones nihilistas que mantienen consuficiente plausibilidad que, esencialmente, todos <strong>los</strong> hombres son como bestias 160 En realidad, laexperiencia de <strong>los</strong> campos de concentración muestra que <strong>los</strong> seres humanos pueden sertransformados en especímenes <strong>del</strong> animal humano y que la «naturaleza» <strong>del</strong> hombre es solamente«humana» en tanto que abre al hombre la posibilidad de convertirse en algo altamente innatural, esdecir, en un hombre.Tras el asesinato de la persona moral y el aniquilamiento de la persona jurídica, la destrucción <strong>del</strong>a individualidad casi siempre tiene éxito. Concebiblemente, deben encontrarse algunas leyes de la158 ROUSSET, op. cit., p. 390, refiere cómo un hombre de las SS arengaba a un profesor de la siguiente manera: «Túsolías ser un profesor. Bien, ya no eres un profesor. Ya no eres un tipo importante. Ahora sólo eres un enano. Tanpequeño como puedas serlo. El importante soy yo ahora.»159 KOGON, op. cit., p. 6, habla de la posibilidad de que <strong>los</strong> campos fueran mantenidos como terrenos deentrenamiento y experimentación para las SS. También proporciona un buen informe sobre la distinción entre <strong>los</strong>primeros campos, administrados por las SA, y <strong>los</strong> ulteriores, dirigidos por las SS. «Ninguno de aquel<strong>los</strong> primeroscampos tenia más de mil internados... En el<strong>los</strong> la vida agotaba todas las descripciones. Los relatos de <strong>los</strong> escasos presosque sobrevivieron coinciden en afirmar que apenas había alguna forma de perversión sádica que no fuese practicada por<strong>los</strong> hombres de las SA. Pero todos eran actos de bestialidad individual, aún no existía un frío sistema completamenteorganizado que abarcara a masas de hombres. Esta fue la realización de las SS» (p. 7).Este nuevo sistema mecanizado, alivió el sentimiento de responsabilidad tanto como humanamente parezca posible.Cuando por ejemplo, llegó la orden de matar cada día varios centenares de prisioneros rusos, la matanza fue realizadadisparando por un agujero, sin ver a la víctima (véase «Essai sur la Psychologie de la terreur», de ERNEST FEDER, enSynthèses, Bruselas, 1946). Por otro lado, la perversión era producida artificialmente en hombres, por otra parte,normales. ROUSSET informa lo siguiente respecto de un guardián de las SS: «Habitualmente sigo pegando hasta queeyaculo. Tengo mujer y tres hijos en Breslau. Yo solía ser perfectamente normal. Esto es lo que han hecho conmigo.Ahora, cuando me dan un permiso no voy a mi casa. No me atrevo a mirar a la cara a mi mujer» (p. 273). Losdocumentos de la era de Hitler contienen numerosos testimonios acerca de la normalidad media de aquel<strong>los</strong> a quienes seconfió la realización <strong>del</strong> programa de exterminio de Hitler. Puede hallarse una buena recopilación en «The Weapon ofAntisemitism» de LÉON POLIAKOV, publicado por la UNESCO en The Third Reich, Londres, 1955. La mayoría de<strong>los</strong> hombres de las unidades utilizadas para estos fines no eran voluntarios, sino que habían sido reclutados entre laPolicía corriente para estas tareas especiales. Pero incluso <strong>los</strong> hombres entrenados de las SS hallaron este tipo de tareapeor que la <strong>del</strong> combate en el frente. En su informe sobre una ejecución masiva perpetrada por las SS, un testigopresencial elogió a esa unidad, que había sido tan «idealista» como para ser capaz de soportar «todo el exterminio sin laayuda <strong>del</strong> licor».El deseo de eliminar todos <strong>los</strong> motivos personales y todas las pasiones durante <strong>los</strong> «exterminios» y de mantener así lascrueldades en un grado mínimo es revelado por el hecho de que un grupo de médicos e ingenieros encargados demanejar las instalaciones <strong>del</strong> gas estuvieron realizando constantes perfeccionamientos no sólo concebidos para elevar lacapacidad productiva de las fábricas de cadáveres, sino también para acelerar y aliviar la agonía.160 Esto resulta muy destacado en la obra de ROUSSET. «Las condiciones sociales de la vida en <strong>los</strong> campos hantransformado a la gran masa de internados, tanto alemanes como deportados, fuera cual fuese su anterior posición socialy su educación..., en una canalla degenerada, enteramente sometida a <strong>los</strong> reflejos primitivos <strong>del</strong> instinto animal» (p.183).

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