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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 271para el establecimiento de una nueva élite. Y no cayeron tampoco en la tentación de idealizar estepasado; al contrario, <strong>los</strong> adoradores de la guerra fueron <strong>los</strong> primeros en reconocer que en la era <strong>del</strong>as máquinas la guerra no podía posiblemente incubar virtudes como el sentimiento caballeresco, elvalor, el honor y la virilidad 48 , que la guerra sólo imponía a <strong>los</strong> hombres la experiencia de la simpledestrucción junto con la humillación de ser sólo pequeños dientes en la majestuosa rueda de lamatanza.Esta generación recordó la guerra como el gran preludio de la ruptura de las clases y de sutransformación en masas. La guerra, con su arbitrariedad constante y homicida, se convirtió ensímbolo de la muerte, la «gran igualadora» 49 , y por eso, en el verdadero padre de un nuevo ordenmundial. La pasión por la igualdad y la justicia, el anhelo por superar las estrechas líneas de clase,carentes de significado, por abandonar privilegios y prejuicios estúpidos, parecieron hallar en laguerra un escape de las antiguas actitudes condescendientes de piedad por <strong>los</strong> oprimidos y <strong>los</strong>desheredados. En tiempos de miseria y de desamparo individual parece tan difícil resistirse a lapiedad cuando se transforma en una pasión que lo devora todo como no sentir su misma infinitud,que parece matar la dignidad humana con una certeza más mortal que la misma miseria.En <strong>los</strong> primeros de su carrera, cuando una restauración <strong>del</strong> statu quo europeo era todavía laamenaza más seria a las ambiciones <strong>del</strong> populacho 50 , Hitler recurrió casi exclusivamente a estossentimientos de la generación <strong>del</strong> frente. La abnegación peculiar <strong>del</strong> hombre-masa aparecía ahoracomo un anhelo de anonimato, por ser justamente un número y funcionar solamente como unengranaje que, por todas las transformaciones, en suma, que barrieran las espúreas identificacionescon tipos específicos o funciones predeterminadas dentro de la sociedad. La guerra había sidoexperimentada como la «más poderosa de todas las acciones de masas» que borraba las diferenciasindividuales de forma tal que incluso <strong>los</strong> sufrimientos que tradicionalmente habían diferenciado a<strong>los</strong> individuos a través de destinos únicos e inalterables, podían ser ahora interpretados como «uninstrumento de progreso histórico» 51 . Y las distinciones nacionales no frenaron a las masas en lasque deseaba sumergirse la élite de la posguerra. La primera guerra mundial, algo paradójicamente,casi había extinguido <strong>los</strong> auténticos sentimientos nacionales en Europa, donde, entre las dosguerras, resultaba mucho más importante haber pertenecido a la generación de las trincheras, seacual fuere el lado en el que se hubiera luchado, que ser alemán o francés 52 . Los nazis basaron todasu propaganda en esta camaradería indistinta, en esta «comunidad de destino» y conquistaron a grannúmero de organizaciones de veteranos en todos <strong>los</strong> países de Europa, probando así cuán carentesde significado se habían tornado <strong>los</strong> slogans nacionales, incluso en las filas de la llamada derecha, y<strong>los</strong> utilizaron más por su connotación de violencia que por su específico contenido nacional.En este clima intelectual, general en la Europa de la postguerra, no existía un solo elementoverdaderamente nuevo. Bakunin ya había confesado: «No deseo ser Yo, quiero ser Nosotros» 53 , yNechayev había predicado el evangelio <strong>del</strong> «hombre condenado» sin «intereses personales, asuntos,sentimientos, lazos, propiedad ni siquiera un nombre propio» 54 . Los instintos antihumanistas,48 Véase, por ejemplo, The Storm of Steel, de ERNST JÜNGER, Londres, 1929.49 HAFKESBRINK, op. cit., p. 156.50 HEIDEN, op. cit., muestra cuán consecuentemente se alineó con la catástrofe Hitler en <strong>los</strong> primeros días de sumovimiento, cuánto temía una posible recuperación de Alemania. «En media docena de veces (por ejemplo, durante elRuhrputsch) declaró en diferentes términos a su tropas de asalto que Alemania se estaba hundiendo. ‘Nuestro papelconsiste en asegurar el éxito de nuestro movimiento’» (p. 167), un éxito que en aquel momento dependía <strong>del</strong> colapso <strong>del</strong>a lucha en el Ruhr.51 HAFKESBRINK, op. cit., pp. 156 y 157.52 Este sentimiento se hallaba ya muy difundido durante la guerra cuando Rudolf Binding escribió: «(Esta guerra) nopuede ser comparada con una campaña. Porque en ésta un jefe alza su voluntad contra la de otro. Pero en esta guerraambos adversarios yacen en el suelo y sólo la guerra impone su voluntad» (ibid., p. 67).53 BAKUNIN, en una carta escrita el 7 de febrero de 1870. Véase Apostles of Revolution, de MAX NOMAD, Boston,1939, p. 180.54 El Catecismo <strong>del</strong> Revolucionario fue escrito por el propio BAKUNIN o por su discípulo NECHAYEV. Para lacuestión de la paternidad y una traducción <strong>del</strong> texto completo, véase NOMAD, op. cit., pp. 227 y ss. En cualquier caso,el «sistema de desprecio total por cualquier principio de simple equidad y de justicia en la actitud (<strong>del</strong> revolucionario)hacia otros seres humanos... pasó a la historia revolucionaria rusa bajo el nombre de ‘Nechayevschina’» (ibíd., p. 224).

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