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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 102clérigos menos importantes que se inmortalizaron en el «Memorial de Henry», como se denominó ala suscripción pública abierta por La Libre Parole para la constitución de un fondo a beneficio demadame Henry (viuda <strong>del</strong> coronel que se suicidó mientras se hallaba en prisión) 43 , que ciertamentees un monumento eterno a la asombrosa corrupción de las clases altas <strong>del</strong> pueblo francés de aquellaépoca. Durante el período de la crisis de Dreyfus no fue su clero regular, ni sus órdenes religiosasordinarias, ni ciertamente sus homines religiosi, quienes influyeron en la línea política de la Iglesiacatólica. Por lo que a Europa se refería, su política reaccionaria en Francia, Austria y España, asícomo su apoyo a las tendencias antisemitas en Viena, París y Argel, eran probablementeconsecuencia inmediata de la influencia jesuítica. Fueron <strong>los</strong> jesuitas quienes siempre habíanrepresentado mejor, tanto por escrito como verbalmente, la escuela antisemita <strong>del</strong> clero católico 44 .Este hecho es en amplia medida consecuencia de sus estatutos, de acuerdo con <strong>los</strong> cuales todonovicio debía probar que carecía de sangre judía hasta la cuarta generación 45 . Y resultado de que acomienzos <strong>del</strong> siglo XIX la dirección de la política internacional de la Iglesia hubiera pasado a susmanos 46 .Ya se ha señalado cómo la disolución de la maquinaria estatal facilitó el ingreso de <strong>los</strong>Rothschild en <strong>los</strong> círcu<strong>los</strong> de la aristocracia antisemita. El grupo de moda <strong>del</strong> Faubourg Saint-Germain abrió sus puertas no sólo a unos pocos judíos ennoblecidos, sino a sus sicofantesbautizados, <strong>los</strong> judíos antisemitas, también arrastrados en esa dirección en su calidad de reciénllegados 47 . Resulta curioso que <strong>los</strong> judíos de Alsacia, quienes, como la familia Dreyfus, se habíantrasladado a París tras la cesión de ese territorio, desempeñaran una parte especialmente destacadaen esta ascensión social. Su exagerado patriotismo se reveló aún más marcadamente en la forma enque se esforzaban por disociarse de <strong>los</strong> inmigrantes judíos. La familia Dreyfus pertenecía a esesector de la judería francesa que trataba de asimilarse, adoptando su propio tipo de antisemitismo. 48Esta acomodación a la aristocracia francesa tuvo un resultado inevitable: <strong>los</strong> judíos se esforzaronpor orientar a sus hijos hacia <strong>los</strong> mismos altos puestos militares que ambicionaban <strong>los</strong> de susnuevos amigos. Fue aquí donde surgió la primera causa de fricción. La admisión de judíos en la altasociedad había sido relativamente pacífica. Las clases superiores, a pesar de sus sueños de unarestauración monárquica, eran políticamente un sector invertebrado que no se preocupabanindebidamente de una forma o de otra. Pero cuando <strong>los</strong> judíos comenzaron a buscar la igualdad enel Ejército se enfrentaron con la decidida oposición de <strong>los</strong> jesuitas, que no estaban preparados para43 Véase más arriba la nota 10.44 La revista de <strong>los</strong> jesuitas La Civiltà Cattolica fue durante décadas la más abiertamente antisemita y una de las revistascatólicas más influyentes de todo el mundo. Publicaba propaganda antijudía mucho antes de que Italia se tornarafascista y su política no se mostró afectada por la actitud anticristiana de <strong>los</strong> nazis. Véase, de JOSHUA STARR, «Italy'sAntisemites», en Jewish Social Studies, 1939.Según L. KocH, S. J.: «De todas las Ordenes, la Compañía de Jesús, mediante sus Reglas, es la mejor protegida contralas influenoias judías», en Jesuiten-Lexikon, Paderborn, 1934, artículo «Juden».45 Originariamente, conforme al acuerdo de 1593, quedaban excluidos todos <strong>los</strong> cristianos de ascendencia judía. Undecreto de 1608 estipuló que las reinvestigaciones habían de remontarse a la quinta generación. La última disposición,de 1923, las redujo a cuatro generaciones. En casos individuales, el General de la Compañía podía eximir de talesrequisitos.46 Véase, de H. BOEHMER, Les Jésuites, traducido <strong>del</strong> alemán, París, 1910, p. 284:«Desde 1820... no ha existido nada semejante a unas Iglesias nacionales independientes, capaces de resistir las órdenes<strong>del</strong> Papa dictadas por <strong>los</strong> jesuitas. El alto clero de nuestros días ha abatido sus tiendas frente a la Santa Sede y la Iglesiase ha convertido en lo que Bellarmin, el gran polemista jesuita, exigió siempre que debería llegar a ser, una monarquíaabsoluta cuya política puede ser dirigida por <strong>los</strong> jesuitas y cuya evolución pueda ser determinada oprimiendo un botón.»47 Véase CLEMENCEAU, «Le spectacle du jour» en op. cit.: «Rothschild, amigo de la nobleza íntegramenteantisemita... <strong>del</strong> mismo género que Arthur Meyer, que es más papista que el Papa.»48 Sobre <strong>los</strong> judíos alsaoianos, a <strong>los</strong> que pertenecía Dreyfus, véase, de ANDRÉ FOUCAULT, «Un nouvel aspect <strong>del</strong>'Affaire Dreyfus», en Les Oeuvres Libres, 1938, página 310: «A <strong>los</strong> ojos de la burguesía judía de París eran laencarnación de la raideur nacionalista... esa actitud de distante desdén que la clase acomodada adopta hacia suscorreligionarios advenedizos. Su deseo de asimilar completamente las maneras galas, de vivir en términos de intimidadcon familias de antiguo linaje, de ocupar las más distinguidas posiciones en el Estado, y el desprecio que mostraban por<strong>los</strong> elementos comerciales de la judería, por <strong>los</strong> «polacos» de Galitzia recientemente nacionalizados, les daban casiapariencia de traidores a <strong>los</strong> de su propia raza... ¿Dreyfus de 1894? ¡Qué va, eran antisemitas!»

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