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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 215muy dispuestos a reconocerlo mientras que pudieron tener la seguridad de que un Estado porencima de <strong>los</strong> partidos ejercía su poder más o menos en interés de todos. El partido ang<strong>los</strong>ajón, alcontrario, basado en algún «principio particular», al servicio <strong>del</strong> «interés nacional» 87 , es en símismo el Estado actual o futuro <strong>del</strong> país; <strong>los</strong> intereses particulares se hallan representados en elmismo partido como ala derecha y ala izquierda y refrenados por las mismas necesidades <strong>del</strong>Gobierno. Y como en el sistema bipartidista un partido no puede existir durante cualquier espaciode tiempo si no cobra suficiente fuerza para asumir el poder, no se necesita ninguna justificaciónteórica, no se desarrolla ideología alguna y el fanatismo peculiar de la lucha partidista continental,que procede no tanto de <strong>los</strong> intereses en conflicto como de las ideologías antagónicas, se hallacompletamente ausente 88 .Lo malo de <strong>los</strong> partidos continentales, separados en principio <strong>del</strong> Gobierno y <strong>del</strong> poder, no fuetanto que se vieran atrapados en la angostura de <strong>los</strong> intereses particulares como que se sintieranavergonzados de tales intereses, y desarrollaron por ello aquellas justificaciones que condujeron acada uno hacia una ideología, afirmando que sus intereses particulares coincidían con <strong>los</strong> interesesmás generales de la Humanidad. El partido conservador no se contentaba con defender <strong>los</strong> interesesde la propiedad agraria, sino que necesitaba una fi<strong>los</strong>ofía según la cual Dios había creado al hombrepara que labrara la tierra con el sudor de su frente. Lo mismo cabe decir de la ideología <strong>del</strong> progresode <strong>los</strong> partidos de la clase media y de la afirmación de <strong>los</strong> partidos obreros de que el proletariado esel líder de la Humanidad. Esta extraña combinación de sublime fi<strong>los</strong>ofía y de intereses muyconcretos resulta paradójica sólo a primera vista. Como estos partidos no organizaron a susmiembros (o formaron a sus dirigentes) con el objetivo de manejar <strong>los</strong> asuntos públicos, sino queles representaron sólo como individuos particulares con particulares intereses, tuvieron que atendera todas las necesidades particulares, tanto espirituales como materiales. En otras palabras, ladiferencia principal entre el partido ang<strong>los</strong>ajón y el continental consiste en que el primero es unaorganización política de ciudadanos que necesitan «actuar concertadamente» para actuar 89 , mientrasque el segundo es la organización de individuos particulares que desean que sus intereses seanprotegidos de la intervención de <strong>los</strong> asuntos públicos.Resulta consecuente con este sistema el hecho de que la fi<strong>los</strong>ofía <strong>del</strong> Estado continentalreconociera a <strong>los</strong> hombres como ciudadanos sólo en tanto no fuesen miembros de un partido, esdecir, en su relación individual y no organizada con el Estado (Staatsbürger) o en su entusiasmopatriótico en tiempos de emergencia (citoyens) 90 . Esta fue la infortunada consecuencia de laa Alemania, véase Geschichte der politischen Parteien, de LUDWIG BERGSTRAESSER, 1921. Todos <strong>los</strong> partidos sebasaban abiertamente en la protección de intereses; el partido conservador alemán, por ejemplo, procedía de la«Asociación para proteger <strong>los</strong> intereses de la gran propiedad agraria», fundada en 1848. Sin embargo, <strong>los</strong> intereses noeran necesariamente económicos. Los partidos holandeses, por ejemplo, se formaron «en torno a dos cuestiones que tanampliamente han dominado la política holandesa —la extensión <strong>del</strong> derecho al voto y la subvención a la enseñanzaprivada (principalmente confesional)» (Encyclopedia of the Social Sciences, loc. cit.).87 Definición <strong>del</strong> partido de EDMUND BURKE: «El partido es un cuerpo de hombres unidos para la promoción,mediante su esfuerzo conjunto, <strong>del</strong> interés nacional, sobre algún principio particular en el que todos coinciden» (UponParty, 2.a edición, Londres, 1850).88 ARTHUR N. HOLCOMBE (Encyclopedia of the Social Sciences, loc. cit.) subrayó certeramente que en el sistemabipartidista <strong>los</strong> principios de <strong>los</strong> dos partidos «han tendido a ser <strong>los</strong> mismos. Si no hubieran sido sustancialmente <strong>los</strong>mismos, habría resultado intolerable la sumisión <strong>del</strong> vencido al vencedor».89 BURKE, op. cit.: «Creían que nadie que no actuara concertadamente podría actuar con eficacia; que nadie que noactuara con confianza podría actuar concertadamente; que no podrían actuar con confianza hombres que no estuvieranligados por opiniones comunes, afectos comunes e intereses comunes.»90 Por lo que se refiere al concepto centroeuropeo <strong>del</strong> ciudadano (el Staatsbürger) en oposición con el miembro de unpartido, véase BLUNTSCHLI, op. cit.: «Los partidos no son instituciones <strong>del</strong> Estado..., no son miembros <strong>del</strong> organismo<strong>del</strong> Estado, sino que constituyen asociaciones sociales libres cuyas formaciones dependen de unos miembros quecambian y que se hallan unidos para la acción política común por una definida convicción.» La diferencia entre elinterés <strong>del</strong> Estado y el <strong>del</strong> partido es recalcada una y otra vez: «El partido jamás debe colocarse por encima <strong>del</strong> Estado,jamás debe poner sus intereses partidistas por encima <strong>del</strong> interés <strong>del</strong> Estado» (pp. 9 y 10).Burke, por el contrario, se manifiesta contra el concepto según el cual <strong>los</strong> intereses <strong>del</strong> partido o la afiliación a unpartido hacen de un hombre un ciudadano peor. «Las comunidades están constituidas por familias, y también lo estánlas comunidades libres de <strong>los</strong> partidos; y podemos afirmar además que <strong>los</strong> lazos que nos unen a nuestro partido debilitan

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