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arendt-hannah-los-origenes-del-totalitarismo

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Hannah Arendt L o s o r í g e n e s d e l t o t a l i t a r i s m o 109adulación a Guérin, la sociedad burguesa mostró claramente que en su código de moral y de éticahabía roto terminantemente con sus propias normas. Tras la «Ligue» se hallaban dos miembros <strong>del</strong>a aristocracia, el duque de Orleáns y el marqués de Morès. Este había perdido su fortuna enAmérica y se había hecho famoso organizando una brigada homicida con <strong>los</strong> carniceros de París.La más elocuente de estas tendencias modernas fue el grotesco asedio <strong>del</strong> llamado Fort-Chabrol.Fue allí, en la primera de las «Casas Pardas», donde la crema de la «Ligue Antisémite» se hallabareunida cuando la policía decidió por fin detener a su jefe. Las instalaciones eran el colmo de laperfección técnica. «Las ventanas estaban protegidas con postigos metálicos. Existía un sistema detimbres y teléfonos desde el sótano al tejado. A unos cuatro metros de la puerta maciza, siemprecerrada con llaves y cerrojos, existía una alta verja de hierro colado. A la derecha, entre la verja y laentrada principal, había una pequeña puerta de chapa de hierro, tras la que montaban guardia nochey día centinelas escogidos de la legión de <strong>los</strong> carniceros» 77 . Max Régis, instigador de <strong>los</strong> pogromsde Argelia, es otro de <strong>los</strong> que revelan una nota de modernidad. Fue este Régis juvenil quien encierta ocasión animó a la vociferante canalla de París a «regar el árbol de la libertad con la sangrede <strong>los</strong> judíos». Régis representaba a esa sección <strong>del</strong> movimiento que esperaba lograr el poder pormedios legales y parlamentarios. Fiel a este programa, fue elegido alcalde de Argel y utilizó supuesto para desencadenar <strong>los</strong> pogroms en <strong>los</strong> que fueron muertos varios judíos, violadas algunasjudías y saqueadas varias tiendas de propiedad judía. A él debió su escaño en el Parlamento elrefinado y culto Edouard Drumont, el más famoso antisemita francés.Lo que resultaba nuevo en toda esta situación no era la actividad <strong>del</strong> populacho, puesto quehabían existido numerosos precedentes. Lo que era nuevo y sorprendente en aquella época —aunque resulte demasiado familiar para nosotros— era la organización de la masa y la adoraciónpor el héroe, de la que se beneficiaban sus dirigentes. El populacho se convirtió en agente directo deese nacionalismo «concreto» defendido por Barrès, Maurras y Daudet, que juntos formaron lo queera indudablemente una clase de élite de <strong>los</strong> intelectuales más jóvenes. Estos hombres, quedespreciaban al pueblo y que muy recientemente habían emergido de un ruinoso y decadente culto<strong>del</strong> esteticismo, vieron en la masa una expresión viva de la «fuerza» viril y primitiva. Fueron el<strong>los</strong> ysus teorías quienes por vez primera identificaron al populacho con el pueblo y convirtieron a susdirigentes en héroes nacionales. 78 Fue su fi<strong>los</strong>ofía <strong>del</strong> pesimismo y su entusiasmo por lapredestinación el primer signo <strong>del</strong> colapso inminente de la intelligentsia europea.Ni siquiera Clemenceau se vio inmune a la tentación de identificar al populacho con el pueblo.Lo que le inclinaba especialmente a este error era la actitud consecuentemente ambigua de <strong>los</strong>partidos obreros respecto <strong>del</strong> tema de la Justicia «abstracta». Ningún partido, incluyendo a <strong>los</strong>socialistas, estaba dispuesto a hacer un fin de la justicia per se, a «hallarse, pase lo que pase, al ladode la justicia, el único lazo de unión irrompible entre <strong>los</strong> hombres civilizados» 79 . Los socialistasestaban a favor de <strong>los</strong> intereses de <strong>los</strong> trabajadores; <strong>los</strong> oportunistas, en favor de <strong>los</strong> de la burguesíaliberal; <strong>los</strong> coalicionistas, en pro de las clases altas católicas, y <strong>los</strong> radicales, en pro de <strong>los</strong> fines <strong>del</strong>a pequeña burguesía anticlerical. Los socialistas poseían la gran ventaja de hablar en nombre deuna clase homogénea y unida. A diferencia de <strong>los</strong> partidos burgueses, no representaban a unasociedad que se había escindido en numerosos clanes y camarillas. Sin embargo, se consagrabanprincipal y esencialmente a <strong>los</strong> intereses de su clase. No les preocupaba ninguna obligación superiorrespecto de la solidaridad humana ni tenían un concepto de lo que realmente significaba la vidacomunitaria. Observación típica que corresponde a esta actitud fue la de Jules Guesde, contrapartede Jaurès en el partido socialista francés, de que la «ley y el honor son simples palabras».El nihilismo que caracterizó a <strong>los</strong> nacionalistas no era monopolio de <strong>los</strong> antidreyfusards. Alcontrario, una gran proporción de <strong>los</strong> socialistas y de muchos de <strong>los</strong> que defendían a Dreyfus, comoGuesde, utilizaban el mismo lenguaje. Si el católico La Croix afirmaba que «ya no se trata de si77 Véase BERNANOS, op. cit., p. 346.78 Para estas teorías véase especialmente, de CHARLES MAURRAS, Au Signe de Flore; souvenirs de la vie politique;l'Affaire Dreyfus et la fondation de l'Action Française, París, 1931; M. BARRÈs, op. cit.; LÉON DAUDET, Panoramade la Troisième République, París, 1936.79 Véase CLEMENCEAU, «A la dérive», en op. cit.

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